La verdad está allá afuera suelen emplear los conspiracionistas para explicar las razones por las que no vemos los lazos con que nos atan a una versión del mundo donde estamos sometidos, con afuera se refieren al mundo que nos rodea, donde los caminos marcados por los poderes fácticos son invisibles y sólo respondemos en la medida en que se nos dicta. Wake up sheeple también dicen, mezclando en inglés ovejas y personas (sheep & people) para decir que estamos dormidos y con los ojos cerrados, por lo que no vemos todos los mecanismos de opresión que nos mantienen siguiendo órdenes.
A partir del movimiento Black Lives Matter se comenzó a hacer popular el uso de la palabra woke, para con ella describir a quienes han logrado despertar y entender con una perspectiva empática otras clases sociales, culturas diferentes o personas con enfermedades físicas o mentales, incluso a pesar del privilegio en el que viven que los haga diferentes o distancie; un woke hombre se declara feminista, o siendo de raza blanca acompaña la lucha de la comunidad negra, un woke supone que tiene los ojos abiertos y entiende que el mundo es un solo y que su tarea es unirse a un movimiento, acompañar a una causa, sin que necesariamente sea la suya.
En su disco Desenchufado, Jaime López les cantó a la versión ochentera de los woke, la canción se tituló “Los Señoritos” y los define así:, los “de siempre en el mitin de hoy, en su importante grupito de no más de cien, los señoritos jugando a la revolución, así se carguen a los de abajo y hasta se caiga el propio país, siempre ha de haber escudos humanos y un lugarcito seguro en París; con el poder heredado de sangre en la tinta, los señoritos bien son los abajofirmantes”, sólo que hoy ya no tienen que asistir físicamente a ningún lugar ni cargar físicamente alguna bandera, basta con que la pongan enfrente de su foto de perfil en Facebook o fijen un tuit con su consigna en Twitter.
Los despertados ejemplifican lo que Byung-Chul Han describe cómo la sociedad de la indignación, una sociedad del escándalo que “carece de firmeza, de actitud. La rebeldía, la histeria y la obstinación características de las olas de indignación no permiten ninguna comunicación discreta y objetiva, ningún diálogo, ningún discurso”, porque para ellos abrir los ojos es sumarse a la rebambaramba desde su trinchera personal, ser vistos, reconocidos, premiados por el empeño que ponen en demostrar que están despiertos.
Un despertado no necesariamente tiene filiación política, porque lo que prima en su interés es que se le reconozca, igual puede ser un defensor de la Cuarta Transformación que pone la mano al fuego por Andrés Manuel López Obrador porque es feminista o defensor de los pueblos originarios, o bien puede ser un seguidor de los del Frena que escribe consignas contra el presidente porque no se ha manifestado abiertamente a favor de la diversidad; lo único que cambia es el tipo de leche con que pide su café.
En nombre de estar despierto, las estrellas de la cultura popular, cantantes, actores o simples influencers han hecho en más de una ocasión el ridículo, posteando en Instagram su solidaridad con el movimiento Black Live Matter o declarando que un comercial que cobran es su aportación a tirar de una vez por todas el patriarcado. Es la cultura del ego la que nos mueve, la necesidad de reconocimiento a la intención antes que la acción, porque en el mundo de las redes, lo que más importa es que sepan quién eres antes que el movimiento al que te unas. Ser popular.
En tiempos electorales, cualquiera se une a movimiento o causa, mientras sean asuntos generales y no impliquen levantarse de la silla, en las elecciones es cuando debemos tener los ojos bien abiertos y más allá de las reacciones en redes sociales recapacitar el sentido de nuestro voto. Despertar.
Coda. No faltará quien me señale que me equivoco al aglomerar a los despertados en esta masa ansiosa y que hay un puñado de bienintencionados que realmente están haciendo algo por cambiar las condiciones del mundo, mientras ese algo se reduzca a un clic, un like o me encorazona, como Robert Bresson seguiré pensando: “Lo fantástico es que para tranquilizar a la gente basta con negar la evidencia”.
@aldan