El PRD va saliendo de los dos procesos más difíciles de su historia, por un lado la elección interna del 2008 donde se enfrentaron y polarizaron dos visiones de partido y que en gran parte fueron un festín de la imitación de viejas prácticas que antes se criticaban del PRI y después del PAN, como el clientelismo y corporativismo; por otro lado enfrentamos el proceso intermedio federal del 2009 con entusiasmo, ganas, esperanza y mucho corazón, pero lamentablemente con una izquierda dividida, por tanto el resultado fue adverso y difícil de asimilar.
A todo esto agreguemos que la política en general ha caído en un
desprestigio ante el ciudadano, las personas desconfían y ven esta
actividad como algo poco trasparente y que sólo sirve para beneficio
individual y no colectivo, como individuos que sólo se interesan por su
bienestar y que tienen como objetivo fundamental de sus vidas hacerse
ricos, en pocas palabras ven a los servidores públicos y a los
políticos como parásitos; Max Weber distinguió entre los políticos que
viven para la política y los que viven de la política. En el último
caso, la ambición política deja de valer por sí misma y se rebaja al
nivel de un valor instrumental al servicio del enriquecimiento. Si bien
esto no es algo generalizado, ni privativo del PRD, es necesario
impulsar y encabezar una revolución ética de la política. Donde todos
estemos inmersos, militantes, dirigentes, representantes populares y
servidores públicos emanados de nuestro partido, donde se conduzcan
con ética y honestidad política, teniendo la obligación de actuar en
congruencia con el compromiso adquirido con los ciudadanos.
El militante tiene que retomar el compromiso partidario y el trabajo
voluntario en las tareas partidistas, despreciar el aceptar cualquier
tipo de recursos a cambio de las herramientas de participación
democrática, el militante tiene que actuar libremente y no ceder a
presiones que traicionen sus principios ideológicos.
El dirigente partidista, debe actuar en medio del respeto a los
militantes y en ellos se debe de apoyar para sus tareas; tiene que
rechazar toda forma de organización corporativa o clientelar, el
dirigente que tiene un cargo de dirección lo debe de utilizar para
luchar junto a los demás militantes, no para usarlos.
Los representantes populares y los servidores públicos, tienen que
tener presente no menospreciar y debe respetar los documentos y órganos
del partido, porque con ello respeta la voluntad de los que lo llevaron
al cargo. Su actuar debe de girar en la austeridad que le dé el cargo y
no utilizar los recursos de una forma distinta que para lo que han sido
destinados. Sus acciones tienen que girar en la transparencia y la
rendición de cuentas; debe buscar la igualdad social en todas las
decisiones y respetar las leyes que nos rigen y si encuentra alguna que
no sea justa no debe de violarla, sino luchar para modificarla y
adaptarla con sentido social y de justicia por los medios legales.
Así pues, el PRD tiene de manera inmediata un doble objetivo,
encabezar la congruencia y ética de la política y retomar la unidad de
la izquierda, se tiene que dejar atrás esas luchas intestinas entre los
que tenemos objetivos similares y que sólo diferimos en los tipos de
luchas, la izquierda tiene la obligación de hacer los esfuerzos para
enfrentar los siguientes procesos electorales unida.
Es por ello que después de reflexionar y analizar en estas asambleas
y foros, tenemos que actuar y dar los pasos para tener una propuesta
programática que represente a los más amplios sectores progresistas y
ésta sea el eje que nos diferencie de las propuestas del PRI y del PAN
y sus aliados naturales, que seamos esa tercera opción que la sociedad
exige y pueda despertarle nuevamente la esperanza que algo distinto
puede mejorar los problemas que nos aquejan, y que con ello se haga
realidad el lema de nuestro partido.
¡Democracia Ya, Patria para Todos!
* Palabras del presidente estatal del PRD en la Asamblea Estatal Rumbo a la Refundación el 4 de octubre