Hoy hablaremos del capítulo 11 de la 2ª temporada de Los pingüinos de Madagascar, titulado “El Tesoro perdido de la Ardilla Dorada”. Comienza hace 100 años, cuando la ardilla dorada esconde una llave del tesoro en una cápsula del tiempo, con el fin de que las ratas no puedan tomarla. La llave está unida a un amuleto en forma de rostro de ardilla, que tiene dos ojos de rubí que hipnotizan a los avariciosos. Después de un siglo, la cápsula es abierta y las ratas toman la llave: “por fin el tesoro le pertenecerá a las ratas, gracias a que tenemos la llave, y lo digo en sentido literal y metafórico”; desde ahí se muestra tanto la alegoría espiritual: el tesoro se encuentra si tienes la llave, si entiendes los símbolos que puedes percibir por tus sentidos, y los comprendes en tu interior. La rata es símbolo de quien vive en la oscuridad y la codicia.
Entran a escena los pingüinos y lémures, que arrebatan la llave a las ratas, y empieza la lucha por el tesoro. Uno de los pingüinos dice que no se pueden negar a la aventura plagada de misterio, que concluirá con una lección sobre la importancia de las posesiones NO materiales. Para entender el lenguaje de las ardillas, una ardilla anciana les dice que claves ocultas los guiarán a encontrar el tesoro que tendrán que destruir. La alegoría de la ardilla y los ojos de rubí es símbolo del conejo que entra y sale de su madriguera en busca del conocimiento y la verdad. La ardilla anciana representa la sabiduría de la maestra y la guía al alumno que carece de luz.
La primera clave se da en un obelisco (conocimiento transmitido en Egipto) donde introducen la llave y los ojos de rubí lanzan un rayo que muestra el lugar donde está la siguiente clave: la guarida de una nutria, un animal que, al igual que el pingüino, simboliza el equilibrio entre tierra y agua. La anciana les dice que muchos que tienen avaricia en sus almas no se detendrán para obtener el tesoro, e imaginen lo que harían si se apoderan de ese poder: el conocimiento en personas codiciosas resultará catastrófico para la humanidad. Las ratas se dan cuenta de que los pingüinos y lémures encontraron la siguiente pista, y esperan a que la descifren, pues las ratas dicen que el trabajo te lleva al tesoro, pero ellas odian el trabajo y dejan que otros trabajen para luego aprovecharse de lo que obtengan. Es decir, el trabajo constante de uno mismo es lo esencial, pero para una rata no.
Buscan la siguiente pista y encuentran una escalera oculta de caracol que baja hacia el centro de la tierra: la anciana les mostró el camino y la puerta, y ellos tomaron la decisión de cruzarla. Entran al túnel, y resulta ser el drenaje donde encuentran símbolos que les indican el camino hacia el tesoro; para llegar a él, encuentran una cámara oculta iluminada con antorchas, y un mapa antiguo en una piedra con símbolo de serpiente: evolución, regeneración y conocimiento que obtienen una vez que pasan trampas y obstáculos que se les presentan antes de llegar al mapa: obstáculos de la vida, lo desagradable que te hace crecer. Las ratas llegan, arrebatan el mapa, y les dicen que si quieren volver a ver a la nutria, deberán ir al barrio chino y entregar la llave. El lugar se empieza a derrumbar y los pingüinos solo pueden salir por un lugar donde hay fuego; entran ahí y salen a un lugar con agua: es decir, la purificación y renacimiento a través del cosmos y sus elementos tierra, aire, agua y fuego.
Llegan al barrio chino donde se revelará el misterio del tesoro; otra alegoría del conocimiento primordial compartido en Asia, y que la luz surge del oriente. Recordemos que la llave está unida a un amuleto con forma de rostro de ardilla, este amuleto se abre y la ardilla que conoce el lenguaje lee “sólo los puros de corazón tendrán la fuerza para ver la verdad”. La anciana les dice que deben ver a los ojos del amuleto para que les muestre los secretos y deseos más profundos y avariciosos, y demuestren que tiene la fuerza para resistirse o serán consumidos por su propia avaricia. Deben probarse frente a los vicios, superarlos y comprenderse a sí mismos.
Al ver los ojos del amuleto aparecen los deseos mundanos; un lémur se ve como rey despreciando a los demás, un pingüino quiere un cerebro (conocimiento) para controlarlos; otro se ve entre violencia y destrucción; uno más se ve rodeado de patitos y dice que son de su propiedad; otro se ve entre armamento, quiere destruir y se alegra de que los demás vayan a sufrir y mueran; la nutria se ve cómoda en una casa espaciosa. Comienzan a pelear por tener el amuleto (por lo material) y uno de los pingüinos dice “esta es la parte de la aventura donde todos nos atacamos, no te resistas”; es decir, la parte de la vida donde se enfrascan en una lucha sin sentido por el orgullo. La anciana les dice que esa es la maldición: la avaricia los está cambiando.
Las ratas aprovechan, se llevan la llave, bajan a una nueva cámara oculta y los demás los siguen (se siguen adentrando así mismos). Llegan a un lugar donde hay muchas puertas, pero sólo una es la adecuada. La rata introduce las llaves en chapas equivocadas (toma malas decisiones) lo que provoca dañar a otras ratas; la rata no ve, no tiene el conocimiento para ver cuál es la puerta que debe tocar y abrir. La nutria ve la chapa adecuada, abre la puerta y todos entran a una cámara llena de bienes materiales que los deslumbran. El piso se divide y se convierte en una balanza (parte positiva y negativa); en la parte izquierda están las ratas, en la derecha los demás. Todos empiezan a pelearse por el oro, acumulándolo en su lado, y la balanza comienza a desbalancearse. La anciana les recuerda que sólo el puro de corazón podrá ver. Resulta que un lémur que se cree el rey (símbolo del sol y de la luz) es el puro: ve que no tiene ambición, el zoológico y sus amigos es todo lo que ve; se da cuenta que ya tiene todo lo que su corazón desea, e incluso remata al decir que es un momento importante y profundo de revelación: la luz le muestra la verdad.
Comienza a deshacerse de lo material: la única forma de ganar es deshacerse de eso, y así los otros serán los que se hundirán en la oscuridad. Es cuando cobra vida la frase que se dijo al inicio: una lección que evidenciara la importancia de las posesiones no materiales. Así, se liberan, se proyectan hacia arriba y salen hacia lo espiritual, mientras que las ratas se hunden en la oscuridad. Finalmente llega una paloma y le da a uno de los pingüinos la pluma legendaria del halcón de cristal. Con eso, uno de los pingüinos dice que “se trata de una aventura con riquezas antiguas que concluirá con una conmovedora revelación de que lo que estamos buscando siempre lo llevamos adentro” no hay que buscar afuera lo que tenemos dentro de nosotros. El pingüino líder concluye: esto ya no es un final, es el comienzo.
En síntesis, tenemos que interiorizarnos, lo cual nos ayudará a conocernos, encontrar lo que buscamos, y eso provocará que nos proyectemos hacia lo espiritual. La pluma es simbología del ave, del vuelo, del contacto con lo celeste y la divinidad; esa pluma es del halcón de cristal, que todo lo ve, del símbolo de la luz y el sol (deja pasar el conocimiento). El halcón sustituye a la ardilla, o lo celestial, lo espiritual, se sobrepone a lo mundano, a lo terrenal; y el camino de la perfección continúa, pues todo final es el comienzo.