México y su tributo al “Genio de Bonn” - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Hay una pasión por conocer cómo fueron físicamente los grandes personajes del pasado, acaso por la ausencia de fotografías. En todo caso, entre los compositores de música la representación de la imagen de Ludwig van Beethoven con saco largo, pelo entrecano y alborotado, sosteniendo una pluma de oca, es una de las más famosas…

Su rostro quedó plasmado en dos mascarillas de cera que le tomaron al autor de La Novena Sinfonía Op.125, una en vida y otra post mortem. En la Ciudad de México se encuentra la réplica de la primera en la glorieta lateral de la Alameda Central, a un costado del Palacio de Bellas Artes.

Se ubica con un monumento en bronce negro con basamento de cantera, al final del corredor Angela Peralta, regalo de la comunidad alemana a nuestra país para conmemorar el centenario del fallecimiento del llamado Genio de Bonn (1770-1827). Según detalla el Instituto Nacional de Antropología e Historia en su Mediateca, fue realizado por el escultor teutón Goldenbench y se inauguró el 17 de septiembre de 1921.

En la parte superior se encuentra un ángel alado dispuesto a emprender el vuelo, y a sus pies un mortal aferrándose, posiblemente una representación inspirada en los sentimientos encontrados de Beethoven respecto a la religión; de hecho Melvin Berger, autor de Guía para las sonatas y Guía para la música de cámara, hizo referencia a ello sobre las grandes obras corales del repertorio de Beethoven relativo a la música sacra, específicamente a su Missa solemnis compuesta entre 1819 y 1823.

En alusión a las palabras de Berger, refirió el Instituto Nacional de Bellas Artes en su programa de mano de 2017: “Los sentimientos de Beethoven respecto a la religión eran también conflictivos. Aunque católico de nacimiento, en general no observaba las prácticas de la Iglesia ni asistía con regularidad a algún templo. Sin embargo, era profundamente devoto. Cuando se preparaba para componer la Missa solemnis, escribió: ‘¡Dios por encima de todo! Porque una Providencia eterna y omnisciente guía la fortuna y el infortunio de los mortales’”.

Justo debajo del conjunto de bronce, en la cara frontal del basamento, se reproduce una réplica del molde del rostro de un Beethoven rozagante de vida, tomada unos años antes de su deceso; la otra mascarilla fue tomada apenas unas horas posteriores a su muerte –su cara da señales del desgaste y de la agonía sufrida antes de fallecer debido a una enfermedad intestinal y padecimientos del hígado–. Las piezas originales las presume el Museo de Pompas Fúnebres en Viena, Austria, junto a las de otros compositores, como Wolf­gang Amadeus Mozart, Franz Schubert y Joseph Haydn.

El monumento en el Centro Histórico de la Ciudad de México para recordar al hijo pródigo de Bonn se acompaña también con dos jarrones de bronce estilo art nouveau sobre zócalos de piedra, realizados en el siglo XIX; y hay otros cuatro jarrones iguales sobre el perímetro norte de la Alameda, en la avenida Hidalgo.

En contraste con la suntuosidad de la escultura, no muy lejos de ahí, en la colonia Peralvillo de la misma alcaldía Cuauh­témoc, las calles ostentan nombres de músicos y compositores nacionales y extranjeros, y la calle Beethoven no podía faltar. Corre de la Calzada de los Misterios a la Calzada Vallejo.

En el marco del 250 aniversario de Beethoven, El Colegio Nacional realizó tres magnas conferencias sobre el artista; en una de ellas, titulada Ludwig van Beethoven: la creación en el silencio, Adolfo Martínez Palomo, coordinador de la Colección Música y Medicina de esa institución, dio las señas particulares más cercanas al músico que quizá no podrán ser replicada en busto alguno o escultura, pero que con un poco de imaginación podemos visualizar:


“Beethoven era corto de estatura, con una gran cabeza y pelo grueso, intensamente negro, que rodeaba un rostro rudo, marcado por la viruela. Su frente amplia estaba delineada por cejas muy pobladas. Su constitución era recia, de hombros amplios y manos fuertes, cubiertas en los dorsos por abundante pelo, con dedos cortos y robustos. Sus movimientos eran tan torpes que constantemente tiraba o rompía cosas y tenía una marcada tendencia a tirar sobre el piano el contenido de los tinteros.”

Aunado a lo anterior baste mencionar que al menos 15 escuelas en el país –entre jardines de niños, primarias y secundarias, tanto públicas como privadas–, además de varias academias de música, esparcen su nombre inmortal por todo el país.


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