El Hoyo de las Agujas - LJA Aguascalientes
16/11/2024

er juzgador es uno de los trabajos más difíciles que existen en la tierra y más cuando la apreciación es la que determina el veredicto, tal es el caso de la autoridad de una plaza de toros.

El domingo pasado ocurrió un acontecimiento bochornoso para la fiesta de nuestro país –y del mundo entero- cuando en la llamada Catedral del Toreo de América, la Plaza México, el empresario, cuyo nombre no mencionaré, encara, maltrata, agrede y hostiga al juez de plaza, al grado de enviar a alguien a poncharle las llantas de su vehículo.

De qué se trata, en qué país vivimos, de qué espectáculo estamos hablando, no concibo esta actitud retrógrada e infantil de quien debiera ser el primer respetuoso del reglamento y su aplicación para un sano y correcto desempeño de la fiesta brava nacional.

Don Luis Irriberri, cronista taurino y buen amigo de Nuevo Laredo, Tamaulipas, nos envío una reflexión sobre el tema y me gustaría compartir un fragmento de ella: “Ante una nueva embestida del «empresario» H. / cabe hacerse la pregunta: Si para un muchacho es difícil estar en el gusto de un empresario, ahora en el penoso caso dominical me pregunto: ¿Para que hacer tanto lío de un protagonista nato que es H. / Si le gusta el muchacho como torero, en su mano está repetirlo y no andar pidiendo trofeos que la verdad, ya nada dicen y así hasta hacerle más torero, pero; lo demás es un absurdo como absurdo es soportar a un empresario tan nefasto como es ese. Sus caprichitos harán que mucha gente no reciba en algunos casos sus salarios, otros no venderán nada y no ganarán nada / Ya es tiempo que la familia Alemán meta al orden a su empleado”.

En esta reflexión coincido en un ciento por ciento y si sumamos las secuelas que el cierre de la plaza ha generado en los diferentes ámbitos taurinos, hay quienes dicen que deben ser los propios matadores, novilleros y rejoneadores quienes pongan las reglas y lineamientos para efectuar una corrida y no las autoridades, no me parece el argumento más valido; sin embargo, considero, deben participar en una reforma, por demás necesaria, al reglamento taurino vigente en el Distrito Federal.

Ricardo Balderas, el juez de plaza en cuestión, me parece de lo más respetable que existe en el país realizando la complicada tarea de presidir un festejo taurino, al grado que luego de presentar su informe de ley a las autoridades delegacionales no solicitó ninguna clase de sanción para el empresario -además de todo caballero-, ahora corresponde a las autoridades quienes tomen la determinación de sancionar, multar o aplicar algún castigo al interfecto.

Definitivamente no es fácil hacerla de juez, menos en las condiciones en las que se encuentra manejada la México, esperemos que el tema se resuelva favorablemente para la fiesta.

Para concluir, y entrados en el tema, quiero agradecer al matador de toros Paco Olivera por haberme invitado a estar como asesor en la corrida del domingo pasado en Jesús María en donde él presidió la tarde.



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