Recuerdo que, en mi clase de ciencia política en la casa de los Linces, el maestro nos explicaba que el populismo parte de la idea que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: “El verdadero pueblo” y “la élite corrupta”, tema que después desarrolló de manera magistral el politólogo neerlandés Cas Mudde en su libro titulado Populismo: una muy breve introducción.
Bajo esa premisa teórica, si bien siempre hemos vivido bajo regímenes populistas, ahora está exacerbada la relación entre el llamado “verdadero pueblo” con la “élite corrupta” y se ve reflejado en el acontecer diario de la agenda política y la cotidianeidad de todos nosotros.
De pronto este término es empleado como un insulto político o por lo menos así lo percibe el actual gobierno y sus seguidores, pareciera que esta administración es populista, clientelar, paternalista y, por supuesto, sin escrúpulos, aunque y siendo sinceros, nunca hemos sido gobernados de otra manera; y creo que este estilo de administrar la vida pública no es exclusivo de los países latinoamericanos o naciones emergentes de otras latitudes del globo terráqueo. Apenas hace unos días fuimos testigos del fin de un régimen populista en el país de las barras y las estrellas, en cualquier lado del espectro político, de izquierda o de derecha podemos encontrar gobernantes que gustan de unificar la voluntad del pueblo además de utilizar de manera incansable la frase “yo soy el pueblo”.
Pero, está de moda el populismo o qué está pasando, realmente la sociedad se cansó de los esquemas políticos que se venían desarrollando incluso en los países que son potencia mundial, o por qué de pronto naciones como Estados Unidos de América con la recién concluida administración Trump o Marine Le Pen en Francia quien actualmente se sitúa como vencedora de la primera vuelta de las elecciones presidenciales presentan rasgos en sus estilos de gobernar claramente populistas y autoritarios.
Benjamin Moffitt plantea en su libro El auge global del populismo que uno de los principales rasgos del típico líder populista es jactarse de interactuar utilizando “malos modales”, es decir, salir del protocolo que marca el comportamiento de un presidente llamémosle convencional a un actuar incluso grosero más que atrevido.
Acá en nuestro querido México no nos salvamos, debimos vacunarnos para el covid y para este estilo populista de gobernar que, además de polarizarnos, ya está generando estragos en otras áreas como la misma salud o la economía.
El presidente de México se infectó de covid, es una persona mayor, hipertenso además de que ya tiene en su historial clínico un infarto; derivado de sus “malos modales” ahora es criticado en las redes sociales, pues en su momento dijo en tono de burla, hasta grosero, que no mentir, no robar y no traicionar ayudaban para evitar el contagio del virus que por cierto está fuera de control en nuestro país y que lo tiene momentáneamente fuera de servicio, ni las estampitas lo salvaron. Son las consecuencias del estilo populista que señala Moffitt, seguramente sí, y de esa manera garantiza un estado de crisis que le permitirá estar siempre a la ofensiva. Qué espera usted estimado lector sobre las futuras declaraciones del presidente mexicano cuando regrese a su cotidiana palestra, subestimará la enfermedad, le dará gracias a las estampitas que lo cuidaron para salir de esta, acusará a sus adversarios y a los medios por haberse infectado; mire, no es necesario esperar a que él regrese, aun sin su presencia la sociedad está divida, los que le desean su pronta recuperación, los que le desean lo peor y los que no creen que está enfermo, pues piensan que es una estrategia para reforzar su popularidad y garantizar el triunfo de su partido en el próximo proceso electoral.
Asegurar ese estado de crisis que plantea Moffitt al permanecer a la ofensiva y ganar espacios en la opinión pública, me hace recordar un fenómeno similar; haga memoria, cuando al Revolucionario Institucional le mataron a su candidato, qué pasó después, por primera ocasión en la historia de México, el PRI ganó sin echar mano del tan gustado fraude electoral, las personas se volcaron a las calles para manifestar su “solidaridad” con el mal logrado candidato y su partido, yo me atrevería a decir que los tricolores ganaron por Colosio aún sin él, se mantuvieron a la ofensiva y les funcionó, si ahora fuera el caso y no me refiero a la muerte de su líder sino a la solidaridad hacia su persona, Morena pudiera tener muchas posibilidades de arrasar el 6 de junio, pero no lo sabemos, es mera especulación, por el momento es estar en boca de todos para permanecer vigente, nada más.
Nadia Urbitani profesora de la Universidad de Columbia, en Nueva York dice que “un líder populista que llega al poder está ‘obligado’ a estar permanentemente en campaña para convencer a los suyos de que no es y nunca será el establishment”. Sin duda padecemos uno de los regímenes más populistas de todos los tiempos y ahora aderezado con esta pandemia mundial nos pone ligeramente en desventaja con relación al resto de las naciones que no tienen esa figura dentro de su esquema de gobierno, aun así, considero que es tiempo de asimilar el momento, remar contra corriente y evitar que este esquema populista de gobernar nos fracture en dos corrientes, no necesitamos un líder con “malos modales”, grosero, estábamos esperando un cambio pero no está pasando, un régimen con estas características no nos cae bien en estos momentos. El populismo es una tendencia a nivel mundial, si, pero, México no necesita seguir estilos, veamos por nuestro bienestar, unidos, que el presidente se recupere y entienda que el régimen populista al único que benéfica es a él y a los suyos no a los millones de mexicanos que pisamos esta tierra erosionada por las malas decisiones políticas que se han tomado a lo largo de nuestra historia.
@ericazocar
