Hoy era uno de esos días en que se llega a la casa y la opción más antojable era dejarse caer en el mullido sillón para emprender el zapping contra el tedio. Brevemente me detuve en un par de canales y en el tercer cambio reconocí la película que en 1994 impactó mi incipiente consciencia de la atracción entre iguales: Cuatro bodas y un funeral. Mis ojos presenciaron las escenas finales pero el recuerdo de una trama secundaria me llenó de nostalgia.
En una de las fiestas recreadas en el largometraje, Gareth (Simon Callow) fallece súbitamente de un ataque al corazón. Allí descubrimos que Matthew (John Hannah) era en realidad su pareja y no un soltero empedernido a la par de Charles (Hugh Grant), el protagonista de esta comedia romántica inglesa. En una escena previa, notamos que “los amigos”, entre sonrisas afectuosas, se prodigaban gestos de cariño.
Definitivamente no hay matrimonios gay en esta historia nominada al Óscar y ganadora de tres premios BAFTA, pero deja el anhelo de que algún día sean más que ficción. Al menos es el actual debate varios países del globo que en estos días discuten seriamente el asunto.
Tal es el caso de los Estados Unidos, donde se anunció la realización de un referéndum en el estado de Maine sobre la legalidad de las uniones entre personas del mismo sexo, lo que ha movilizado tanto a colectivos de la diversidad sexual como a grupos opositores conservadores.
Esta iniciativa, de lograr una mayoría ciudadana, ayudaría a los movimientos homosexuales de California a intentar, de nuevo, derogar la prohibición sobre sus uniones y unirse a Connecticut, Iowa, Massachusetts y Vermont, que lo hicieron mediante acciones legislativas o judiciales.
Por otro lado, la Cámara de Diputados de Argentina comenzará a debatir dos proyectos de ley que habilitan el casamiento de personas gay. Las iniciativas, pertenecientes a las diputadas Silvia Augsburger (Partido Socialista) y Vilma Ibarra (Encuentro Popular y Social), serán discutidas por las comisiones de Legislación General y la de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia.
Según las propuestas, en el artículo 172 del Código Civil se sustituirá la frase «hombre y mujer» por «contrayentes», al referirse al otorgamiento del consentimiento como acto constitutivo del matrimonio. Si prospera, quedará redactado de la siguiente manera: «Es indispensable para la existencia del matrimonio el pleno y libre consentimiento expresado personalmente por los contrayentes ante la autoridad competente para celebrarlo. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo».
La intención de cambiar el Código Civil y habilitar legalmente las relaciones de facto es la de «igualar a todos los individuos de la sociedad», dijo la representante popular Vilma Ibarra.
Recientemente me han cuestionado si mi lucha –por lo menos la de tinta- es legítima y como argumentos utilizaré los mismos que se retoman los detractores de los no heterosexuales. Que hay promiscuidad (¿mucho sexo con personas diferentes?), sí, es común. Que hay un índice alto de alcoholismo, drogadicción y afecciones mentales… Sí. ¿Entonces la gente gay, lesbiana o trans tiene una enfermedad? No, rotundamente no.
Lo que existe es escape, evasión y rebelión ante la discriminación. Lo que hay es dolor y depresión encubiertos en el desmadre o la diversión que dio lugar al término “gay”, alegre. Si quieren saber el suplicio que vivió recientemente una pareja de chicas antes de suicidarse con un año de diferencia, principalmente por la represión y agresiones de sus propias familias, les recomiendo leer el poema “Reír llorando” de Juan de Dios Peza.
Pero empecé comentando la cinta británica del director Mike Newell, y quiero concluir con la pieza “Stops all de clocks” del escritor Wystan Hugh Auden, que recita el personaje Matthew ante el féretro de Gareth:
Paren todos los relojes, corten el teléfono
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso
Silencien los pianos, y con un sonido suave
Traigan el ataúd, dejen venir a los deudos
Permitan a los aviones dar círculos en lo alto
Escribiendo en el cielo el mensaje: Él está muerto
Coloquen crespones alrededor de los cuellos blancos de los servidores públicos
Permitan usar guantes negros de algodón a los policías
El era mi norte, mi sur, mi este, mi oeste
Mi semana de trabajo y mi domingo de descanso
Mi mediodía, mi medianoche, mi conversación, mi canción
Pensé que el amor duraría para siempre: Me equivoqué
Ahora no se necesitan las estrellas, sáquenlas todas
Llévense la luna, desmantelen el sol
Vacíen el océano y limpien el fondo
Pues nada ahora podrá ser como antes.
Espero que éstas sean mis últimas lágrimas porque no existe ley que nos arrope. Amigos, enemigos: No quiero volver a llorar ante el cadáver de un amado.