se 30 de mayo de 1986 fue el día del destape del Ingeniero Barberena como candidato del PRI a gobernador del Estado. Previamente, como era costumbre política, pasaron vicisitudes y anécdotas de las que contaré dos.
Yo era Oficial Mayor del Congreso del Estado ese día. Tenía casi seis años en el cargo. Tres antes, Ignacio Ruelas Olvera, (IRO) ,quien fungiría como líder del Congreso y del que habría de depender el Oficial Mayor, me citó en el bar de “Las Trojes” para comunicarme que decía el Gobernador Landeros que quería que continuase otros tres años en el puesto. –¿Y, qué dices tú?, le pregunté, y me respondió que él también quería que yo siguiera.
Al finalizar el primer periodo ordinario de sesiones, me llamó Ruelas y me contó que había ido para acuerdo con Landeros y le había contado de mi satisfactoria labor, a lo que el gobernador le dijo, “ya ve Nacho, yo le decía”, revelando con este comentario, sin querer, la no muy convencida conformidad de Ruelas en mi continuidad. “Y dice el señor gobernador, me anunció, que pases a la tesorería por un mes de sueldo, como compensación extraordinaria”, misma que desde luego recibí de Alfredo de Alba y con eso me fui con mi esposa quince días a Cancún.
¡Ah!, pero no todo es felicidad. Antes del destape, un día ocurrió Ruelas a mi oficina para soltarme: -“Miguel Romo quiere que yo diga que estoy con él, pero no lo voy a decir”-. Resulta que el candidato de IRO, por desconocida razón, era el profesor Andrés Valdivia, con cero posibilidades de éxito. Acto seguido, ordenó quitarme el carro asignado y la compensación que recibía, orillándome a mí, “Miguelista”, a solicitarle audiencia a Landeros pasados los días, para anunciarle mi renuncia, diciéndome su secretaria que ya sabía para que lo buscaba, que después de la feria me recibiría, pero no lo hizo. Y ya destapado Barberena, pues aguanté al final de la legislatura, y no solo eso, fui ratificado un tiempo después por Armando Romero a su llegada como líder del congreso, hasta que entró en funciones el nuevo gobernador. ¡Y pensar que tiempo después Otto, mi hermano, como gobernador, salvó a IRO de las garras de Carpizo, Secretario de Gobernación, hasta el grado de no tomarle las llamadas, me confiaría mi pariente!, pues Carpizo quiso acabar con la incipiente carrera, como funcionario electoral en ese tiempo, de Ruelas, quien hasta la fecha le reconoce a mi fraterno una deuda invaluable.
La otra anécdota, se dio tiempo después de llegar a su gobierno, cuando Barberena me contó que previo a su destape, se publicó a ocho columnas en la segunda edición de Últimas Noticias de Excélsior, un comentario en su contra, promovido por Landeros, quien la verdad sea dicha, le hizo una intensa campaña en contra en los niveles de prensa que él controlaba. Me platicó el Ingeniero que ese día se encontraba en Querétaro y hasta ahí le llamó el Jefe del Estado Mayor Presidencial para decirle: -“Ingeniero dice el señor Presidente (De la Madrid) que ya leyó la prensa, que no se preocupe y que lo espera mañana en Los Pinos”-. A donde Barberena ocurrió desde luego y ahí, le dijo las palabras mayores; sería el candidato.
Por los dos relatos contados creo que así era y así sigue siendo la política; al margen de leyes y estatutos partidistas.
Antes de entrar de lleno a comentarios de la obra del gobierno de Barberena, permítanme decir que hizo una intensa campaña que lo llevó a obtener una alta votación favorable. Paralelamente, otro paisano, Otto, iniciaba su carrera a la gubernatura pues el Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, lo invitó a ser Oficial Mayor de esa dependencia, dejando su puesto de Consejero de la Embajada de México en España. Otto me llamó una mañana pidiéndome informara por cortesía al Ingeniero antes del anuncio oficial de su encargo, por la noche, cosa que hice durante una comida de campaña en el centro agropecuario donde él sentado, me incliné sobre su oído derecho dándole el recado, a lo que me contestó: -¡Ah, así sí conviene!-. Cabe agregar, aunque él nunca me lo dijo, que había comentado en círculos íntimos que si llegaba a gobernador, ¡iba a invitar a Otto de Director de la Casa de la Cultura!.
Con su constancia de mayoría, Barberena partió al Distrito Federal para no volver hasta el primero de diciembre. Allá conformó su gabinete por lo cual le confeccionaron una amplia “sábana” en que aparecían los cargos y debajo espacios en blanco para los nombres elegidos. Ese papel solo lo conocía además del autor, Manuel González, hombre de confianza del Ingeniero -con quien éste rompió abruptamente el cuarto año de su gobierno-, advirtiéndole que debía guardar el secreto del organigrama. Pero todos supimos de eso, y a todos nos decía Manuel como iban nuestros bonos y todos recurríamos a él para saberlo. A mi varias veces me dijo, tu vas para la televisión.
En la última quincena de noviembre fueron llamados a México los que serían miembros del gabinete. A mi solo se me encomendó hacer trámites para la obtención de un permiso para contar con un canal local de frecuencia propia que nunca había existido aquí y, hasta hoy, solo existe ese, el canal 6. Fue hasta el 3 de diciembre de 1986 que se me invitó a formar y dirigir Radio Y Televisión de Aguascalientes.
Finalmente llegó el día de la toma de posesión. Un Baberena, más enérgico que nunca, protestó “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la particular del Estado y las leyes que de ambas emanen”. Hecho lo cual, en medio de atronadores aplausos, se inclinó sobre su lado izquierdo al oído del Presidente del Congreso, diputado Armando Romero a quien algo le dijo, volviéndose a incorporar verticalmente ante el atril.
Meses después pregunté al legislador Romero qué le había dicho el Gobernador Barberena y obsequioso, me informó: “Me dijo, ¡ya chingamos¡”.
Continuará.