La esperanza hace del vencido un esclavo del futuro, la frase no tiene punch, no es optimista, mucho menos alentadora, nunca la integrarán a uno de esos sitios en los que hacen decir a grandes personajes de la historia que todo saldrá bien por el simple hecho de esperarlo. Acudir únicamente a la esperanza es rendirse a que, tarde o temprano, se cumplirá un destino favorable con nuestro deseo, sin considerar lo que ocurra en lo que se cumple ese plazo.
La esperanza es una de las virtudes teologales, se fundamenta en la confianza de que al final se podrá alcanzar la “felicidad eterna”, ante la promesa de que se cumplirá ese destino omitimos que marca un final. Quizá por esos pequeños olvidos consideramos tan atractiva la esperanza, el tiempo de espera obliga a buscar una distracción.
El anuncio del descubrimiento de la vacuna contra el covid-19, la difusión de un plan por etapas con el que se logrará inmunizar al total de la población, las imágenes de la aplicación de las primeras dosis, resultaron en un relajamiento de las medidas de prevención, lo queramos ver o no, el avance de la pandemia, sus consecuencias y los millones de mensajes que diariamente recibimos, nos tienen agotados, ya no queremos escuchar más, y nos aferramos a la esperanza de que pronto volveremos a la normalidad.
Miramos hacia otro lado para no pensar más en la pandemia, dejamos de considerar la responsabilidad que nos corresponde y se busca colocar la atención en el futuro próximo, al grado que ya no se toma en cuenta la necesidad de conocer los detalles de la distribución y aplicación de la vacuna. Como en tantas otras ocasiones, relegamos la responsabilidad en los otros, en este caso, en el gobierno, y dependiendo de nuestras filias o fobias, innecesariamente nos sumamos a un bando. ¿No es eso lo que hay detrás de la campaña en defensa del presidente Andrés Manuel López Obrador por las “ofensas” que recibió por parte de Brozo?
“Seamos claros: como gobierno la pandemia les quedó grande, y muy probablemente la vacuna les va a quedar enorme. En este momento, el más importante para la humanidad de las últimas décadas, no se les vaya a ocurrir jugar con la desesperación de la gente. Acuérdate, Andrés: no eres dios, no eres el Hijo del Hombre. Eres un pinche presidente que o nos sirve, o no sirve pa’ni madres. ¡Óraleee!”, eso fue lo que dijo el personaje que interpreta Víctor Trujillo, eso y nada más; ¿acudiremos a la plaza pública para linchar a Brozo?, ¿nos sumaremos a un plantón con la mitad de las casas de campaña vacías?
Quizá algo más simple, creeremos que incendiamos el mundo escribiendo el signo de # antes de una frase lapidaria y cruel, porque a ese nivel ha descendido lo que creemos que podemos hacer, a una distracción de las decisiones que debemos tomar, de las acciones que se requiere cuestionar no para formar parte de un bando, sino para ser parte de las soluciones.
Coda. “El que quiera pensar debe renunciar a buscar adeptos”, escribió Elias Canetti, no distraerse, pues.
@aldan