Ya hemos comentado que los mejores discos en el rock se publicaron entre 1967, quizás algunos desde 1966 y este período de creciente fertilidad y creatividad se extiende hasta más o menos 1975. Casi 10 años de fecunda producción musical en donde el llamado rock clásico se consolida con los mejores discos de Led Zeppelin, The Beatles, The Doors, Janis, Hendrix, Rolling Stones, Deep Purple, Traffic, The Cream, The Who, Bob Dylan, Creedence, U.F.O., Carol King, Eagles, Elton John. Black Sabbath define con puntualidad cómo debe ser el metal, en fin, la lista resulta inagotable.
El rock progresivo se consolida con los mejores discos de King Crimson, Yes, Genesis, Emerson, Lake & Palmer, Camel, Caravan, Soft Machine. Conocemos también algunos de los mejores discos de grupos italianos, verdaderas obras maestras de Le Orme, Premiata, Il Balletto di Bronzo, Museo Rosenbach, Banco del Mutuo Soccorso, New Trolls, Quella Vechia Loncanda, y muchos más. De otras latitudes europeas, grupos holandeses como Focus, franceses como Ange, alemanes como Tangerine Dream o Faust, ofrecen al mundo algunos de sus mejores trabajos en estos años de transición de los 60 a los 70.
La Banda Chicago, por supuesto, no se queda al margen de toda esta efervescencia musical, de hecho estamos hablando de sus mejores años. Después de su álbum debut llamado Chicago Transit Authority, que es excelso, continúan con esta misma tendencia. El 11 de enero de 1971, hace cincuenta años, publican su tercer trabajo llamado simplemente Chicago III, todavía con la alineación original con Robert Lamm en los teclados y las voces, el inmenso Terry Kath en las guitarras, Peter Cetera en el bajo y en la voz, Daniel Seraphine en la batería y la sólida y contundente sección de metales con Lee Loughnane en la trompeta, James Pankow en el trombón y Walter Parazaider en el saxofón, flauta y voces. Esta es la banda Chicago original.
El Chicago III es un disco muy ambicioso y con un discurso musical que sin renunciar a su naturaleza que es el rock, no deja de tener frecuentes y muy afortunados coqueteos con el jazz, de hecho esta misma tendencia la encontramos en todos los discos de la primera etapa de la Banda Chicago, al menos hasta la muerte de Terry Kath y estos, sin discusión, fueron sus mejores años.
Estamos hablando de un disco que no nos presenta una serie de canciones sueltas, sino un álbum con estructura y un perfil definido. Inicia con cuatro temas musicales: “Sing a mean tune kid”, “Loneliness is just a word”, “What else can I say” y “I don’t want your money”. Después viene la estructura de tres obras a la manera de la música de concierto o del jazz que divide una misma unidad musical en varias partes. La primera de las tres Suites o bien, la primera de las tres obras se llama “Travel Suite” y está estructurada en seis partes, que si bien es cierto forman todas ellas una unidad con identidad definida, eventualmente interpretaban algunas de estas partes de manera independiente en algunos de sus conciertos. Las partes que integran la “Travel Suite” son: 1) “Flight 602”, 2) “Motorboat to mars”, 3) “Free”, 4) “Free country”, 5) “At the sunrise” y se cierra con 6) “Happy ‘cause I’m going home”. Vienen después un par de canciones: “Mother y Lowdown” como un pequeño puente a la siguiente unidad temática que es “An hour in the shower” formada por cinco partes: 1) “A hard risin’ morning without breakfast”, 2) “Off the work”, 3) “Fallin’ out” 4) “Dreamin’ home” y 5) “Morning blues again”.
El Chicago III termina con “Elegy”, una obra compuesta por seis partes que son: 1) “When all the laughter dies in sorrow”, 2) “Canon” 3) “Once upon a time…”, 4) “Progress?”, 5) “The approaching store” y termina con 6) “Man vs man: The end”.
Sin dejar de ser un disco de rock, después de todo esa es su naturaleza y su razón de ser, ya dijimos que el jazz le parece irresistible pero al mismo tiempo mantiene algunos elementos propios de la gran música de concierto y no renuncia a las estructuras de las grandes obras sinfónicas. Finalmente. Al terminar de escuchar íntegramente esta joyita de 1971 nos queda esa sensación de que la buena música no necesita de etiquetas y clasificaciones y que esta tendencia a ponerle un nombre a todo lo que escuchamos obedece sólo a dos cosas, a la ubicación e identidad de un lenguaje musical y a fines comerciales con el objetivo de etiquetarlo en los charts, pero no hay problema, este tipo de obras musicales no tienen el menor interés en ser complacientes con la mercadotecnia, su única vocación, su único compromiso es con la música, eso es irrenunciable.
De verdad vale la pena escuchar este disco de principio a fin, de hecho, desde el primer acorde jazzeadito del tema que abre el disco “Sing a mean tune kid” nos atrapa y nos invita a seguir la audición hasta la última pista. No se trata de un disco del que se desprendan dos o tres sencillos en el mejor de los casos y todo el resto del material resulta de desecho, no es el caso de este disco como no lo es de ninguno de los de la primera época de la Banda Chicago, es un disco que exige nuestra atención y concentración en toda su integridad.
El Chicago III no se anda con pequeñeces, es una obra maestra de principio a fin, y este mes cumple sus primeros cincuenta años, disfrútalo.