Grease – El rock llegó para quedarse/ El banquete de los pordioseros - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Vi en la televisión anunciada la película de Vaselina, o Grease por su título original en inglés, esto fue el pasado miércoles 13 de enero a las 19:00 horas y decidí verla, mi esposa se sumó al interés y nos pusimos ver, por enésima vez la película protagonizada por Olivia Newton John y John Travolta.

La película se realizó en noviembre de 1978, yo estaba en segundo año de secundaria y mi interés musical no tenía mucho, o quizás nada qué ver, con las cuestiones discotequeras reinantes por aquellos años, al menos en los medios comerciales. Recuerdo bien que mientras muchos de mis compañeros de generación en la secundaria se volvían locos con Saturday Night Fever, el grupo Tavarez, Silver Convention y otras cosas desechables, –y o creo que lo único trascendente de aquella generación disco fueron los Bee Gees, y no por lo realizado en esa segunda parte de los años 70, sino por el incuestionable sustento que les da toda su carrera musical– yo me refugiaba en el dulce remanso que me ofrecía la música de The Beatles, tanto de ellos como grupo como de la producción solista de cada uno de sus cuatro integrantes y en nuevas cosas que poco a poco iba descubriendo, entre ellas y de las de mayor sustento debo contar a Pink Floyd que ya se perfilaba como una de mis agrupaciones favoritas en mi larga, insaciable e interminable búsqueda de nuevas formas de expresión musical, Supertramp, Led Zeppelin, The Who y, por supuesto, sus Satánicas Majestades, los Rolling Stones. Considero necesario agregar el comentario de que por aquellos años de mi naciente formación musical en lo que a rock se refiere, mi gran gurú, o no solamente mío, sino de todos aquellos que considerábamos demasiada boba la música disco para ser tomada con seriedad, –recordemos lo que comentó el gran director de orquesta Herbert von Karajan respecto a la música disco: “Prefiero ver un foco encendido durante una hora, hay más variedad y propuesta que en escuchar cinco minutos de música disco”– fue mi buen amigo Alejandro Arenas Martell, con él conocí, además de esos grupos mencionados anteriormente, a otros de más difícil acceso como Le Orme, Premiata Forneria Marconi y otras agrupaciones italianas de rock progresivo. Esos años de conocimiento y digestión de música que para mí era nueva, me golpeó en la barbilla y me noqueó sin piedad. Todavía hoy, después de más o menos 40 años de haber conocido esos manjares musicales me siguen sorprendiendo como la primera vez, o quizás más, porque al degustar y digerir mejor esas suculentas mieles, lógicamente las disfrutas mucho más.

Lógicamente mis compañeros de la secundaria que enloquecían con “Play me like a yoyo” o “Fly Robin Fly” de la Convención de Plata o bailaban al ritmo de Village People coreando “Macho Macho Man” o “Y.M.C.A.” ahora escuchan otras cosas y esas canciones solo vienen a cuento en una fiesta temática, pero nada más.

Por el contrario, mis amigos roqueros y yo seguimos escuchando exactamente lo mismo que en la segunda mitad de los años 70, en lo personal, Le Orme, Pink Floyd, Led Zeppelin, King Crimson, Yes, Genesis, P.F.M. New Trolls, Triumvirat, Il Balletto di Bronzo, Mueso Rosenbach, Supertramp, The Who, The Doors, Jimi Hendrix, Janis Joplin y por supuesto The Beatles, todas estas agrupaciones siguen siendo la banda sonora de mi vida y sus discos constituyen, junto con mis libros, el mayor tesoro que poseo. Este es uno de los muchos criterios que podemos utilizar para definir cuál es la buena música, la prueba del tiempo, la música es exactamente como los buenos vinos, el tiempo los hace mejores.

La película de Grease, o Vaselina, no obstante me llena de nostalgia, más allá de la música es la época, un período de tiempo sin preocupaciones y en el que fui inmensamente feliz y tenía todo, nada me faltaba, la vida todavía no sacaba a relucir sus garras afiladas y de sus fauces todavía no salía ese fuego que quema. Me faltaba mucho por aprender y muchas cosas que vivir, faltaba todo eso que llamamos madurez, pero como sea, yo era feliz. Fue entonces que al volver a ver aquellas escenas de la película, aquellas coreografías que son ya un referente en el cine musical me llenó de nostalgia, pero aún embriagado por ese dulce néctar no puedo dejar de sentir cierto coraje por la forma en la que termina la película.

Todo el film está ambientado en los años 50, cuando el rock & roll era un fenómeno social y musical que estaba naciendo y muy pocos lo tomaron con la debida seriedad, muchos afirmaron que como muchas modas, no tendría mayor trascendencia y que quedaría en una locura de juventud, y ya ves lo que sucedió después, sin duda alguna el rock se convirtió en el más grande fenómeno sociocultural, ideológico, y por supuesto musical en el siglo XX y lo que va del XXI. El rock no muere, sólo se transforma.

Pero volvamos a la película de Vaselina, es 1978 y la música disco es la moda, entonces viene esa desagradable coreografía en donde Olivia Newton John aparece en el parque de diversiones vestida a la usanza de las discos de los 70 y canta con Travolta la canción “You’re the one that I want”, es algo así como hacer a un lado los roquerísimos años 50 y darle lugar a los discotequerísimos años 70.

Y sin embargo, la música disco fue una moda, queda en el recuerdo, y sin embargo, el rock llegó para quedarse.



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