ace escasos tres días se cumplió un año del trágico accidente aéreo que privó de la vida al entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y a quince personas más, entre las que se encontraban algunos colaboradores del mencionado funcionario, el ex encargado de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos, la tripulación de la aeronave y personas que transitaban por el lugar donde cayó el avión Lear jet.
Sin el ánimo de disminuir el recuerdo que Felipe Calderón pueda tener de un hombre tan cercano a él, como lo fue Mouriño, llama poderosamente la atención la forma tan poco prudente con que ha querido manejar el recuerdo de su amigo, y la manera tan excesiva de pretender perpetuar el “legado” de su entrañable colaborador.
Seguramente mucha gente, pensará por qué no se erigen parques, en
los lugares donde ha habido tantos accidentes en los que han muerto
miles de personas, por qué no se construyen estos mismos en las zonas
donde tantos policías y militares han muerto en el combate a la
delincuencia organizada, a partir que Calderón inició esta estrategia
de enfrentamiento al narcotráfico.
De igual forma, probablemente muchos miembros del Partido Acción
Nacional, se estarán preguntando sin encontrar respuestas suficientes,
cuáles fueron los méritos de Mouriño, para que con ahora se cuente con
un busto de este panista de no muy larga militancia, en la sede
nacional de su partido. Cuántos panistas de verdaderos legados
ideológicos tendrían que estar inmortalizados en bustos, y ubicados en
el edificio que alberga a su Comité Ejecutivo Nacional.
Y por si algo faltara, Calderón vuelve a abrir paso a los rumores,
sobre la verdadera causa del accidente aéreo, cuando al igual que lo
dijo hace un año, su discurso habla de “no dejarse atrapar por los
miedos ni por las cobardías”. Para qué construir un discurso sin la
exactitud de sus expresiones, o es quizás, que él sabe algo más de lo
que sucedió ese día, y ha preferido guardárselo para sí mismo.
Lo real es que actitudes como estas de excederse en el recuerdo de
su amigo, sólo exhiben lo que a todas luces es un rumor que es público,
la soledad del actual ejecutivo federal en la acción de gobierno es
cierta. Calderón encuentra día a día, una absoluta falta de
entendimiento y comunicación con su gabinete y con su partido. Pruebas
de ello se suceden de manera cotidiana, y sólo por ejemplificar, me
atrevo a señalar las siguientes: la ausencia de trabajo político de sus
coordinadores parlamentarios en el Congreso de la Unión para apoyar su
propuesta de Ley de Ingresos, que dejó claro que ni siquiera encontró
los consensos internos en las fracciones de su partido; las
declaraciones de Calderón exigiendo a los grandes empresarios su
responsabilidad en el pago de impuestos, lo que se atrevió a hacer por
información que le allegó su secretario de Hacienda, y la cual fue
desmentida por la cúpula empresarial, que le demostró al jefe del
ejecutivo federal, que estaba mal informado, y así podría marcar muchas
más.
Con esta absoluta soledad es claro, que Felipe Calderón extrañe a su
amigo Mouriño, pero también es demostrativo, que ese espacio en el que
podía hacer ejercicios mayeuticos con Juan Camilo no lo ha ocupado
nadie más, y es que si vemos lo que Calderón tiene alrededor,
entendemos perfecto por qué prefiere permanecer en su soledad.
Ojalá que Calderón entienda que siempre es bueno recordar a los
amigos, pero permanecer en el pasado sin afrontar el presente siempre
es temerario.