La arquitectura y la ciudad son un reflejo de la sociedad que las producen, por lo tanto, son creaciones colectivas. Sin embargo, el posicionamiento de la individualidad como un valor de mayor relevancia en la civilización occidental pone en jaque cualquier noción de colectividad ¿Qué esperamos de la obra de un arquitecto que ha desvalorizado lo colectivo? ¿No es esto grave en una ciudad si esta no es otra cosa que lo común?
Desde mi punto de vista, es muy grave. La obra residencial de arquitectos deconstructivistas como Frank Gehry solo puede justificarse en una sociedad extremadamente individualizada. Donde en una ciudad como Los Ángeles, entre más distinta la casa, mayor conseguirá expresar la singularidad y libertades propias de sus habitantes. Bien refiere Rafael Moneo al respecto:
“Y como uno de los más valiosos (derechos individuales americanos), la expresión a través de la propia vivienda, el derecho a una arquitectura entendida como la manifestación inequívoca de la estética personal y privada de los ciudadanos y el rechazo a las restricciones formales que llevan a un solo estilo…”
Entonces, no debería de sorprendernos que en occidente, sean los arquitectos de izquierda los que vean a la colectividad y el anonimato como el objetivo. Las escuelas socialistas italianas, como la Tendenzza de Rossi, buscaron con el tipo los significados de las formas, pero, sobre todo, el tipo se convierte en la herramienta para la comunicación de la arquitectura con la sociedad (Real, 2019). Esta postura cobra aún mayor relevancia en el caso de la restauración y edificación en centros históricos, donde por evidentes razones, el anonimato de la obra contemporánea manifiesta prudencia y respeto al contexto.
Naturalmente, ambas posturas se antagonizan. Sin embargo, para mi si hay cierta resolución. La arquitectura debe de estar al servicio de la humanidad y la humanidad somos todos. La individualización y privatización de los espacios públicos como en los fraccionamientos cerrados me parecen inaceptables, pues agravan seriamente el problema de seguridad y generan innumerables externalidades que pagan todos los ciudadanos. La arquitectura colectiva tampoco lleva por estandarte a los multifamiliares soviéticos, para nada. La arquitectura colectiva implica un respeto al contexto urbano y a las personas que lo habitan, de arquitectura distinta pero siempre anónima y contextualizada, la arquitectura colectiva es sensible, te abraza y protege, no se cierra con muros ciegos. la arquitectura de autor solo tiene lugar en las obras institucionales y públicas, que ya son excepcionales por naturaleza
Sin embargo, en las altas esferas, es poco común que se hable de la arquitectura colectiva, si bien hay que reconocer los trabajos de vivienda social de arquitectos como Alejandro Aravena o Tatiana Bilbao, o lo que se hace en restauración como el trabajo de Flores & Prats, las revistas, medios e incluso las facultades tienden a elogiar lo único e individual. Donde lo singular, irrepetible y la figura del starchitect son alabados. Donde la arquitectura anónima y contextualizada corre el riesgo de desaparecer en un hipercompetitivo y saturado feed de Instagram, que termina siendo el portafolio público de cualquier despacho. Donde la imagen es más importante que la calidad del habitar.
¿Existen alternativas? Parece que la mayor batalla la libra cada arquitecto con su propio ego, implica dejar las revistas y el reconocimiento, seguir un camino de humildad y anonimato, que, aunque no imposible, es contrastante con la propia formación del mismo. No está de más reconocer a quienes han seguido su camino, que el desconocimiento de estos por parte del autor es una pequeña parte del reflejo de sus logros, pero sin duda el mayor está en el día a día de quienes habitan sus obras, que sin mayor conciencia del espacio lo gozan y aprovechan. Que no contaminan la imagen urbana y simplemente al integrarse se desvanecen en la masa urbana, son de todos. La pregunta sería ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
Referencias
Moneo, R. (2004). Inquietud Teórica y Estrategia Proyectual. Barcelona: Actar.
Real, C. S. (2019). La ciudad histórica de Guadalajara. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
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