Los nuevos piratas del PRI se llevaron un cuantioso botín en las pasadas elecciones. Todavía están haciendo el recuento alegre de puestos y canonjías. Se juntó el payaso del pueblo, el político de abolengo, el traficante de gestiones, el profesional de partido, el pregonero de la esquina, el salvador de almas, el mercenario de los medios y la prostituta de gobierno. Subirán las anclas y mirarán las presidenciales como el nuevo botín, no sin antes lavar sus cuerpos y ungir sus pies con bálsamo de las causas de los pobres.
El regreso del PRI representa la inhibición de las hormonas que impulsan a la democracia como forjadora de ideas atentas a las condiciones de inequidad social, es la supresión de formulaciones éticas y de procesos para dirimir los asuntos públicos de manera pública. Realmente, el partido invirtió muy poco en campaña, en ideas, en esfuerzos, en programas y, no obstante, salió ganón en las pasadas elecciones. Su campaña fue desangelada, mediática y verdaderamente anorgásmica, sosa y sin fuerza ni coraje, sin gametos fértiles para las políticas públicas ni para el cultivo democrático. El partido tomó el triunfo con la cabeza baja como quien gana algo no merecido, pero con la sonrisa maliciosa que aprendimos cuando niños robábamos la vendimia de la vieja loca del barrio.
El PRI es un partido experimentado en la conjunción de intereses disímbolos que tienen como elemento unificador el placer indecente de gobernar. Este organismo sabe que no valen los juegos de polarización de ideas, ni campañas con despliegue faraónico, ni campañas de perdedoras a priori; tampoco presenta posiciones que polemicen sus modos políticos, no toca la religión, ni los valores límite como la homosexualidad, el aborto, la muerte decidida o la supresión de instituciones emblemáticas de la pasividad cotidiana. En todo caso aprovecha propuestas ligeras y ambiguas en torno a irracionales eliminaciones de impuestos, critica cualquier asunto que no requiera de sesos, sean los baches en las calles, la falta de luz en las colonias, la insuficiencia en la recolección de basura, la necesidad de evitar la contaminación, la protección de menores en las afueras de los centros escolares o la falta de apoyos para la salud o la educación. Cosas cantadas que se pueden repetir con sólo apretar el botón de play y dejar correr algún chorro de palabras para domar necesidades generales.
Ni apocalípticos ni sumisos, los puntos medios del confort, los límites donde toda la sociedad transita entre la prisa cotidiana y la flojera política de todos los días, el PRI es una máquina especializada en el dominio de las oportunidades electorales y es capaz de hacer confluir las ideas más revolucionarias con los sentimientos más perversos, la muerte política y la vida electoral en una procesadora de elecciones. Esa capacidad le permite aparearse con ideales de izquierda, con hijos de Televisa, con oportunismo verde, con mercenarios del dinero, buscachambas, leguleyos y saltimbanquis. El modelo es transitar sobre un carril que los identifique con la esperanza robada y la revolución recuperada. Aprobarán políticas de perfil impopular pero sufrirán como verdaderos mártires y ondearán las banderas de triunfo con las legislaciones de gusto público.
A la vuelta de los años, el PRI perdió el monopolio del acarreo, el corporativismo, el amiguismo, el clientelismo, los negocios de política, el consumismo político y la versión de partido como bolsa de trabajo. Los demás partidos ya han participado gustosamente de estas artes y no ya nunca las dejarán, las han probado. El Revolucionario Institucional tiene la ventaja de su profesionalismo polaco, debemos al PRI la profesionalización de la política, no como generación de ideas o cañones que disparen futuros, sino como modus vivendi, como formación social de una capa de políticos separada de otros gremios y de la sociedad, una casta divina con debilidades hacia el poder y a la ocupación eterna de puestos de la alta jerarquía administrativa en los diversos niveles de gobierno.
El partido que todavía sigue cobrando de la memoria histórica y de los traumas sobre los ricos, sube y baja banderas piratas de acuerdo con cada condición coyuntural. Las posibilidades de la presidencia son cada vez más plausibles y no dejarán ir un comentario que no abone a la creación de una realidad imaginaria en el colectivo. A partir de hoy, el PRI se ocupará a la formulación de una segunda realidad, la del discurso, las de las imágenes políticas, con todo y su cónclave de ángeles y demonios, fuerzas del bien y del mal. Pondrán a luchar en el cielo a los falsos profetas contra la luz del PRI, al entreguismo antinacional con la revolución remasterizada, a la izquierda perversa con la paz celestial. Ya no importa lo que exista ni lo que suceda, importa lo que creamos.
El PRI se prepara para las próximas elecciones y serán capaces de matar a su hermano el PAN; revivirá el nacionalismo traumático, negarán a Salinas, sepultarán sus pecados, comerán vidrio y fuego hasta cagar sangre con tal de que les creamos. Tenemos que sacar barcos, aunque sean de papel para huir de esta nave de piratas del poder que huelen a muerto y miseria política. No hay puerto a la vista adónde llegar, pero siempre será mejor un mar de esperanza que un charco de nada.