“Ya no podemos más” - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

APRO/Sara Pantoja

 

La realidad se impuso ante las autoridades federales y locales. Después de 26 semanas con el Semáforo Epidemiológico en naranja, con 12 “alertas al límite” y una “emergencia”, el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell; la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; y el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, anunciaron que vuelven al rojo las dos entidades que forman la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM).

Este endurecimiento de las medidas, en el que las actividades económicas no esenciales están suspendidas hasta el 10 de enero próximo, ocurre en un contexto en el cual los contagios y decesos por covid-19 no tienen freno desde octubre último.

Los pacientes con SARS-CoV-2 tienen al sistema de hospitales capitalino y mexiquense en 75% de saturación. Lo peor es que el personal médico está a punto del colapso por agotamiento físico y psicológico.

 

En la esquina de la muerte

El lunes 14 la Ciudad de México registró 4 mil 598 hospitalizados en atención general y terapia intensiva, equivalentes a 66% de ocupación hospitalaria. Dicha cifra rebasó el pico más alto que se tuvo en mayo, el día 22, con 4 mil 553 camas ocupadas.


Dos días antes, el 20 de mayo último, la jefa de Gobierno presentó el Semáforo Epidemiológico y dijo que la ciudad se mantendría en rojo, al menos hasta el 16 de junio.

De acuerdo con la página de Datos Abiertos del gobierno capitalino al corte nocturno del jueves 17, las hospitalizaciones ya sumaban 4 mil 938 en la ciudad y 6 mil 957 en la ZMVM. La zona conurbada ha sido el epicentro nacional de la emergencia sanitaria desde la detección del primer caso, el 27 de febrero pasado.

En medio de la crisis causada por el covid-19, las autoridades locales y federales repitieron constantemente el llamado a quedarse en casa y no hacer fiestas; advirtieron que médicos, enfermeras, camilleros, paramédicos y demás personal de salud ya están cansados tras los 10 meses que llevan en la primera línea de atención de la pandemia.

Médico-urgencióloga del IMSS y del ISSSTE, Marisol Tapia empezó a sentir hace dos semanas los mismos síntomas que padeció en agosto último, cuando fue diagnosticada con el Síndrome de Burnout –estado de agotamiento mental, emocional y físico, consecuencia de exigencias agobiantes, estrés crónico o insatisfacción laboral–. “Es como estar en la otra esquina de la muerte”, explica.

“La psicóloga del IMSS me hizo el test y me dijo: ‘Tienes el puntaje mayor de Síndrome de Burnout que he visto en mi vida. Estás totalmente agotada, con ideas suicidas y homicidas’.

“Mi cuerpo me pedía dormir todo el día porque ya no podía más, o si no, me daba insomnio. Empecé a tener terribles crisis de ansiedad, a estar muy agresiva con mi hija; totalmente estaba desbordada. Dejé de cocinar y de hacer muchas cosas, aun cuando soy hiperactiva. Me preguntaba ‘¿qué me pasa?’.”

Varios de esos síntomas los han manifestado al menos 98 médicos y paramédicos de la Secretaría de Salud del gobierno de la Ciudad de México que, en lo que va de la pandemia, han llamado a psicólogos de la dependencia, del Instituto Mexicano de Psiquiatría y del Instituto de Salud Mental para recibir el servicio de contención emocional, debido a que están con un “desgaste importante”, a decir de la secretaria del ramo, Oliva López Arellano.

La doctora Tapia recibió el mismo diagnóstico de Burnout de parte del psiquiatra, quien le recetó antidepresivos y ansiolíticos; le instruyó pedir incapacidad, pero ella dice que “no se pudo dar ese lujo” por el alto descuento que le harían de su sueldo y porque es madre soltera de una niña que va a un colegio particular.

Así, siguió el tratamiento médico combinado con terapia psicológica y sesión de hipnosis. Así mejoró. “Yo había vivido una depresión antes, pero nada como esto. Esto que sufrí es como la otra esquina de la muerte”, revela.

Una imagen del fin de semana antepasado, en el Hospital General de Tacuba del ISSSTE, retrata la reaparición de sus síntomas de agotamiento: en el área covid había 18 pacientes graves y sólo dos médicos para un turno de 12 horas seguidas: “Estaba adentro y le mandaba a mi compañera fotos y audios de la exploración física y de todo lo demás para que fuera ella estuviera en la computadora escribiendo. Se trata de revisar al paciente, hacer la nota y las indicaciones; ajustar medicamentos, pedir laboratorio, tomar muestras, subir a tomar la radiografía, recoger tus laboratorios, ir al banco de sangre y todo lo demás porque no tenemos internos ni residentes. Somos todólogos”.

Antes de la pandemia –cuentan algunos médicos entrevistados– era común que entre ellos se pidieran el favor de cubrir un día de guardia para descansar o asistir a algún compromiso social a cambio de un pago extra. “Pero ahora todos estamos tronados y nadie quiere hacer eso, no queremos arriesgarnos al contagio, aunque sea por un pago extra; queremos descansar”, dice un especialista que pide que su nombre sea reservado.

Explica que ahora la presión es mayor porque, a diferencia de la primera ola de contagios, cuando la mayoría de los pacientes con covid-19 eran personas mayores con comorbilidades bien identificadas, en estos momentos son jóvenes relativamente sanos, sin complicaciones, quienes están muriendo a causa del nuevo virus.

La situación se agrava para los médicos cuando atienden a personas con otros padecimientos y al hacerles pruebas resultan con síntomas de covid-19, exponiendo en pocos minutos a otros pacientes y al personal que, por no estar en un área covid, no recibe el equipo con protección especial.

 

Intubación sin sedante 

Otro síntoma de la crisis en los hospitales ante el recrudecimiento de los contagios en la Ciudad de México es la escasez de medicamentos, particularmente de sedantes. La urgencióloga Tapia, con más de 10 años de experiencia, cuenta otra escena que padeció en el Hospital General de Zona 194 de Naucalpan, del IMSS…

“Ayer había ocho pacientes intubados. ¡Son muchísimos! Lo que haces es: ‘Pásenle un bolito de Propofol al paciente que está más inquieto’. Al ratito me dicen, ‘doctora, ya se despertó el paciente’ y otra más me pide revisar a otro paciente. Estás a cuentagotas dosificando el sedante para tenerlos más o menos tranquilos, ¡pero están despiertos!

“Les tienes que amarrar los pies y las manos para que no se quiten el tubo. ¡Es una crueldad! Y en el Issste ni te platico. Y aunque a los jefes les dices que necesitas material, te responden con un ‘no hay’.”


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