En los últimos días, he leído con atención a articulistas, columnistas y “opinólogos”, que a grandes rasgos promueven una tesis que me parece interesante analizar; la de incentivar la abstención o la de promover el voto nulo o voto en blanco, he visto cuartillas de periódicos dedicadas a desmarañar los errores y defectos de partidos y candidatos por igual, preguntándose ¿Por qué votar por esa clase política tan “desprestigiada”? las reflexiones son múltiples y muchas de ellas con argumentos sensatos, pero la propuesta de anular el voto es algo que se tiene que debatir con seriedad.
Es fácil y hasta tentador para muchos, sumarse a los que opinan que todo, todísimo está mal en la política nacional y local, es tan fácil como los que tienen una mala experiencia con un doctor y generalizan que la ciencia médica es un fraude y está tentado a experimentar con curanderos y brujos del encanto. En esta lógica, tendría el susodicho que reflexionar que en la ciencia médica, claro que puede haber médicos negligentes, charlatanes y burócratas, pero sería un error generalizar el suceso con toda la medicina y a los médicos.
Segunda reflexión, el voto nulo o voto blanco como una forma de expresión de inconformidad de la ciudadanía, es algo para analizar. Una ponencia que presenté en un foro organizado por el IEE en Agosto del 2005 y hoy la retomo. En aquel entonces era yo representante del PRD ante el Consejo General del órgano electoral y no por ello me negaba a discutir la instauración del voto blanco, la propuesta era la siguiente: que en la boleta electoral se dedicara un espacio de las mismas proporciones que el que ocupan los partidos y apareciera uno destinado al voto blanco, con la finalidad de darle el espacio al ciudadano consciente de querer ir a anular el voto y que no se confundiera con el de personas que por error o accidente tachan mal la boleta; y así otorgarle al ciudadano un herramienta con la que pudiera demostrar su no preferencia por los partidos. El votante en blanco sería un reflejo que existe una crisis de representación política en ese territorio por parte de los partidos y sus candidatos; pero la propuesta no quedaba solo ahí, sino que la expresión del ciudadano que reflexionó para no votar por nadie, pero que sí se dio el tiempo de participar y hacer sentir su rechazo, consistía en que, si este recuadro era cruzado y rebasaba la mitad de votos obtenidos por el partido ganador, se tendría que realizar nuevamente la elección con candidatos totalmente distintos; con ello se tendería a que el sistema político se renovara y que los partidos se abrieran a nuevas ideas y propuestas más cercanas al ciudadano del distrito o municipio.
Estas dos reflexiones me llevan a que se invite al ciudadano a que delibere, compare y cuestione; a la opinión pública y a los medios de comunicación a que organice los foros de debate donde candidatos y partidos asistan para defender plataformas, propuestas y rindan cuentas de su actuar en cargos pasados; Invitemos a que el ciudadano informado o líder de opinión difunda candidaturas de nivel, pero en esta elección sería un error incentivar la abstención o anular el voto. Porque esto lo aprovecharía las viejas estructuras partidistas, corporativas y que coaccionan el voto.
Debemos discutir las formas de expresión ciudadana en la democracia, confrontemos las propuestas, pero lo más importante es materializarlas, a estas alturas de la campaña, promover la abstención o la anulación del voto no llevará a nada más que a que ganen las viejas estructuras partidistas, los que tengan mayores grupos clientelares y corporativos serán los beneficiarios, y que una expresión ciudadana legitima, se quede solo en una buena intención de inconformidad, sin efecto y reflejo en el resultado.