Una semana de campamento bastó para que en el abrazo de despedida los dos lloráramos como niños… y vaya que lo éramos, pues sólo teníamos diez años. Le envié un par de cartas y la tercera ya no me la contestó. Sospecho que la mamá de Raúl se asustó con mis palabras tan afectuosas y le prohibió escribirme más. A la fecha no sé qué pasó con él y sólo me quedó el recuerdo de aquellos hermosos días en el “Primer Congreso de los Niños Aquicalidenses”.
En ese encuentro realizado en el Campamento “Alfredo V. Bonfil” del
DIF, chiquillos de todo Aguascalientes intercambiamos propuestas para
mejorar la vida social. Si me hubiera percatado de mi enamoramiento,
tal vez mi ponencia sería sobre los derechos de la infancia gay. Sí,
aunque se persignen.
Los adultos tenemos un gran problema, por alguna razón creemos los
niños son incapaces de amar a otro pequeño. Calificamos a los menores
de edad como asexuados y si acaso consideramos la posibilidad de un
noviazgo en la pubertad, descartamos de inmediato la posibilidad de la
homosexualidad al declarar una “etapa de confusión” o de “exploración”.
¿Por qué esa obsesión de anular a los infantes como personas
completas? En efecto, requieren de maduración y experiencia, pero son
seres pensantes y emocionales, que en el caso de saberse “diferentes”
sufren reiteradamente de la incomprensión de la familia y otras
personas cercanas, además del rechazo e incluso el abuso sexual.
Antes de causar más controversia, aclaro que estas líneas no están
motivadas por un algún trauma o episodio particular sino que más bien
son una llamada de atención sobre lo que mucha gente gay vive y que en
su momento no revela.
Como el cine puede ser una forma de educación, decidí compilar
algunos títulos que pudieran dar una referencia y orientación a quien
esté interesado en el tema, en especial a los padres que quizás
experimenten dudas sobre la identidad y comportamiento de sus hijos:
– “No estás solo” (Du er ikke alene, Lasse Nielsen, Dinamarca,
1978). Dos adolescentes en el descubrimiento de su sexualidad comparten
andanzas juveniles a la par de sus compañeros estudiantes. Trata el
tema con naturalidad, aunque por las fobias actuales a todo lo que
parezca pedofilia, tal vez sea casi imposible de conseguir por el
“afecto” que se prodigan Kim y Bo en diversas secuencias.
– “Mi vida en rosa” (Ma vie en rose, Alain Berliner, Francia, 1997).
Ludovic es un niño con la mentalidad de una niña. Está enamorado de
Jérôme, su compañero de la escuela e hijo del jefe de su padre.
Inicialmente una fuente de diversión, un ultraje comienza en su
suburbio cuando los dos muchachos son descubiertos fingiendo conseguir
estar casados. Esta cinta aborda un tema real que ya es un debate en
varios países: la transexualidad infantil.
– “Billy Elliot” (Stephen Daldry, Inglaterra, 2000). Narra la
historia de un adolescente que descubre su pasión por bailar. El
largometraje deja entrever los prejuicios machistas hacia la práctica
de la danza clásica. Si bien no se presume al hijo de minero como gay,
sí se nos revela el amor que siente por él su amigo Michael, de
aproximadamente 13 años.
– “XXY” (Lucía Puenzo, Argentina, 2007). Trata sobre una persona
intersexual de 15 años que junto con sus padres huye a una pequeña
villa para evitar ser rechazada por la sociedad y aprender a aceptar su
condición. Su título es una referencia al Síndrome de Klinefelter,
donde los hombres tienen un cromosoma X extra, que deviene en poseer
órganos o características de ambos sexos.
– “Temporada de patos” (Fernando Eimbcke, México, 2004). Dos
adolescentes de la Unidad Habitacional Tlatelolco en la Ciudad de
México se preparan para pasar un domingo solos en un departamento con
sus juegos de video, comics y una pizza. Moko teme perder a su amigo,
Flama, de quien tiene sentimientos que van más allá de la amistad.
– “La mala educación” (Pedro Almodóvar, España, 2004). Enrique es un
famoso director de cine que recibe la visita de Ignacio, un actor en
busca de trabajo que afirma ser su compañero de escuela y primer amor.
En los flashbacks de los personajes cuando eran chicos en el cine,
donde se incluyen algunas acciones comprometedoras; asimismo, una
secuencia nos da a entender que a cambio de que no expulsen a Enrique
del internado, Ignacio permite el abuso sexual del padre Manolo.
No busco escandalizar sino generar consciencia sobre una realidad
social, que bien encauzada le daría salud psicológica a millones de
individuos. En un escenario así, mi “parejita nerd” y yo –de sexto
grado- pudimos haber llegado a Los Pinos de la mano en 1987 para
recibir la felicitación del presidente Miguel de la Madrid, por ser dos
de los mocosos más inteligentes de México.