Ahora estoy mirando la serie de los Expedientes X. La miro en el orden que jamás pude mirar cuando era niño y veía un episodio sí y veinte no. Es extraño, porque a pesar de haber envejecido y que las actuaciones son acartonadas y el guion simple, no me deja de fascinar, no sólo por el tema (lo paranormal), sino por lo actual que es mirarla y pensar en la gran cantidad de teorías de conspiración que padecemos actualmente.
Estas teorías se introducen a través de las grietas de la realidad, en ese pensamiento mágico, casi infantil, de que todos debemos saberlo todo y que si algo no es público entonces esconde un gran secreto. Pero esa es la cuestión: ¿debemos de saberlo todo?
Los campos del conocimiento se dividen en muchas áreas y a su vez, cada área se subdivide en otras áreas y así ad infinitum. Es imposible conocerlo todo. Aun y cuando fuéramos inmortales nunca terminaríamos de adquirir todo el conocimiento existente, pues este va creciendo sin detenerse. Entonces, ¿qué obligación tenemos en conocer de física, si estudiamos, por ejemplo, Derecho? No me refiero a los conocimientos básicos que estudiamos, vimos o nos pasaron de noche en la secundaria y preparatoria, sino a los conocimientos especializados. ¿Necesitamos saber cómo funciona la física cuántica? ¿la física nuclear? A menos que nos dediquemos a eso, no. No es necesario conocer eso. Y, extrañamente eso no nos molesta, así como no nos molesta usar un celular sin saber realmente cómo es que este funciona o cómo es que la batería le dura el tiempo que le dura, o no le damos importancia a cómo funciona la pantalla táctil, ni siquiera por qué carajo algunos teléfonos tienen tres cámaras y cómo es que funcionan estas para crear una mejor imagen. No, simplemente los usamos y ya, no le damos importancia a esas cuestiones por el simple hecho de que no nos interesan y las damos por hecho, como damos por hecho que mañana amanecerá como hoy lo hizo.
Eso no quita a que necesitemos de alguna rama del conocimiento para nuestra vida, o que en ciertos momentos de la misma busquemos e investiguemos sobre ciertos temas ya sea por necesidad o por curiosidad.
No, no debemos saberlo todo. No podemos saberlo todo.
Sin embargo, nos molesta no saber. Odiamos ser ignorantes de algo, aunque sea de un tema altamente especializado y cuando nos encontramos ante una persona que sabe del tema lo atraemos a nuestra cancha, a lo que pudiéramos saber sobre el tema para de ahí saltar a otro en el que nos sintamos más cómodos. Odiamos no saber. Pero sobre todo odiamos no poder saber.
Con el auge del Internet el conocimiento parece estar al alcance de la mano. Le preguntamos a San Google, clic, y ahí están 21987327186 entradas sobre lo que nos interesa, clic, y ahí estamos en una de las opciones que responderá a nuestra pregunta o nos guiará. El problema es cuando no encontramos algo en el omnipotentísimo conocimiento de San Google y el Internet. ¿Qué hacemos ante ese vacío? ¿Se ha inventado aquello que buscamos?, ¿realmente sucedió el evento del que nos interesa informarnos? Es difícil responder a esas preguntas. Sí y no. Sí porque tal vez se haya inventado, sin embargo, hay cosas que no están en Internet. A su vez, hay cosas que nunca existieron o si lo hicieron fue en la imaginación (como los unicornios, los dragones, o eventos como el pizzagate).
Pero las teorías de conspiración se alimentan de eso, del vacío, de la duda y de la impotencia ante cierto “conocimiento” escondido. Lo más importante de esas teorías no es que no sepamos, ni que la información no esté disponible como en alguno de los expedientes X de los que se encargan Fox Mulder y Danna Scully. Lo más importante es por qué esa información nos está vedada o quién es el que puso esa veda.
De ahí que no exista una teoría de conspiración en la que el gobierno no sea el protagonista. Dígase una nueva arma de destrucción masiva, una macabra conspiración para reducir el número de seres humanos del mundo o el simple hecho de encubrir a una grupo de violadores de niños (cosa que sucede más de lo que imaginamos, pero en muchas ocasiones es mejor dejarlo en abstracto, como algo que es posible, y no como algo real que está sucediendo).
Esto es debido a que en nuestro imaginario contemporáneo nadie ni nada tiene más poder que el gobierno y este siempre hará todo lo posible por beneficiarse, aún a costa de nuestras vidas. Lo cual, desde mi punto de vista, es cierto. A nuestros gobernantes no les importamos a menos que seamos los que podamos apoyar su campaña o los podamos hacer quedar bien ante el mundo. Los ciudadanos, en abstracto, somos estadística; los ciudadanos, individuales, no existimos. Por ello es que es tan fácil creer en las teorías de conspiración: no creemos en el gobierno, en ninguno, ni en el nuestro ni en los extranjeros.
De ahí que en el intro de la serie de los Expedientes X aparezcan las frases: “Actividad paranormal”, “El gobierno niega tener conocimiento” y “La verdad está ahí afuera”. En ese orden aparecen y aunque da la impresión de que están desconectadas, no es así. Bien podríamos reescribirlas en una frase coherente y contundente: El gobierno tiene conocimiento de actividad paranormal, sin embargo, la verdad está ahí afuera. Esta frase es simple y lapidaria. Es un resumen, un tanto simplista, de cómo funcionan las teorías de conspiración: el gobierno encubre algo, pero tú (ese tú abstracto que bien puede vestir cualquier yo) puedes investigarlo porque es imposible de encubrir totalmente. A todos nos gustaría sacar los trapos sucios del gobierno y decir: ¿ves? Tenía razón en que nos mentías. A todos nos gustaría saber la verdad absoluta y decir: Siempre supe que así se manejaba todo. A todos nos gustaría saber.
Pero no podemos saberlo todo. El gobierno tampoco puede encubrirlo todo. Nadie tiene tanto poder. Mucho menos ahora que las noticias viajan en cuestión de segundos por todo el mundo y todos estamos armados con cámaras.
La realidad es que nosotros queremos creer en esas teorías, porque es una forma de desconfianza en el gobierno, en la información que nos da el gobierno y a la vez, es una forma de seguir creyendo en el pensamiento mágico, en esa línea que divide la realidad de la fantasía. La verdad está ahí afuera, pero no todas las verdades ni todos los conocimientos son para todos. La verdad está ahí afuera, pero no todos podemos comprenderla.
Lo triste es que ningún conspiranoico sale a buscarla.