Entrevista a David Miklos sobre Residuos
José Emilio Pacheco reescribió compulsivamente sus poemas durante los años. Casi hasta cambiarlos casi por completo, como dicen algunos de sus lectores. Pero la pregunta de qué lleva a los escritores a reescribir sus obras casi compulsivamente. Esa es una de las preguntas que se encuentran rodeando a la creación literaria, ya que hay muchos autores que secretamente escriben y reescriben sus libros antes de, por fin, pasárselos a los editores. Y muchos autores se dicen poco complacidos con todos sus libros publicados. Algunos, seguramente, reescriben sus obras mentalmente una y otra vez a lo largo de los años. La reescritura forma parte inherente a la literatura. Pero muchas de estas ideas y cuestionamientos se encuentran en la publicación de la colección Combate a 10, que la editorial mexicana Dharma Books, que han publicado los libros Las Buenas costumbres de Luis Muñoz Oliveira, reescritura de la novela Bloody Mary, y Un hijo virtuoso del escritor Jaime Mesa, que es una reescritura de su novela Rabia.
Ahora el escritor David Miklos se suman a la colección de Combate a 10 con la publicación de su novela Residuos, que concentra y reescribe las tres primeras novelas escritas por el autor: La piel muerta (2005), La gente extraña (2006) y La Hermana falsa (2008), novelas que en su momento fueron publicadas por la editorial Tusquets. Sin embargo, este nuevo ejercicio de reescritura sintetiza y amalgama en una sola novela estas tres obras y las convierte en algo más: Un nuevo libro, una nueva novela, que nos recuerda a las obras originales, pero que se logra desprender de ellas para llevar al lector a nuevos territorios, en donde las preguntas sobre el origen, la familia, la identidad, flotan en el ambiente.
Residuos inicia con el regreso del personaje masculino a Puerto Triunfo, un puerto que continúa con su vida melancólica, casi detenido en el tiempo. En ese lugar reside la madre del protagonista, una mujer solitaria, que se ha mantenido alejada de la vida del puerto, habitando una vieja casona en el fraccionamiento de Monte Bello, un suburbio silencioso, en donde el protagonista pasará los últimos días de su madre, recordando y preguntándose quién es esa mujer que le dio vida, y a la cuál aún no logra conocer del todo. Porque pareciera que los secretos familiares siempre se imponen y la voz narrativa es una lucha contra el silencio que, en muchos sentidos, busca imponerse y borrar el sentido del origen.
La novela se trasladará después a Río Partido, en donde veremos un extraño ritual, que marca las búsquedas de las mujeres jóvenes de las trece familias fundadoras, para reproducirse, ya que solo tienen permitido casarse con hombres de esas mismas familias, pero ellos ya no logran tener descendencia. En Residuos nos enfrentamos a una novela en donde los silencios, los misterios, las preguntas flotan en el ambiente, y nos enfrentan a nosotros mismos con ciertos miedos y ciertas preguntas, que en ocasiones hemos preferido silenciar.
Platicamos con David Miklos, quién nació en San Antonio, Texas en 1970, y quien es autor de, entre otros libros, de las novelas Brama (2012), Dorada (2014), Miramar (2014) y La Pampa Imposible (2017), sobre el proceso de reescritura de sus primeras tres novelas, que ahora se han convertido en una sola novela, Residuos: “Cuando se publicó La Hermana Falsa en 2008, me di cuenta de que había escrito una trilogía, y que ya no iba a ver un cuarto libro, porque ya había tocado los temas que me interesaban, como la maternidad, la paternidad y el tema de la hermandad, pero que en realidad tenían que ver con un tema más amplio, que es la búsqueda del origen. Me di cuenta de que yo no había tenido la visión para pensar en un libro más amplio, mi aliento narrativo en ese entonces era más tendiente a la brevedad, pero ahí está la semilla de la idea de que esos tres libros tendrían que estar juntos. En Dharma empezaron a publicar la colección de Combate a diez, y platicando con el editor, les comenté que yo tenía estos tres libros, y que de hecho podía escribirlos como si de uno solo se tratará, a ellos les encantó la idea, y así nace Residuos, que fue un trabajo de convertir tres libros en uno solo, respetando la naturaleza de cada libro, aunque agregué tratamientos de las voces narrativas, que componen el libro, sobre todo en la tercera parte, y además agregué un elemento, que es el guijarro que va apareciendo en cada parte, se va trasladando de la mano de la madre que muere, lo vemos en la ballena muerta, lo cual le da ilación y congruencia a la historia”.
Javier Moro Hernández (JMH): El proceso de reescritura, debe ser fascinante pues puedes entrar a tu propia obra y verla con otros ojos al paso de los años.
David Miklos (DM): Tiene un añadido, porque toda esa trilogía tiene un punto de partida, que es mi historia, ya que soy adoptado, y entonces toda la historia tiene que ver con la forma en la que me imaginó a esa madre biológica, que no conozco, que no conocí, pero sabía que la única manera que tenía para encararlo era a través de la ficción, y abordar así el tema de la maternidad y de la paternidad. En 2009 supe que iba a ser padre y se encendieron todos los focos rojos, y sabía que tenía que encontrar y conocer a mi madre, por razones de salud y emocionales. Y la encontré. Entonces estos libros fueron reescritos una vez que ya había conocido a mi madre biológica. Este libro termina de redondear esa historia. Eso está en la reescritura, y en lo que estoy escribiendo ahora, porque la reescritura está hecha a la luz de dos experiencias: De ser padre y de haber encontrado esa pieza faltante e importante en mi vida, que era mi madre.
JMH: Tu novela indaga en ese tema, en el origen, en la familia. Esta nueva visión le otorga una nueva luz a esta nueva novela.
DM: Las novelas tienen esa búsqueda del origen, y el descubrimiento de que en todo origen hay más ficción que realidad, es como encontrar el tronco que te da razón de ser, pero descubrimos que las raíces son muy diminutas y muy delgadas, y que de repente hay huecos de raíces más grandes, y la reescritura de estos libros fue como rellenar esos huecos, encontrar las raíces más gruesas que le dan equilibrio al árbol y es un trabajo genealógico y es un trabajo histórico, pero sobre todo y encima de todo, es una trabajo de ficción, que muestra justo, cómo la ficción nos ayuda a entender muy bien la realidad, porque tenemos verdad y tenemos verosimilitud y ambas tienen que estar presentes tanto en la escritura histórica y en la escritura de ficción.
JMH: Quería preguntarte por la creación de estos espacios, de estas ciudades ficticias, de estos tres territorios que nos contextualizan las historias, y que además forman parte integral de la historia.
DM: De hecho, cada uno de estos lugares son una suerte de alegoría, que permiten que la ficción sea aún más potente, porque muestran que lo que está ocurriendo no está en el mundo real, sin embargo, se apega a las reglas de la realidad, pero adulteradas por una ficción y por unos lugares que tienen cierta injerencia en las genealogías de los personajes, por ejemplo. Puerto Trinidad, que es un lugar que tiene tasa cero de natalidad, un lugar en el que muere alguien pero nace alguien, un lugar que tiene un balance, o Río Partido, en donde todas las familias fundadoras y de abolengo son infértiles, entonces tienen que ver la manera de reproducirse, o luego este lugar que está sometido a la guerra y corta todos los vínculos con el exterior, y está este tipo que pierde a su pareja y aun así lleva a su pareja más allá de la historia, ella desaparece pero permanece y se muestra como la consanguinidad no es tan importante para preservar una genealogía. Estos lugares inventados me dan mucha libertad de acción. Justo me pasó como en Brama, en donde la casa empezó a hablar, y lo que estoy escribiendo ahora sucede en una casa, de la cual nunca entendemos las dimensiones, pero no habla, sino él que habla es un personaje. Pero el espacio determina mis historias, y en el caso de la primera parte de Residuos fue Puerto Trinidad, y después fui escribiendo los subespacios, el hotel, el suburbio de la ciudad, la propia casa en donde el primer personaje va a despedirse de su madre en su muerte. Primero fueron los espacios y luego los espacios se fueron rellenando de voz. En el caso de la segunda parte, de Río Partido, está basado en Santiago Tuxtla, en donde vi una ceremonia parecida a la que describo en la novela.
JMH: El tema de la fertilidad es una de las líneas narrativas de la novela, y que por un lado tiene que ver con la figura de la madre, pero también con la continuidad de una estirpe. Eso lo vemos en la parte en donde están las 13 familias fundadoras y la discusión sobre con quién se puede casar las mujeres de las familias.
DM: Eso es un poco en el reflejo de cómo ocurre la historia de la humanidad, por ejemplo, si pensamos un poco en la historia de Europa, podemos ver a la realeza que solo se casa entre ellos, y quedan los plebeyos se quedan fuera, aunque y luego hay relaciones ilícitas y demás, pero si esta idea del linaje también nos habla de cómo se conforma el mundo, porque por más que queramos crear contenedores genealógicos, siempre existirán fugas y es lo que le da sentido, porque además empezamos a romper estos cascarones de clasismo, y de género, y este invento espantoso que es la raza, eso es parte también de la búsqueda, preguntarnos por el origen, que le da sentido a la cultura.
JMH: También tenemos a la mujer como elemento central de la novela, como la gran pregunta que guía la novela, pensaba en la parte final, en donde aparece la imagen de esta mujer en la playa, que es la imagen de una mujer que aparece y desaparece.
DM: Es como un diálogo con ese eterno femenino y una búsqueda también de darle voz, porque por ejemplo en la primera parte habla la madre, en la última parte habla la nieta, que es quién va llevando la voz, pero también habla la abuela que no se reproduce pero le da nombre a esta estirpe, porque lo que yo quiero mostrar es que las mujeres son el epicentro de posibilidad de vida, de resistencia, de resiliencia, que se imponen incluso a estos embates de la historia que continuamente han buscado cancelarlas, creo que esto está más vivo que nunca, como pudimos ver en las celebraciones de Independencia, en donde tuvimos la “Antigrita” que me pareció notable. Me gusta mucho que ahora salgan estas novelas vueltas un solo libro en este momento histórico. Justo cuando salió La piel muerta hubo una reseña que calificó a la novela como literatura femenina, y sí creo que es justa esa definición, porque desde ahí escribo, desde lo que yo vi de la maternidad, lo que luego conocí de la maternidad de mi madre biológica, lo que yo vi con mi hermana, y desde ahí sigo escribiendo, en lo que hago ahora también hay una madre, una madre enorme, pero de repente es una madre ausente, entonces creo que es el motor de mi escritura.
JMH: En la primera parte de la novela está el personaje de la abuela, que es en realidad es la madre, pero aparece el personaje de Lola, que es un personaje reflejo, aparece y desaparece. Es decir, las familias tienen secretos, tienen estas voces que de repente no se escuchan pero que determinan muchas cosas en lo que somos.
DM: También esa es la historia de la humanidad vista como familia, visto a través de los ojos de Tolstoi, por ejemplo, el de “no todas las familias son iguales, pero todas guardan un secreto,” pero también es el regreso a la búsqueda de los orígenes y de las raíces, esos secretos son esas raíces que quedan vacías y hay que descubrir cómo sacarlas a la luz. Ahora con todo este nuevo mundo de las series vas descubriendo que los grandes motores narrativos son historias que están llenas de secretos, y todas tienen una estructura de thriller, todas están buscando revelar el secreto. Y lo de Lola también tiene mucho que ver con las relaciones homosexuales femeninas, que es otro de los elementos que se pueden encontrar en las series, como posibilidades que uno veía de reojo, y que también son familias que se conforman y cómo posibilidades de familia.
JMH: En la novela hay personajes que aparecen y desaparecen. Hay personajes que te dan cuenta de la necesidad de la partida, de la huida, como un elemento de protección de la propia identidad.
DM: Es una novela sobre la impermanencia, y regresando a la idea de los espacios, es una trilogía en donde lo que termina imponiéndose son los elementos, es la naturaleza, más allá de la propia naturaleza humana, por eso estos personajes se van, y lo que queda es el escenario, que, además, ha sido moldeado muy meticulosamente por la naturaleza a lo largo de miles de años, para que ahí ocurran estas ínfimas vidas humanas. Es una novela sobre la erosión, y no solo se trata de la erosión de lo humano sino lo que sostiene lo humano.