Construir la relación del maestro y del padre de familia - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La descentralización fue un gran proyecto con consecuencias amplias y profundas en la organización de todo el sistema educativo estatal nacional. En el conjunto de acciones y criterios lleva a delimitar responsabilidades y en varias formas a una especialización de tareas.

La falta de proyecto, se manifiesta en que ‘audazmente’ los dedicados a la educación nos vemos en la circunstancia de realizar muchas y variadas actividades: la variedad impide que la actividad sea de calidad; el que mucho abarca… además, de la actividad delimitada a un campo, necesitamos tener la pasión de la obra bien hecha, lo cual también implica una obra terminada. Socialmente vemos muy normal y natural el ‘polichambas’; es común, nos ha sucedido que un político llegue a ocupar hasta 7 secretarías de estado. Nuestros legisperitos, han creado un estado de derecho que solo puede responder al 3 por ciento de la demanda de justicia. Como resultado es que padecemos el ‘chambismo’ de los albañiles, los carpinteros… y los maestros. Una maestra universitaria presumía de haber impartido ¡95! materias diferentes, y los jefes de departamento, que se autollamaban ‘académicos’ ‘institucionales’ y ‘profesionales’ ‘de la educación’, se imaginaban que ponían condiciones de excelencia académica, designando a un mismo maestro hasta 25 materias diferentes a impartir en un lapso de 5 o 6 años. Cuando el dominio de una materia requiere de cinco a diez años. ¡Los especialistas! en educación superior…

Es importantísimo tener proyecto; y, en este aspecto, los albañiles, nos dan una la lección magistral: un albañil y dos peones, mal alimentados con un pan blanco (bolillo) y una coca cola, alcohólicos, muchas veces, drogados… levantan una casa ¡en 5 meses! Y los maestros no vemos la nuestra, ni en uno, dos, cinco, ni en nueve años de educación básica, ni en los siete años subsiguientes que culminan en la formación ‘profesional’. Parece que si tenemos tantita decencia es tiempo de reaccionar. La situación de los alumnos, en todos los niveles; particularmente, el aprendizaje de los universitarios, no respalda capacidades que les permitan hacer actividades de calidad. Los maestros fascinados con Juanito buscamos tenerlo satisfecho; evitándole cualquier exigencia. Y a justificar la situación: son jóvenes. El alumno rápidamente comprende nuestra inteligente estrategia la cual se complementa a la perfección con la actitud de los alumnos: su aprendizaje, y la situación en que se encuentran, en sintonía con sus mentores, les lleva a preocuparse de que les exijan, a eliminar al maestro que verdaderamente quiera enseñarles y a ‘pelear’ el diez de calificación. Al terminar la universidad, sus trabajos, en general, carecen de validez teórica y metodológica, no porque no son capaces, sino porque nunca se les ayuda a sistematizar su actividad con una exigencia progresiva. Eso habla de la clase de papás y de maestros que tienen. Desde luego que en dicha actitud hay muchos más factores concurrentes. Esta situación indica la coherencia entre buenos deseos sobre nuestros hijos y la áspera realidad. Nuestros sueños nos hacen pensar que pueden competir con sus iguales del primer mundo, y, estamos muy consternados porque no encuentran empleo. Moraleja: más coherencia como educadores.

Hacer muchas actividades es cortina de humo para no hacer la actividad realmente importante. Un buen ejemplo de actividad no solo mal hecha sino omitida es nuestra actividad lectora; capacidad que se prueba mediante la publicación – diez artículos publicados, arbitrados al año – en una población de aproximadamente 2000 maestros universitarios, y por lo menos, 50 de ellos, son investigadores. Las restantes publicaciones del medio escolar, en general, son publicaciones que carecen de validez, y reflejan un completo desconocimiento de lo que es la lectura para aprender, muy distinta de la lectura de placer. Escribir es la prueba de que se sabe leer. Es común que los maestros andemos, -muy preocupados y echándole muchas ganas-  enseñando lo que no sabemos hacer: por ejemplo, la lectura. La UNESCO publicó datos que muestran que los mexicanos leemos menos que los braceros sudamericanos del Salvador y Panamá.  Los papás tampoco tienen mucho afecto a la educación: ni a los libros, pocos han creado un ambiente culturalmente enriquecido para los hijos que contrarreste la influencia nefasta de la televisión que tenemos.  Las sociedades de padres,  y las actividades culturales como asistir a una conferencia, les resulta aburrida tanto que ni ellos van, en cambio irse de ‘fiesta’ los convoca mágicamente.

La descentralización trataba de generar la participación de la sociedad, proponía la auditoría social de los desempeños de la escuela. La sociedad es renuente a participar en una forma inteligente y respetuosa de las personas, firme y clara, no beligerante, no intempestiva ni ocasional sino continua, razonable; participación en vistas a corregir los problemas en el día a día, cuando todavía son manejables. De lo contrario el abandono crónico de la responsabilidad, hace que los problemas se desarrollen hasta el grado en que ya se salen de control. Nuestra sociedad es incapaz de hacer demandas y carece de noción de lo educativo.

La descentralización fue la ocasión de que el padre de familia deje de ser el invitado de piedra en la formación de sus hijos. El trabajo educativo bien hecho necesita que el padre participe en forma ordenada y permanente. Implica que sea  respetado, para nombrar autónomamente y en forma democrática a sus representantes estatales y en cada escuela. Para dirigir sus organismos, como condición de la necesaria participación en la actividad educativa de sus hijos.

Para el maestro, los padres son el recurso educativo más importante, después de su alumno. La ausencia o la sola utilización económica del padre de familia es un vacío que no se puede llenar con ninguna medida o recurso sustituto. El padre de familia ha de asumir una actitud de colaboración no rijosa ni atropellante hacia el maestro. Se han de responsabilizar a grupos de maestros y padres para la organización de los padres de familia y la solución a los problemas que se presentan.

Si bien el maestro es un servidor, no puede ser objeto de desdén ni de subestima. El maestro está solo y sobrepasado con la complejísima y difícil tarea de educar. ¿Acaso los padres de familia no andamos todos locos con la educación de tres hijos? Y el maestro que, diariamente, tiene que atender de 20 niños/adolescentes para arriba. Es posible que la sola presión diaria y la consideración de la dificultad de tal actividad, paralicen al maestro y lo desaliente. Es un desafío desgastante, encontrar la forma de organizar el trabajo educativo del salón de clase.

Al maestro, le cuesta interactuar y apoyarse en el padre de familia. El padre de familia resulta una amenaza para el maestro de la que se deshace rápidamente, y pocos son los que valoran al padre de familia como un aliado estratégico. El padre más insufrible para el maestro es aquél interesado por la educación de su hijo e informado. Y de ordinario es el hijo el que  paga el acercamiento y el interés de su padre. Son los maestros los que llevan a cabo la difícil tarea educativa en situaciones deplorables que es preciso corregir, por eso, el maestro, debiera hacer del padre de familia un aliado y no anularlo y menos tenerlo como adversario, se trata de superar el concepto reductivo del padre como recurso económico.


El maestro sin el padre de familia, o en todo caso, con la sola presencia de la madre, porque en este país ¡la educación es cosa de mujeres! y ante la situación de los alumnos; en condiciones socioeconómicas del país en las que uno de cada dos de sus alumnos, vive en condiciones de miseria…

El maestro queda solo ante la tarea educativa, enormemente compleja, las condiciones económicas, familiares y de formación del maestro y la conducción de la educación por los burócratas que los dirigen producen una desmoralización difícil de superar. Sin hablar del contraste restallante de los sueldos. Todo esto se agrava en los medios marginados y rurales. n


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