Ni una más, tarea de todos - LJA Aguascalientes
15/11/2024

En el quehacer periodístico a través de ese contacto directo entre las instituciones, organizaciones civiles y los poderes gubernamentales, uno da cuenta de un arma de doble filo que se ha establecido para hablar y medir los avances y las problemáticas que aquejan a los grupos en situación de vulnerabilidad, son las estadísticas; tan prodigiosas y al mismo tiempo tan impersonales y sobre todo deshumanizadas.
El parabién está centrado en la dinámica propia que los aparatos gubernamentales han creado para designar recursos económicos; las dependencias o asociaciones, que según sus números tienen más problemas, son las que al final “reciben más dinero”.
El aspecto negativo de los índices tiene que ver con una cuestión netamente humana, y es que cuando una chica de 14 años, que vive con su mamá, la cual a su vez es madre soltera, ambas trabajan y resulta que la niña, sale embarazada, el cien por ciento de ella va a tener un hijo, no es que sólo el 25 por ciento de su cuerpo esté preñado.
Por eso, en primera instancia, bien le haría a la sociedad actual quitarle un poco de valor a los índices numéricos o quizá resignificarlos y no tomarlos como el parámetro de medición por antonomasia y si esto fuera imposible, entonces matizarlos para darles una vida que corresponda más a las necesidades actuales.
Desde mi perspectiva, que está construida a partir de mis propias vivencias y las que me han compartido aquellas mujeres de Aguascalientes que realizan labores en lo público, hay una constante que apunta hacia ciertos valores nuevos que vienen a sumarse y que desplazaron a los que regían antes.
Se trata de construir sobre lo que ya existe, no de negarlo ni pretender que si ponemos a nuestros ojos un vendaje, entonces no existirá aquel horror de las violaciones, los asesinatos a mujeres inocentes, el maltrato y el abuso sexual hacia las niñas, la prepotencia de los dueños de las industrias y la no cabida a las mujeres de otra preferencia sexual.
Ellas están, derraman lágrimas, han ido a parar al hospital por los golpes o incluso por qué no decirlo, a una clínica particular, porque el dinero no le quita a los hombres las ideas erróneas de la cabeza, son madres que han enjuagado con su llanto fotografías de jóvenes que dicen son sus hijas, un día desaparecieron y no volvieron más.
He escuchado de genocidios por el color de la piel, por la religión que se profesa, por las ideologías políticas, sociales, culturales para construir sociedad y por ser mujer, y cuando un hombre se atreve a cuestionarme si las mujeres mereceremos el lugar que decimos tener, yo me pregunto qué sentimiento experimentaría un hombre, si supiera que otros han sido asesinados sólo por las formas de su cuerpo que lo definen como un ser masculino.
Hace un par de días, una académica de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la maestra y casi doctora Rebeca Padilla, citaba que el logro de la igualdad está definido o se da en proporción del respeto por las diferencias a todos los niveles y en todos los ámbitos.
Una persona que es capaz de respetar las diferencias, que parece muy sencillo de aplicar pero en realidad tiene su complejidad, y la primera somos nosotros mismos, que debemos romper los tabúes y trabas que tenemos inmersos, puede pasar del respeto a la solidaridad.
No se trata entonces de que el Congreso del Estado se vuelva un promotor de valores, pero sí de que se hagan reformas y actualizaciones para el sistema educativo, en el que se tome como obligatorio el tratamiento de temas sexuales y reproductivos, apoyos especiales para que las niñas no tengan que dejar la escuela, acciones preventivas en torno a las cuestiones de violencia y el abuso ejercido contra los niños, adolescentes y jóvenes y al mismo tiempo tendrán que hacerse campañas formativas con los jóvenes y adultos para modificar su visión de las cosas.
En términos laborales, aunque efectivamente las mujeres incursionamos ya en muchas áreas, la realidad afirma que la brecha de oportunidades entre las mujeres de una industria maquiladora y las de una oficina de gobierno es abismal; las mujeres trabajan jornadas agotadoras, en un centro laboral en condiciones de sanidad inadecuadas, con un salario menor al de los hombres por iguales jornadas de trabajo.
Es necesario dar pasos más definitivos y de fondo, no es válido para los ciudadanos y para las mujeres, que el país a todos los niveles se dedique a “parchar” los problemas con métodos muy a la mexicana, porque mientras se piensa en cubrir con un curita una herida que el cuerpo social tiene en un brazo, resulta que al poco tiempo el funcionamiento general de ese cuerpo ha empezado a fallar, y hoy en muchos ámbitos se trabaja ya a contracorriente para evitar lo más posible que la gangrena termine por comérselo y gane la batalla.
Habrían que buscar entonces los legisladores, en el ámbito del trabajo, que las mujeres accedan al mismo sueldo que los hombres, si es que realizan trabajos iguales, así como que ellas tengan la posibilidad de crecer tanto como sea posible y a través del incentivo tanto de la empresa, como de instancias gubernamentales encargadas del tema de la mujer, que se sumen con capacitaciones y asesorías, porque ya lo dijeron en muchos espacios, con la mejora de las condiciones de vida de las mujeres, todos se benefician.
En otro sentido, la exigencia en el ámbito político es ya muy clara, que los partidos respeten, primero, los logros que hasta ahora se tienen para incluir la representación de las mujeres en las elecciones y como esto no es todavía suficiente, diputadas en diferentes puntos del país, desde sus cuerpos legislativos han alzado la voz para exigir la total paridad de espacios y oportunidades para acceder al poder político.
Mientras tanto, es obligación de los ciudadanos exigir que las diputadas trabajen, que legislen a través de la creación de leyes, cambiando los hábitos y las costumbres, si no por decisión, por obligación, pero tarde o temprano, cuando las personas empiecen a ver los primeros frutos de esa apuesta por la renovación estructural, entonces quizá lo harán por amor.
Sería torpe de parte nuestra querer descansar en la parte legislativa todas las faltas que se han cometido en contra de las mujeres, es derecho y obligación de todos, más que preocuparnos, ocuparnos de la construcción de un mundo, en primera instancia más humano, ya que de ahí se desprenden otros y muchos de los cambios que se requieren de manera urgente.
El temor, los tabúes religiosos, el afán de tener a una sociedad ignorante para controlarla provocó una laguna, en uno de los ámbitos más atrasados en lo que a mujeres respecta: la salud; ellas, las que mueren de cáncer cervico uterino es por dos razones, una el desconocimiento de cómo cuidarse y otra que es la más castrante, el pudor que les dice por dentro y que en caso de ser casada se lo replica afuera, de no mostrar su cuerpo desnudo a un o una desconocida, el cáncer puede desarrollarse en su vientre, pero antes muerta que mostrar su sexo a un doctor o una enfermera. No pueden morir más mujeres por cuestiones religiosas, de morales falsas o machismos impuestos de antaño, se requiere información sin duda alguna, pero lo que más se necesita en este caso es voluntad, disposición y apertura, ¿a qué?, al cambio, a lo “nuevo”, a escuchar al otro y darle el beneficio de la duda, nuevamente lo digo, a ser solidarios, a practicar la empatía.
En este ámbito de la salud, entra también lo referente a la reproducción, cuántos hijos tener, pero también cuántos evitar a través del uso de preservativos e incluso abrir la mesa del diálogo sobre el aborto en casos de violación, que cada vez lo han o lo hemos hecho más controversial y que bien valdría la pena acercarnos a los actores involucrados en el tema para conocer las historias, vuelvo a lo del principio, no a las frías estadísticas que apuntan a la cantidad de mujeres fallecidas por la práctica de un aborto clandestino, sino más bien al brillo de los ojos que se apagó, no cuando una chica decidió que ilegalmente abortaría, sino desde el momento en que su cuerpo fue ultrajado.
Hacen falta leyes en torno a la salud y si revisáramos a fondo o de manera muy específica cada uno de los ámbitos en los cuales tiene injerencia la mujer, soy de la idea de que el día que todos levantemos la voz para decir NI UNA MÁS, muchos de nuestros sueños podrán hacerse realidad, pero para eso hay que trabajar.


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