La Universidad del Futuro - LJA Aguascalientes
22/11/2024

  (Continuación del capítulo 2: “Mercantilizar la Universidad, una forma de destruirla”)

 

2.2 Por la otra, se impulsa el enfoque mercantilista de la enseñanza que imparte una institución llamada universidad, por medio de un grupo de empleados llamados profesores. Los estudiantes son los clientes que compran a la empresa un producto llamado título, que les permitirá ejercer una profesión, pero que se asemeja más bien a un título de nobleza para lucir en sociedad, o a una patente de corso con la que obtendrá las utilidades que les permitirá recuperar la inversión -insumos como inscripciones, colegiaturas, uniformes, gastos de transporte, etc.- y acumular el capital anhelado mediante la explotación de sus conciudadanos, de preferencia sirviendo a una empresa extranjera.

Este tipo de “universidad”, reprobado por grandes teóricos de la
educación -incluidos distinguidos estadounidenses como Robert Maynard
Hutchins-[1] es la que al gobierno imperial le interesa que haya en
América Latina: que responda a las leyes de la oferta y la demanda, que
nos haga olvidar el bien común y nos mantenga sometidos a sus
intereses: que satisfaga la demanda de necesidades técnicas de sus
consorcios con cerebros baratos -al igual que la mano de obra-, que
sólo sepan lo que la técnica requiere, lo que la mercadotecnia exige;
nada menos, pero nada más, porque un individuo pensante y bien
preparado -“sobre calificado” dicen ellos- es un peligro para la
empresa.

Que no tengamos inquietudes científicas, ni políticas, ni
sociológicas y mucho menos filosóficas; que no tengamos cultura propia
y que la que todavía nos queda la desechemos y la sustituyamos con la
suya y que, sobre todo, carezcamos de consciencia cívica e histórica;
en síntesis, que pensemos en inglés porque esa es la mejor manera de
mantener sometidas a sus colonias por el mayor tiempo posible.
(Exactamente igual que cuando el Imperio Romano impuso el latín en los
territorios sojuzgados, o el Imperio Español impuso el castellano en
los suyos).

 

3. Colonización educativa

 

Y para que no se piense que exagero, va un botón de muestra en el
que insisto desde hace muchos años, cada vez que encuentro la
oportunidad: dos párrafos de una carta escrita en 1924 por Richard
Lansing, quien había sido secretario de Estado del presidente de los
Estados Unidos Thomas Woodrow Wilson:


“México es un país extraordinariamente fácil de dominar; basta con
controlar a un solo hombre: al Presidente. Tenemos que abandonar la
idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano norteamericano,
pues eso llevaría otra vez a los conflictos bélicos. La solución
necesita de más tiempo: debemos abrirles a los jóvenes mexicanos
ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de
educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el
respeto al liderazgo de los Estados Unidos.

“México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo,
esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se
adueñarán de la presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste
un centavo o dispare un tiro, harán lo que queremos. Y lo harán mejor y
más radicalmente que nosotros, porque ellos tienen una malicia especial
de la que carecemos nosotros para dominar a su pueblo y llevarlo a
donde queremos…”

Llevamos muchos años de ser colonia informal de los Estados Unidos,
pero concretamente 27 de haberse cumplido plenamente la profecía de
Lansing.

Uno de los productos de este nuevo virreinato es la inicua reforma
privatizadora de 1994 al artículo 3º Constitucional, que desprotegió
desde la enseñanza primaria, secundaria, normal y hasta la enfocada a
obreros y campesinos, para abrirlas a las leyes de la oferta y la
demanda.

Por lo que respecta a las universidades afectadas, si bien el
sistema departamental ha provocado un crecimiento brutal de la
burocracia, por fortuna no afectó sensiblemente la estructura académica
real de la universidad pública latinoamericana, debido a que es
incompatible con nuestra cultura. Algunas de estas instituciones
todavía se ostentan como departamentales (como la de Aguascalientes)
pero de hecho no lo son; solo tienen los nombres desfigurados.

En lo que, por desgracia, sí ha tenido éxito esa penetración es en
la mercantilización de la enseñanza que -tal como lo señala la ley
orgánica de la UAA- si bien habla de cultura y humanismo, sus planes
están enfocados esencialmente a las disciplinas “más directamente
relacionadas con el desarrollo socioeconómico, regional y nacional”.
Una manera nada sutil de decir que se está, en primer término, al
servicio de la empresa privada.

En síntesis, el imperio nos ha impuesto la mercantilización de la
enseñanza, pero su aplicación ha estado a cargo de nuestros propios
paisanos, previamente aleccionados en los colleges estadounidenses. n


(Continuará)  [email protected]

[1] “La Universidad de utopía”


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