Después de que el mundo apreció la excelente puntería de un periodista iraquí al tirarle sendos zapatazos a Bush, que no dieron en el blanco sólo por la doble esquivada que el presidente de Estados Unidos alcanzó a hacer al estilo de un buen peleador callejero, en Aguascalientes nos desayunamos con la noticia de la gravísima expresión que hizo el Gobernador, sobre la policía ministerial: ¡la policía no es confiable!
El contenido de la manifestación gubernativa no es nuevo; todos lo sabemos desde hace muchos años. La corrupción -y la criminalidad incrustada- en la policía ha venido “in crescendo” hasta los actuales niveles, sin que nadie ni nada le ponga freno.
La expresión oficial y pública del mandatario estatal se produjo, calculadamente, como secuela del atentado de la semana pasada, en pleno medio día, en un importante crucero de la ciudad, contra un jefe policiaco del llamado “grupo antisecuestros”, en el que el comandante de dicho grupo, a quien aparentemente iban a matar, sólo resultó herido al igual que otro de sus acompañantes y dos civiles más -madre e hijo-, aunque uno de los escoltas del jefe policiaco sí fue ejecutado en el lugar de los hechos.
La declaración del gobernador estuvo perfectamente calculada en cuanto al momento en que se emitió y en cuanto a las palabras utilizadas. Fue un mensaje claro.
Sin dejar lugar a dudas, el Ejecutivo del Estado expresó claramente que entre los responsables del atentado y de la ejecución están policías integrantes de la corporación ministerial. El 98 por ciento de los elementos no son confiables, según lo dijo el mandatario. Así, según los números expuestos por La Jornada, de los 236 policías ministeriales, resulta que sólo 5 de ellos son “confiables”.
Al parecer, al menos 5 elementos son buenos policías. Sin embargo, según están las cosas y las expresiones oficiales, no se puede sostener dicha afirmación. No se ha reflexionado en algo del planteamiento: el 98 por ciento no son confiables y el 2 por ciento sí lo son, pero ¿para quién son y para quién no son confiables? Ésta es la pregunta que debemos hacernos los ciudadanos. ¿Se entiende?
La policía está infiltrada por el crimen organizado; es una infiltración que alcanza todos ámbitos –federal, estatal y municipal- y todos los niveles –desde policías de crucero hasta los altísimos jefes-. Entonces, ¿quién mide y quién decide y sobre qué parámetros se establece la cualidad de confiabilidad? Esto nos lleva directamente a otra pregunta: ¿son confiables los resultados de la medición de confiabilidad? O en otras palabras la misma pregunta: ¿son confiables los encargados de la medición?
El crimen organizado, en su infiltración de corporaciones policiacas, ya ha alcanzado niveles extremos de osadía, de consecuencias, de pudrición del aparato de fuego del Estado, lo que debería ser intolerable para nosotros en la sociedad, al grado de motivarnos a hacer algo drástico para frenar esa escalada y es ese nivel de infiltración, el que precisamente hace que lo supuestamente confiable o desconfiable de los elementos policiacos, sea precisamente una calificación no confiable.
La lógica nos hace ver lo que a primera vista no apreciaríamos: si las corporaciones de policía tienen tan alto grado de infiltración criminal, entonces las mediciones tienen el mismo alto grado de infiltración y sus resultados muestran sólo el grado en que los elementos policiacos no son confiables, ¡pero no confiables para los propios grupos criminales infiltrados en la policía!
¿Lo habrá apreciado así el gobernador? Si no, es mejor que lo haga, para que pueda apreciar mejor el terreno en el que está parado y con los elementos que cuenta para el ejercicio de la función gubernativa.
¿Quién hace las mediciones de confiabilidad? ¿Es confiable? ¿Para quién no son confiables los elementos supuestamente no confiables? ¿No será dicho instrumento de medición de la cualidad de confiabilidad un arma interior en poder de los grupos criminales infiltrados? ¿No serán tales índices meras expresiones de “vendettas” al interior de los grupos del crimen organizado que controlan la fuerza policiaca del estado? ¿No se pretenderá usar el supuesto grado de confiabilidad para calificar y eliminar de las corporaciones armadas a elementos pertenecientes, adictos o representativos de cárteles contrarios? ¿Los no confiables serán tales por ser del cártel contrario? ¿Los confiables, para quién y por qué lo son? ¿Se entienden las preguntas?
Estas cuestiones revelan la necesidad y urgencia de que los ciudadanos debemos tomar el mando directo de nuestra comunidad, a través del ejercicio consciente, responsable, decidido, de los derechos democráticos, para construir conjuntamente un nuevo sistema de seguridad pública, después de incinerar totalmente el actual.
Si no lo hacemos, no nos quejemos. El grado de inseguridad seguirá creciendo hasta convertirnos en una sociedad descompuesta, en la que prevalezca la anarquía, la ley del más fuerte y la justicia por propia mano. Si no actuamos ya decididamente y con toda seriedad, al margen de grillas electoreras y de intereses mezquinos y egoístas y si no nos preocupamos por nuestra propia comunidad, viviremos en un ambiente de extrema peligrosidad, en el que las armas serán la voz de nuestra razón y las balas la expresión de nuestro derecho.
Escribo esto el martes, después de que en la madrugada fui despertado por una llamada de auxilio. Una persona dedicada a su negocio de venta de automóviles, fue secuestrada por policías estatales, golpeada, privada de su libertad, llevada a instalaciones oficiales y luego robada, para luego ser liberada en alguna calle en la penumbra del amanecer. El motivo: tener un auto lujoso en exhibición para venta. Tal vez los policías, como parte de los grupos infiltrados del crimen organizado estarían investigando si obtendrían a través de ese automóvil alguna información sobre elementos “no confiables” –para ellos, desde luego-. Sobre esto iremos a fondo y cuando obtengamos información precisa, la comentaremos, si Dios nos da vida y otros no nos la han quitado.