Elecciones y decepciones - LJA Aguascalientes
26/11/2024

La fecha electoral de las intermedias para renovar a los representantes populares se acerca, pero lo que se aleja del ánimo colectivo es ir a las urnas. Una democracia que no termina por convencer, partidos franquicia con el comportamiento de feudos políticos familiares, autoridades electorales que le quedan a deber a los electores y que no generan la confianza para seguir votando. Ciudadanos súbditos en lugar de participativos y críticos. El debate, que es la marca de la democracia, se encuentra extraviado entre los comerciales de partidos políticos y autoridades electorales que terminan por desinvitar a los ciudadanos a una democracia de domingo, resignada a salir cada 3 o 6 años a emitir un voto que, si nos atenemos a la historia reciente, termina defraudado.

¿Cuál incentivo? ¿Cuál partido? ¿Para qué regresar a las urnas? Una ocasión en que ciudadanos participativos, como los necesita la democracia, acudieron masivamente a las urnas fue en 2000. Una elección por demás atractiva por el reto del candidato de “sacar al PRI de Los Pinos”. Y también hay que reconocer un presidente (Zedillo) con ánimo de no meter las manos, a pesar de los reproches,  a favor del candidato de su partido. Un régimen caduco donde la ultima puntilla sería la elección de un presidente perteneciente a un partido distinto. Si bien, el PRI había evitado la irrupción de dictaduras militares como las sufridas en el sur del continente, el costo había sido la supresión de elecciones democráticas y un férreo control de medios de comunicación, lo que para Vargas Llosa era la dictadura perfecta.

Un error histórico del país fue intentar la modernización sin antes crear reglas con democracia real. La administración de los bienes públicos se realizó de manera discrecional, enriqueciendo presidentes, comprando intelectuales y periodistas, ocultando omisiones gubernamentales, escondiendo la represión política, acusando a líderes opositores del delito favorito del régimen, de disolución social. Una larga cadena de agravios históricos que nuestra clase política está dispuesta a expandir y a la que nadie acorta.

¿Será malentendido el fin de la democracia? Se estará pensando que la prosperidad de una sociedad está vinculada al tipo de régimen político. Las estadísticas desmienten. El país con más crecimiento económico en el mundo tiene como diseño institucional a un partido dominante y comunista. Aceptando que la corrupción en China sí conoce al castigo. La más reciente muestra de corrupción castigada fue el caso de la leche contaminada que mató a seis bebés de familias pobres y dejó condenados a muerte a dos altos cargos de la empresa. El régimen chino es todavía funcional y sacrifica el progreso político ofreciendo progreso económico, habrá que esperar si las futuras generaciones chinas aceptan el ritmo impuesto.

En el sistema político mexicano, tal parece, la impunidad es garantía para la clase política, la rendición de cuentas se reduce a término panfletario y electorero. Las viejas prácticas pronto fueron aceptadas por los partidos ahora en el gobierno y la sociedad terminó pagando el engaño y la mentira. Los partidos en campaña se aferran a mostrarse diferentes, cuando todos sin excepción terminan defendiendo el statu quo. ¿Cuáles son las propuestas de los diputados o candidatos actuales para mejorar la competitividad en los sectores cruciales para detonar el crecimiento económico? ¿Cuál no se doblegará ante los intereses de Televisa, TV Azteca, Telmex y demás poderes mediáticos? ¿Cuál modificará la constitución para la revocación del mandato y la reducción de los sueldos de miedo que recibe nuestra clase política una de las mejores pagadas del mundo?

Y al final se piensa ¿Por qué los candidatos que ahora piden el voto prometen iniciativas que ahora mismo los diputados actuales no solamente podrían comenzar sino que deberían ser urgidos de realizar y que son necesarias para crear las reformas de fondo para el país?

El ideal de la democracia funcional pasa por un sistema de partidos fuerte que sea representativo de las diferencias políticas. Cada expresión tiene representación política y derecho a disentir. El problema surge cuando los ciudadanos no encuentran diferencia entre competidores y la abstención se impone. Por otro lado, la abstención como castigo a la clase política luce ineficaz, no solo deja las cosas como están, sino que las agrava. Hace falta la politización, la reflexión, plantear estrategias, definir prioridades, pero no dejar de salir a las urnas y  pensar en otras formas de participación.

Las palabras de Alfonso Reyes al respecto son imprescindibles. No debe bastarnos una democracia de voto libre pero con pies descalzos, vamos a precisar de una democracia que calce a la mayoría respetando su voto y una cultura que, a la cabeza y al corazón, le de la fuerza motriz de la civilización, los brazos y las piernas del movimiento, y precisar de guías morales, políticos e intelectuales.



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