Estimado lector, recuerda aquellas emisiones televisivas donde antes de iniciar se podía leer “El canal no se hace responsable por el contenido del programa que a continuación se presenta”, considérelo para esta columna, sobre todo porque, entre amigos nunca es bueno charlar sobre futbol, política y religión; aunque a decir verdad no hablaré a detalle sobre ninguna de estos tres temas de conversación, además, ya sabe que los presidentes de México, pasados presentes y futuros no son, ni serán de mi agrado, que el soccer no me llama la atención y que en el americano los Rams en la NFL y los Burros Blancos en la ONEFA son mis equipos desde el principio de los tiempos; y que al hablar de dios, prefiero hacerlo desde el alma y no desde una religión, bajo esa premisa, entonces y sin más preámbulo con todo respeto para los seguidores de Tonantzin, que comience la reflexión… ¿Que quién es Tonantzin?
Según un historiador franciscano español de nombre Juan de Torquemada (1557-1624) en su obra “La Monarquía Indiana” dice que Tonantzin era una diosa muy bella que usaba falda y huipil blancos, que habitaba en el Tepeyac y que se aparecía a los indígenas en forma de una joven ataviada de blanco para revelarles secretos de la vida. Este historiador apunta que en 1528 los evangelizadores edificaron una ermita en el Tepeyac para darle continuidad a ese culto, pero ahora con Guadalupe nunca más Tonantzin; pero no sólo Torquemada la refiere, también Lorenzo Boturini en su Códice Toetenantzin hace alusión a una zona montañosa cerca de Tenochtitlan donde se adoraba a la madre de los dioses, sí, en el cerro del Tepeyac.
Así que, ahora que queda claro el origen de la madre de los dioses y de todos los mexicanos, el tema se centra en las próximas peregrinaciones al Tepeyac, todo parece indicar que las autoridades de la Ciudad de México implementarán un operativo desde el primer día de diciembre y hasta el domingo 13 del mismo mes para evitar que los feligreses, peregrinos, fieles devotos y curiosos se acerquen, como cada año, a la zona cero; la razón, la conocemos perfectamente, la pandemia que nos azota desde marzo y que al principio parecía una locura pensar que para diciembre siguiéramos ataviados con el cubreboca de moda y con más de cien mil decesos.
Pero y entonces, cómo contener las expresiones de fe de millones de mexicanos; los altos mandos de la iglesia católica pidieron a todos los fieles que por esta única ocasión no se acerquen a uno de los templos más visitados del mundo y que todo lo hagan desde sus hogares, en donde quiera que se encuentren, o bien asistan al templo local, a final de cuentas en cada rincón de la República existe un recinto de adoración a la Guadalupana. Pero no sólo eso, también los invitaron a seguir la celebración de manera virtual, así como las clases y las juntas de trabajo, desde el equipo de cómputo o dispositivo móvil de su preferencia. El arzobispo primado de México, el cardenal Carlos Aguiar, hizo oficial el cierre de la Basílica de Guadalupe en las fechas que le comenté con anterioridad bajo el argumento de salvaguardar la salud y la vida de los más de diez millones de personas que acuden cada año. “Las vacunas están muy próximas y puede ser el milagro que nos traiga esta abstención, este sacrificio de no ir al templo máximo de nuestra señora, a su imagen, ahí a venerarla. Yo creo que ella nos va a corresponder dándonos esta grande oportunidad de recibir ya las vacunas”.
Sin duda la fe mueve montañas y pandemias, fe como la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se puede ver con los ojos; pero y si no se tiene la suficiente fe y lo que atrae a las personas es la tradición y la costumbre, entonces estamos perdidos. La iglesia católica se apoya de la mayoría de los medios electrónicos y de las redes sociales para poder masificar su ideología, pero eso no garantiza que el verdadero mensaje sea captado íntegramente, la fe, no la tradición ni la costumbre. Y la cosa se pone delicada cuando hablamos de un virus tan letal como el que camina entre nosotros y juega a “las traes” con los ojos vendados de todos los participantes involuntarios; necesitamos asirnos a la verdadera fe.
El presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, arzobispo de Monterrey Rogelio Cabrera López, en días pasados hizo un llamado a obispos, sacerdotes y comisiones diocesanas de toda la República a que animen a sus parroquianos a no viajar a la Ciudad de México. La verdad y con todo respeto estimado lector, no creo que la tradición se pueda contener, el reto no es sólo para las autoridades de la iglesia católica, también lo es para Claudia Sheinbaum, pues de ella es la responsabilidad de lo que pase en la ciudad más poblada del planeta y sede del recinto Guadalupano. A partir del primero de diciembre se implementará un “operativo” para desincentivar la llegada de los peregrinos al Tepeyac… Qué tipo de operativo pudiera frenar la tradicional visita de millones de personas, aun y con los cercos sanitarios, aplicación de gel, cubrebocas debidamente portado, como lo dictan los cánones, sana distancia, toma de temperatura corporal, sí bueno, pero al momento todo se omite, y si alguna persona infectada decide ir a visitar a la madre de todos los mexicanos para que le haga el milagro y lo cure, qué va a pasar, cómo actuarán las autoridades católicas y de la Ciudad de México, cuál es realmente el operativo que se debe implementar, qué hacer para que los devotos se queden quietos y aprendan a manifestar su fe y se olviden de las costumbres y tradiciones, hoy por hoy esta pandemia está fuera de control, por lo menos en nuestro país; si quiere orar y pedirle con toda su fe a la Guadalupana, a Tonantzin para que esto termine, hágalo pero desde casa, para qué se expone si las autoridades no garantizan que su estancia en la Basílica de Guadalupe y sus alrededores será segura, libre de contagio, venérela desde casa.
@ericazocar