Perdidos en el edén que generan las palabras, ya sea leyéndolas o escribiéndolas, se puede estar en el amor del menos indicado o en la ficción de lugares sin presente ni pasado, ser inmortales o tener muchas vidas aunque sea por un rato y también dar rienda suelta al sarcasmo, o a la confesión que puede llevar a la sonrisa o al quebranto. Sabemos o intuimos que el contagio llega por la vía del afecto, de los sentidos, de la pasión con que un texto nos arrebata del aquí y ahora, llevándonos a esos lugares donde las palabras quieren; quizá a esos lugares donde uno se siente más a gusto con la vida. Lugares más amplios que el minúsculo cuarto crema en donde la/el escritora/or escribe, y así, las palabras hacen al mundo inmenso para quien muerde palabras y ejerciendo su derecho a la gula, las devora extasiado, pues sabe que ellas contienen emociones, ideas, espejos, rebeliones, formas de hacer o deshacer, anchuras y brújulas. El mundo desde que es mundo nos perturba, decía Octavio Paz, leemos por que nos falta algo o nos sobra algo, y por obviedad, se escribe por las mismas razones. Leemos por que tenemos sed de algo más amplio, sed de traspasar los límites de nuestras circunstancias y capacidades, en pocas palabras por inconformes. Dice Susan Sontag que los escritores son los profesionistas de la insatisfacción pues como diría Mónica Lavín, la lectura remedia y remienda esa insatisfacción permanente de vivir.
Y para resaltar esta situación, va un leve acervo de citas que siempre ayudan a comprender a esos profesionistas de la insatisfacción. Empecemos con Helene Cixous autora de la “La risa de Medusa” quien decía- Llevamos cinco siglos de entrenamiento para copiar en lugar de crear, por eso es que la mujer debe escribirse a sí misma, escribir sobre mujeres y hacer que las mujeres escriban y esto, por supuesto obliga a sensibilizar, para que las mujeres LEAN en especial sobre mujeres-. Augusto Monterroso recomienda que – Escribir es lograr que en unas miles de palabras, se puedan retener los sucesos, apuros, crisis y alegrías de lo que es la vida-. A Ethel Krauze le queda muy claro que -En literatura, los maestros no son de carne y hueso, sino de papel-; y Franz Kafka decía que -Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que golpeara el cráneo ¿para que lo leemos?-. En contraste Julio Cortázar señalaba que -A la vida hay que leerla y leerla es generarla e inventarla-. Stephen King sostiene que -La mejor manera de aprender es leyendo y escribiendo mucho, las clases más valiosas, son las que se da uno mismo-. Para Fernando del Paso, la lectoescritura es imaginación que de alguna manera es memoria, alquimia de cómo y qué mezclar. Salvador Gallardo Topete defiende que- El arte nació libre y los géneros son camisas de fuerza que aprisionan como jaulas-.Para Vicente Leñero -La misión del escritor es la de dar testimonio de la realidad- . Y no podía falta la visión de Jorge Luis Borges quien decía que -De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es el libro, los demás son extensiones del cuerpo. También alguna vez mencionó que así como el microscopio y telescopio son extensiones de la vista, el teléfono de la voz, el arado y la espada del brazo, el libro es extensión de la imaginación, la creación y la memoria. Y es que el libro realiza una multitud de tareas, algunas soberbias, otras deplorables, distribuye conocimiento y miseria, ilumina y engaña, libera y manipula, enaltece y rebaja, crea o cancela opciones de vida. Sin el desaparecería la historia y la cultura. Y tomando la opinión de Rosa Montero al respecto, ella nos alerta recordando que-Quién es quién para decidir si el legajo de hojas son de verdad una novela, si tiene algún sentido. No estar en el catálogo no implica no ser bueno-. En fin que -Para dedicarse a escribir, vocación absorbente y exigente, hay que entregarse en cuerpo y alma día y noche, para toda la vida, sin esperar otra recompensa que la de saber que una está cumpliendo lo mejor que puede con la misión que reconoció y aceptó tener- por lo menos eso piensa Bárbara Jacobs.
Coincido con Josefina Estrada quien establece que – Leyendo serán mejores seres humanos y estarán mejor capacitados para conocerse a sí mismos y a quienes los rodean. Pero si mi discurso no los convence, entonces les diré que podrán enamorar más y mejor a la persona amada- por que -La lectura da libertad. Leer lo que me gusta, me interesa o me despierta la curiosidad de saber, de conocer… de rehacer el texto, de sentir, soñar, llorar, reír, reflexionar… en el momento deseado, sin imposiciones, sin el temor de ser juzgada o reprimida y sin el desasosiego que da el buscar la aprobación de los demás. En fin que leer, es la oportunidad de poder enriquecer el ser con la ayuda de la palabra escrita- expondría Martha Sastrias. Y bueno en todo caso -La medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan. Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve y cómo se actúa después de leer- dijo un día H. Iriarte. Y bueno es más que obvio que con estos ejemplos podemos decir como Cervantes que en definitiva, las sentencias cortas se derivan de una gran experiencia, pues las verdades elementales caben en un ala de colibrí como dijo algún día Martí y es que leer un libro enseña mas que hablar con su autor, por que el autor en el libro ha puesto sus mejores pensamientos, al menos así aconsejó Descartes y para no romper la tradición, lo único que falta es recordar que las palabras pueden desbandar hacia situaciones insospechadas, lo único que hay que hacer es darles una oportunidad para que nos digan, lo que tienen que decir con tan solo voltearles a ver.