Todo sigue igual - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Siempre es difícil es tener que decir “se los dije”, pero más lo es cuando esto tiene que ver con la esperanza que muchos se trataron de crear a la llegada de Barack Obama a la Presidencia de los Estados Unidos de América, esperando un cambio radical de la política exterior de ese país, al pensar que los constructores de la política de la Secretaría de Estado permitirían que las “palomas” se impusieran a los “halcones”.

Tristemente el caso Honduras nos demostró que los designios de los “halcones” que acompañaron las dos administraciones de George W. Bush, prevalecen en las posturas y las actitudes que en política exterior están caracterizando la actual administración norteamericana. La actual crisis hondureña evidenció claramente que aquello que ilusionó a analistas e investigadores de la política internacional, se difuminó rápidamente; y es que como bien lo señaló Cristina Fernández de Kirchner en la Organización de Estados Americanos, existen aún muchos intereses en Norteamérica que no permiten que Obama, modifique la actitud histórica de los Estados Unidos de América, de actuar como el país hegemónico de la región, que siempre ha concebido a América Latina y el Caribe, como una zona geopolíticamente controlada por él, y al cual no puede ver en un esquema de igualdad.

Lo sucedido al depuesto presidente José Manuel Zelaya Rosales y la falta de contundencia de los Estados Unidos de América en apoyar el regreso de este mandatario centroamericano, nos da una clara muestra de que los “policías del mundo” como los llama Noam Chomsky, actúan de manera distinta de acuerdo a sus intereses en coyunturas iguales. Cualquiera se puede preguntar, qué habría hecho el gobierno estadounidense, si lo que sucedió en Honduras, hubiera sucedido en un país en el cual los intereses económico financieros fueran una prioridad para Estados Unidos de América, o sea, es enorme la diferencia entre Honduras y Panamá (1989); Honduras y Kuwait (1990), etc.

Claro que Honduras ya no es del interés de los gobiernos estadounidenses, contrario a lo que significó en el pasado, cuando Honduras era el trampolín que utilizaba los norteamericanos para hostigar al primer gobierno sandinista, ya que vergonzosamente Honduras era el campo propicio para que los “contras”  se entrenaran para fastidiar al gobierno de Daniel Ortega (su primer presidencia), y realizaran todas las incursiones a territorio nicaragüense, con la confianza de poder regresar a refugiarse a territorio hondureño, con la venia de los gobiernos hondureños, que en aquellos tiempos como ahora con el usurpador Micheletti, eran controlados por el ejército hondureño, que siempre han mantenido una intervención definitiva sobre los espacios económico-financieros y políticos en este país centroamericano.

Todo parece indicar que los “halcones” han convencido a Obama, que el presidente Zelaya está más cerca de Hugo Chávez que de él, y a pesar de las actitudes afables de Obama con los presidentes latinoamericanos y caribeños en el marco de la V Cumbre de las Américas, realizada en el pasado mes de abril en Puerto España, Trinidad y Tobago; el presidente 44 de los Estados Unidos de América, tiene severas reservas para entrar en pleno entendimiento con sus pares de la región.

Cuando recuerda las abismales diferencias entre las conductas de las Jeane Kirkpatrick y los John Dimitri Negroponte, con respecto a otros momentos diplomáticos de los norteamericanos, entiende claramente lo que fue la Guerra de Baja Intensidad que se constituyó en un verdadero sufrimiento para la región centroamericana, y los débiles reclamos de Hillary Clinton a los golpistas hondureños; se antoja que podría buscarse un punto medio entre estas actitudes, que permitan la obligación de restituir al presidente Zelaya, y este a su vez, genere las condiciones para las elecciones para la sucesión presidencial en el próximo mes de noviembre.

La tibieza de Obama para buscar la restitución de Zelaya, nos recuerda sin querer, lo que en su momento Hillary Clinton dijo en el proceso interno del Partido Demócrata hacia la candidatura a la Presidencia de la República, refiriéndose a la falta de conocimiento de Barack Obama respecto a la política exterior, ”estoy preocupada, porque si sucediera un conflicto internacional que afectará a Estados Unidos, es posible que llamemos a la Casa Blanca y no haya quien responda el teléfono”.


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