Aquellas páginas que podrían leerse - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Como cada año siempre hago un recuento de las lecturas que me marcaron, lecturas que me gusta compartir, pues considero que si al final del año las recuerdo es porque me fueron significativas, en especial en este año de pandemia. Y por eso siempre quiero compartirlas con los demás, azuzar la curiosidad y tal vez lograr algún tipo de diálogo a la distancia en el que se pueda discrepar o no, en el que el enriquecimiento de compartir algo ayude a generar lazos y construir puentes entre personas. Quiero dejar en claro que el orden en el que aparecen no tiene que ver con ningún tipo de favoritismo, sino que es una cuestión de azar; pocos son libros del año o novedades, ni siquiera me atreveré a decir que son los mejores; también tengo que confesar que lo que más leo es narrativa, razón por la que los libros que recomiendo son en su gran mayoría novelas:

La voz del amo, Stanislaw Lem: La ciencia ficción de Lem en muchos casos es simple: el descubrimiento mínimo que pueda hacer mella en la cotidianidad de la sociedad, ya sea de una manera catastrófica o sutil. En esta novela, escrita como si fuera un informe, seguimos los pasos de Peter Hogarth, quien trabaja en el proyecto Master’s Voice (La voz del amo, en inglés, el cual le da título a la novela). El proyecto, como en muchas novelas sucede, es secreto: buscan descifrar un mensaje que proviene del espacio. No hay ninguna pista sobre lo que puede decir aquellos sonidos que se repiten en una secuencia, como la que posiblemente emite la sonda Voyager en su viaje en el espacio. Hogarth sólo tiene las matemáticas y sus conocimientos científicos, con lo que logra descifrar una pequeña porción del mismo mensaje. En un principio es un logro importante, un avance como el que no habían tenido durante la investigación. Las cosas se oscurecen cuando Hogarth descubre que esa pequeña porción que descifró pueden ser las instrucciones para causar explosiones atómicas a la distancia, sin bomba, misil o alerta alguna. Entonces él busca la manera de corroborar su hipótesis y, de ser cierta, esconder la información. La prosa rápida, erudita y contundente de Lem nos lleva por esta aventura científica donde la ética se enfrenta a los designios del país más poderoso del mundo. Donde sin importar el resultado, la ciencia perdería.

Yo soy el Araña, Carlos René Padilla: Este es el tercer libro que he leído de Carlos René Padilla, y al igual que con los otros dos, quedé maravillado. Concuerdo con él en que si Alonso Quijano viviera en esta época no se volvería loco de leer novelas caballerescas, sino de leer comics de superhéroes y de ver todas las películas y series de estos. De ahí que el policía, Pedro Pérez, máximo fan de Spiderman se enfrente a los narcotraficantes de su ciudad disfrazado del arácnido favorito de los comics, después de recibir un golpe en la cabeza que le hace creer que es el mismo Spiderman, pero cuyos superpoderes han desaparecido. En la novela nos enfrentamos a la locura benigna del personaje que busca hacer el bien venciendo a los malos y salvando a su esposa María Juana. Leer la novela es como mirar una película de narcos contra superhéroes en el norte de México. Una parodia de lo que podríamos llamar la narconovela.

Alias Grace, Margaret Atwood: A pesar de ser famosa, multipremiada y tener adaptaciones de sus libros y su Masterclass, nunca había leído nada de Margaret Atwood. Alias Grace fue un buen comienzo. El libro es largo (más de 500 páginas), la lectura es ágil y seguimos la vida de Grace Marks, quien fue acusada de asesinato del señor al que servía y a otra sirvienta. Entre saltos temporales vamos desenredando la historia de lo que le pasa a Grace en su presente y lo que en realidad sucedió en su pasado. ¿Es inocente?, ¿su condición de mujer es la que provocó todo?, ¿por qué la observan como una loca si en realidad parece tan lista, sagaz e inteligente? A lo largo de la historia vemos cómo es menospreciada la condición de mujer en la sociedad canadiense del siglo XIX, algo que, por desgracia, se puede observar en la actualidad.

Kanada, Juan Gómez Bárcena: Comprar libros de autores que jamás has leído es una ruleta rusa, no sabes si te gustarán o sentirás que tiraste tu dinero a la basura. Por suerte, con Kanada no tiré mi dinero a la basura, al contrario, me encontré con un libro desafiante y brutal. Todo sucede en una pequeña habitación de un país de Europa del Este, sin saber realmente cuál, como si todo lo que se cuenta estuviera difuminado tras una cortina de desmemoria. De hecho ese es el tema: la memoria, el desapego, de ahí que se narre en segunda persona: tú haces, tú vives, tú miras, tú vives. Y así tú vas recordando lo que viviste en los campos de concentración, tú miras los cambios que se van dando con la ocupación soviética del país, tú observas lo que pasa con la mirada de alguien que no pertenece a ese país, sino a otro, a Kanada o a Mejico. Porque Kanada es un lugar imaginario, el nombre de algo más doloroso que se esconde en un nombre que puede significar esperanza. Un libro que habla del sufrimiento y de cómo las personas se rompen al traspasar ciertos límites.

Nuestra parte de noche, Mariana Enríquez: Uno de mis fetiches más grandes de la literatura es el Premio Herralde de Novela. Tengo algunos años en los que, como ritual, compro el libro y lo leo. El ganador del 2019 fue Nuestra parte de noche, a pesar de ser un tabique que puede parar balas (667 páginas), no es pesado. Nos encontramos ante la historia de un médium que puede invocar fuerzas oscuras y su hijo. Una historia que habla del privilegio de los ricos y de cómo estos sacrifican (en la novela, literalmente) a los jodidos por sus intereses; así como los lazos que hay entre el poder político de una dictadura y la élite económica del país, porque gran parte de la novela sucede durante la dictadura en Argentina. Lo que te absorbe de la novela no es tanto el tema de la magia oscura, del terror a lo desconocido, pues todo parece ser nombrado, identificado y clasificado, sino los personajes que se van desarrollando a través de los años y cómo hacen frente a esa oscuridad que más que proteger, los alberga, los salva, y a su vez, demanda de ellos sacrificios.

Los errantes, Olga Tokarczuk: Al igual que con el premio Herralde de Novela, también tengo la costumbre de leer algo de los premiados del Nobel. De ahí que encontré esta novela y le hinqué el diente para encontrarme ante un libro que llenó mis expectativas, me sacó de mi zona de confort y me enfrentó a otra posibilidad de narración. Estamos acostumbrados a leer narraciones en las que la voz que narra sigue a algún personaje, y si lo abandona para contar algo sobre otro, regresa con el mismo hasta terminar de contar la historia. Cosa que no pasa en Los errantes. Aquí leemos el viaje, así a secas, el viaje que nos lleva por Europa, un viaje que nos habla de anatomía y cómo, sutilmente todo está conectado en el mundo. La voz que narra no sigue a nadie, simplemente se mueve con el libro y con las páginas y cómo puede hablar de un personaje en diez páginas, puede no volver a mencionarlo en el libro, pues todo humano es, en realidad, un pasajero de ese viaje que es Los errantes. Tengo que mencionar que con este libro la autora ganó el premio Man Booker Internacional en 2018.

Basada en hechos reales, Delphine De Vigan: Este libro es la tercera novela, el cierre de De Vigan de lo que yo llamo su “trilogía personal”. Las dos partes anteriores Días sin hambre y Nada se opone a la noche, nos hablan de su faceta psicológica mientras crece: la primera trata de su internamiento en una clínica para tratar su anorexia y la segunda del desentrañamiento de la historia familiar para encontrar la razón del suicidio de su madre, una historia en la que aparecen problemas familiares que se ignoran o no se toman en cuenta. Esta última fue considerada una obra maestra en Francia, recibió premios y mucha atención mediática en su país cuando salió por primera vez. A esta fama le hacían la pregunta: ¿qué se puede escribir después de escribir una obra maestra? Esta novela es la respuesta a esa pregunta. Seguimos la historia de Delphine poco después de haber publicado su segunda novela, en plena cresta de la ola de la fama. También vemos cómo poco a poco se va guardando, dejando de escribir, al mismo que conoce a una mujer misteriosa llamada L. Los lazos entre ellas se van estrechando en proporción inversa a lo que Delphine deja de escribir. Su relación llega a convertirse en una relación en la que la autora parece depender de su nueva amiga. Lo extraño es que durante todo este proceso nadie más ha visto a L.: ella aparece cuando está sola y si alguien llegará a donde se encuentran, ella desaparece. Algo similar a lo que sucede en la película Una mente brillante. Al final la autora, utilizando todas las herramientas narrativas, así como explotando la idea de que lo que estás leyendo es una “novela autobiográfica” que se sustenta tanto en su fama como en los dos libros que publicó antes, le da un giro a la trama que nos deja pensando: ¿esto fue real?

Los días de enfermedad, Daniel Mosqueda: Primer libro del aguascalentense, es también uno de los pocos libros de cuentos que leí completos en el año, y es que el tema que trata puede ser vigente: lo que sucede tras bambalinas en un hospital, y no sólo lo que sucede, sino las personas que lo viven: los doctores y los estudiantes de medicina. Nos habla en sus cuentos de la realidad de los médicos: son personas como cualquier otra que tienen problemas. La constelación que se va formando tiene dos lados: la interacción entre los personajes y los problemas que surgen de ello y los pensamientos que se alargan en disertaciones sobre lo que es, fue o podría ser. Un primer libro que deja con buen sabor de boca y espera de más.


Autobiografía del algodón, Cristina Rivera Garza: Una de las preguntas fundamentales que todos nos hacemos es la de ¿de dónde venimos? Y a su vez me hace preguntarme qué tanto conozco de mi historia familiar. Desde este punto parte Rivera Garza para contarnos la historia de su abuelo, ese abuelo, hijo de su tiempo, que se robó a su primera esposa. Seguimos el viaje en tres ejes: el viaje de la autora a los lugares, algunos sólo ruinas abandonadas y reclamadas por la naturaleza y por el narco que merodea en aquellos rumbos del norte; el de su abuelo que va peregrinando por México, buscando un lugar al cual pertenecer y al mismo tiempo conocer su pasado, sus ideas e intenciones, su sufrimiento y la forma de vida de los desposeídos del México de principios del siglo XX; el tercero el de la historia, la real, la que se puede consultar, en la que se inscribe el libro. Autobiografía del algodón nos cuenta un poco de lo que son las raíces que todos tenemos en la tierra. Es una búsqueda de identidad y de enfrentarse a los demonios de los que provenimos. Pues, como Cristina Rivera Garza lo cuenta: enterarse que su abuelo fue, prácticamente, un violador al robarse a su primera mujer le causó una impresión difícil, un golpe, pues ella, desde el feminicidio de su hermana se ha considerado feminista. El libro es ese enfrentamiento, el enfrentamiento a la historia misma.

Les deseo felices lecturas este 2021.


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