Inicia 2021, que amenaza parecerse mucho al “Annus Horribilis” que concluyó, e incluso “empeorecer”, tal y como diría mi nana Adiosgracias.
Si fuera un niño que concluye un ciclo escolar de primaria exclamaría: ¡pasamos de año! Viendo la gran calamidad que padecemos, sobrevivir no fue; no ha sido cualquier cosa. Pero comenzamos, y yo por mi parte lo hago con una imagen amable que quiere ser promesa; tan solo eso, buen augurio para este año. Se trata de una obra que retrata el episodio evangélico de la Epifanía, la Adoración de los Magos, y de más gente, por lo que se observa en este cuadro que se ubica en la sacristía del templo de Nuestra Señora del Carmen, más conocido como San Marcos, sin duda una de las joyas más preciadas del arte virreinal en Aguascalientes; lo que nos llegó del resplandeciente estilo barroco que se generó en Europa con motivo de la contrarreforma protestante. Pero si usted no profesa alguna de las confesiones cristianas que conmemoran esta celebración con la que culmina el tiempo de navidad, o ninguna otra, pues quédese con el cuadro, que en verdad merece nuestra admiración…
Observe la composición, la manera como el artista organizó el espacio, la ubicación que dio a las cosas y a las personas que asisten a este acto de pleitesía, la actitud de los magos, las vestimentas de todos. ¿Y esos soldados, qué hacen ahí? ¿Son la guardia de los poderosos? Tome nota de la precisión de la pincelada, la inocente belleza de los rostros de la virgen y el niño, los infantes que están detrás, uno de los cuales parece ser paje del mago hincado, dado que sostiene su capa, y que algo comentan entre sí; la expresión dura del hombre que está debajo de la bandera. Fíjese cómo el artista decidió otorgar a su cuadro tres niveles distintos de luminosidad, según la importancia de los personajes. El más alto para los rostros sagrados, luego un intermedio para los magos y finalmente dejó todo lo demás sumido en la penumbra, a excepción de la zona abierta, que corresponde al cielo, aunque esta sombra no es tan intensa como para no permitir distinguir las caras del conjunto de participantes.
¿Quiénes habrán sido los modelos del pintor, gente de la villa; del barrio de san Marcos?, ¿efluvios de su mente que fueron como humo que se escapa de entre las manos, la utopía que buscaban sus manos en los lienzos, los colores y las formas?
A decir de Alejandro Topete del Valle, se trata de una obra del pintor novohispano José de Alcíbar, “sumamente valioso por el gran mérito y calidad de su factura”. Por su parte, para el estudioso del arte virreinal Raúl Figueroa, esta pintura “cumple más con un fin decorativo que didáctico o devocional”.
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