Hace 25 años Internet era un término ajeno para los mexicanos. Hace 25 años el régimen político mexicano estaba en manos de un solo partido político y el presidente disponía de facultades que rebasaban por mucho las establecidas en la Constitución o cualquier otro ordenamiento jurídico. Hace 25 años los medios de información decían lo que a los poderosos les convenía que el público, audiencias o lectores vieran, escucharan o leyeran. En medio de tal situación de asfixia nació La Jornada, como un espacio que se abría con una intención en apariencia sencilla: presentar información de los sucesos que, existiendo en la realidad, no eran consignados por los medios al servicio de la clase política, económica y culturalmente poderosa.
Hoy, en 2009, las cosas no han cambiado demasiado. Internet ha revolucionado la naturaleza de la información y de los medios por los cuales se transmite y es posible enterarnos en tiempo real de casi cualquier acontecimiento. Sin embargo, el régimen político y el manejo de los recursos públicos están en manos de dos partidos, entre los cuales no existen demasiadas diferencias de fondo. El presidente ya no conserva las facultades “metaconstitucionales” de antaño, pero poco le importa la propia Constitución. Los medios de información tradicionales –radio y TV, así como la prensa escrita- siguen diciendo en su mayoría lo que a los poderosos les conviene que el público, audiencias o lectores vean, escuchen o lean.
Hace 25 años, al presentar el proyecto de edición de La Jornada, Pablo González Casanova señalaba: “Porque somos optimistas luchamos. Porque tenemos esperanza en un destino somos críticos. Pero no aceptamos el optimismo autoritario ni la esperanza sin pensamiento crítico.”
Carlos Payán Velver, quien fuera durante años el director del periódico, puntualizaba: “La Jornada será un diario que consigne en sus páginas el movimiento de la sociedad, la realidad diaria y anónima de personas y sectores. Esa experiencia de todos los días que vive el país real y que no siempre se refleja en las preocupaciones y las declaraciones de la cúpula. Un diario que dé voz a quienes no la tienen.”
Tales palabras no serían sino una muestra de retórica si no fuera porque para cualquiera es evidente que en sus 25 años, -más allá de que, como cualquier empresa privada, La Jornada tenga en parte intereses mercantiles-, el objetivo principal consiste en dar cuenta de la realidad. Aún cuando la realidad sea “fea”: pobreza, discriminación, corrupción, violencia, desesperación, impotencia, crisis, conflicto y un larguísimo etcétera. Principalmente trascienden su calidad de palabras fundadoras porque quienes hemos vivido en la Ciudad de México, sabemos que lo mismo el poderoso que el desamparado, el gran empresario o el ambulante, el legislador o el agitador callejero, todos tienen un ejemplar a la mano para enterarse de los eventos, pero, principalmente, para leer sus páginas editoriales a las que no escapa ningún yerro, del color partidista que sea. Es decir, La Jornada representa en resumidas cuentas, libertad e independencia.
Un 19 de septiembre de 1984 sale a la circulación La Jornada y 25 años después es un proyecto en consolidación y madurez plena. Aún cuando en su versión nacional se ha dado cuenta a detalle de la cronología de hechos que han construido su forma actual (véase la dirección electrónica http://aniversario.jornada.com.mx) es necesario recordarlo en nuestras páginas locales, pues sin ello no podríamos explicarnos el nacimiento de proyectos tales como La Jornada Aguascalientes.
Porque en estos 25 años La Jornada ya era parte para algunos de los habitantes de esta región. Ya fuera en el local del café de Publicaciones Excelsior o en los puestos de revistas de la calle Madero, lo primero que se hacía era ir al mediodía para ver si ya habían llegado los diarios del DF. Ya fuera que se tuviera predilección por cualquiera de sus articulistas o editorialistas, ya fuera por la Jornada Semanal o el extinto suplemento político Masiosare de los domingos, lo cierto es que la búsqueda del ejemplar era un ritual a través del cual finalmente acudíamos a conocer otra visión de los hechos que difícilmente en otro lado se encontraba.
La Jornada Aguascalientes es digna portadora del nombre con que se bautizó al proyecto original. Hace unos cuantos meses apenas nació nuestra parte local y nada le pide a otros: con sus ediciones hermanas, las locales de otros estados como San Luis Potosí, Jalisco, Zacatecas entre otros, creo observar que supera en calidad de contenido a varias de ellas. Con los diarios locales de Aguascalientes algo ha de estar pasando que nuestra Jornada ha provocado evidentes mejoras en los otros, por lo menos en lo que es una de las principales virtudes del diario, sus páginas editoriales o de opinión. Porque La Jornada no pertenece a la derecha o a la izquierda y encontramos las voces de unos y de otros. Académicos, miembros de minorías de todo tipo, legisladores, artistas, o simplemente quien ha tenido algo que decir, aquí ha encontrado voz.
Este diario, afirma su editorial fundador de 1984, “surge cuando la sociedad mexicana sufre todavía una de las peores crisis de su historia”. Entre los mayores estragos que ésta ha causado, agrega la reflexión, se encuentran “el desaliento y el cinismo, o la aceptación fatalista de que mientras dure la crisis no vale intentar la corrección de las injusticias y las insuficiencias”. 25 años han pasado y desafortunadamente poco ha cambiado. Afortunadamente La Jornada sigue aquí.