Hace algunos días asistí a la presentación de El árbol de los libres en calidad de lector. Respondí a la invitación con cierto rubor ya que no soy poeta. Acaso me salvó un poco pensar que la poesía no solamente es para los poetas y que en ese campo tan amplio cabemos los lectores comunes y corrientes que nos seduce la banalidad bendita de Sabines y Neruda, la profundidad inquietante de los poetas malditos, la nostalgia de Quevedo y Sorjuana y, claro está, la poesía reveladora de Elliot y Octavio Paz.
El árbol de los libres es una antología amplia y variada que fue elaborada por Fabián Muñoz durante una estancia que hizo en Chile con apoyo de diversas instituciones públicas. En dicha antología que fue presentada en el CIELA se concentran 46 poetas y más de 200 poesías. Es un libro que inevitablemente sacude la memoria a quien, como yo, pertenecimos a una generación paralela aunque en otro lugar y con otra historia. Soy también de los 50 y aunque en los años setenta no era chileno ni estaba en ese país, sin duda compartía con esa generación las mismas utopías.
Un libro de poesía como el que me tocó presentar carecería de sentido si no toma en cuenta la historia y el contexto particular en que el que nació. De esto precisamente se encarga Eduardo Llanos Melussa quien en el prólogo del libro describe las particularidades y los contrastes que tenía Chile en los años setenta. Advierte los detalles de una geografía extensa y delgada, el destino de un territorio volcánico en el que conviven todos los climas existentes y donde la tierra se aviva con sismos recurrentes.
Melussa nos recuerda que la vida política de Chile también ha pasado por todos los extremos que van del socialismo al neoliberalismo ejemplar y, claro está, también nos trae a la memoria que este país es y ha sido tierra de poetas a granel que sólo por mencionar un dato incluye dos premios Nobel y un Huidobro.
De esta madeja de realidades nació una generación de poetas que dio a luz en los años 50 y que en los setenta, como preadolecentes o jóvenes, fueron testigos y víctimas del golpe militar de encabezado por Augusto Pinochet. Un grupo de personas asociados por un coraje generacional que se encontraba identificado con la izquierda política que, por cierto, no redundó en homogeneidad sino en una amplia diversidad de estilos poéticos.
En este contexto histórico de 5 mil disidentes, 35 mil torturados y 1200 desaparecidos, nacieron entonces los poetas de una generación a la que Jorge Montealegre llamó NN formados en el desamparo y el miedo que inspiraba un gobierno que perseguía y marginaba toda expresión artística. Una generación tatuada por las influencias de poetas y cantantes de todo el mundo y de todos los tiempos, una poesía que los ha llevado a navegar, como lo sostiene el propio Eduardo Llanos Melussa, entre la emoción fraterna, la protesta sociocrítica y el arraigo acendrado del soneto y aun del romance.
La extensión del libro impone un reto a la capacidad de síntesis. ¿Cómo decir todo, o al menos lo fundamental, con unas cuantas palabras? Va solamente un apunte para que el lector decida si debe o quiere investigar más sobre esta novedad bibliográfica.
En primer término la antología de Fabián muestra de arranque una poesía que hace crónica, como lo que escribe Gonzalo Millán. Un texto que inicia en el paisaje del poema y de la naturaleza, sigue por el de la ciudad y las personas para terminar en el horizonte preciso del Palacio de la Moneda y las utopías donde Allende retrocede hasta Tomas Moro y dónde renace Neruda.
Y si. Esto es un eje de toda la poesía de El árbol de los libres. La poesía de la generación NN es una poesía de denuncia política que cuando se repite da la impresión de caer en lugares comunes, una limitante que se equilibra cuando se recuperan las razones políticas de su existencia, y más aún cuando se alternan las confesiones íntimas.
La poesía antologada por Fabián es pesimista. Así lo atestiguan los textos de Javier Campos y Jaime Hales. Pero no hablo de un pesimismo frugal sino de algo más denso y lleno de sentido. No es así, sin embargo advierto que hay otras miradas y otros ángulos que desmenuzan frases la locura celeste y el gozoso cantar de un colibrí que inicia el vuelo en la voz de Carlos Trujillo.
La antología nombra con frecuencia a la mujer, a la memoria y el erotismo. Es una poesía de contrastes en la que siempre está presente la Utopía. Una poesía donde hay una liviandad casi cursi, pero también de reflexiones. Es una poesía cotidiana, líquida y húmeda. Una poesía de vértigo y gritos; una poesía de dios y el tiempo, de ciegos y también de desolación.
Y no podía ser de otra manera El árbol de los libres incluye una poesía de los sentidos alertas, de la denuncia y del calabozo, una poesía del ciudadano y del Padre nuestro, de la democracia y de la convocatoria, y también de la esperanza.
Los ideales que contiene El árbol de los libres me alienta a sugerir su lectura. Es un libro que arranca suspiros y leves sonrisas, un texto que inspira explicaciones sobre las reacciones de la condición humana cuando es reprimida, y es también la oportunidad para agradecer a los poetas que existan.
[1] Fabián Muñoz, selección, introducción y notas. Eduardo Llanos Melussa, prólogo. El árbol de los libres. Poetas de la generación NN de Chile. Ediciones es Arlequin. México 2008.