Conversación con el editor Jaime Soler Frost
El humor del poeta, cronista y autor teatral Salvador Novo nos sigue deleitando a 46 años de su fallecimiento, gracias a la publicación realizada por la editorial mexicana Alias de su libro Sátira, que ha sido bautizada como “la poesía secreta” del autor por el talante burlón, corrosivo, de los poemas reunidos en este libro, que conjunta 80 poemas (la mayoría de ellos sonetos), en donde gracias a la maestría y a la pluma filosa del autor nacido en la Ciudad de México en 1904, podemos hacer un repaso de la vida cultural de nuestro país durante el siglo XX. En Sátira podemos observar y acceder, desde la particular visión de Novo, a personajes y creadores artísticos como Diego Rivera, Frida Kahlo, Jorge Cuesta, José Vasconcelos, Xavier Villaurrutia, Julio Jiménez Rueda, entre muchos otros, que se vieron sometidos a la mirada desparpajada del poeta, que formó parte medular del grupo literario de Los Contemporáneos.
La editorial Alias se dio a la tarea de recuperar estos poemas humorísticos, satíricos, en un formato que toma como punto de partida la publicación realizada en 1970 por el editor Alberto Dallal, y que conecta con la primera edición de 1955. En la nota a esta edición, el editor mexicano Jaime Soler Frost comenta que esa primera edición de 1955 “tiene algo de mítica y de misterio” y que hay algo de confusión alrededor suyo, pues en el mismo año, Novo publicó otros dos libros: Dieciocho Sonetos y Poesía, 1915 – 1955. Pocas personas conocen la primera edición de Sátira publicada ese año. Por lo que algunos estudiosos han puesto en duda la publicación de esa primera edición. La segunda edición fue realizada por Alberto Dallal, que contiene un colofón que afirma que esa es la “primera edición de Sátira.” Pero en realidad se trataba de una edición ampliada, nos dice Soler Frost, quien también nos comenta que estos poemas no eran del todo desconocidos, y toma como referencia a Carlos Monsiváis, que explica que “Novo repartía mecanografiados estos poemas satíricos y los publicaba en varias ocasiones.”
Conversamos con el editor Jaime Soler Frost, quien nos comentó en entrevista que conoció Sátira en la edición de Diana de 1978, que leyó “en casa de un amigo hace ya décadas, entre el morbo y las carcajadas casi adolescentes. Luego, como dicen, salió de mi radar por mucho tiempo.”
Javier Moro Hernández (JMH): ¿Cuáles fueron las razones que te impulsaron a publicar desde Alias este libro de Salvador Novo?
Jaime Soler Frost (JSF): Se conjugaron varios factores en los que, en un primer momento, no tuve nada que ver. En algún momento, Abraham Cruzvillegas, gran lector y bibliófilo, además de extraordinario artista, se lo sugirió a Damián Ortega para la nueva colección que estaba armando en Alias, Antítesis, donde finalmente apareció. Luego hubo una conversación entre Damián y Luis Felipe Fabre, quien por ese entonces había publicado su gran ensayo sobre Novo Escribir con caca (Sexto Piso, 2017) y quien durante el proceso de escritura había adquirido un ejemplar de la edición de Sátira de 1970, la que hizo Alberto Dallal. Como la idea de Damián para la colección Antítesis es que cada título sea un objeto único, sin que tengan que sujetarse a características predefinidas, cada libro tiene editores particulares. Y a mí felizmente me invitó a hacerme cargo de la edición de Sátira, justo a partir del ejemplar de Luis Felipe. Acepté enseguida. Me encanta editar poesía, porque para mí significa editar a partir del espacio en blanco y no de la textura, editar a partir del número de líneas, de la suma de sílabas. Es un tipo de edición que debe ser más preciso, más exacto, sin que se note, pero que puede desbalancearse con mucha facilidad. Significa también, y, sobre todo, editar con la posibilidad, aunque suene contradictorio, de la lectura en voz alta en mente.
JMH: La Sátira de Novo me parece súper ácida, pero quería preguntarte sobre la importancia de esa crítica dentro del medio cultural mexicano contemporáneo.
JSF: Quizá la importancia de esta obra radica en su valentía, su filo crítico y, en especial, su humor mordaz, en un contexto cultural en el que paradójicamente, medio siglo después, la censura y la mojigatería siguen a la orden del día, arropadas por nociones superficiales de corrección política e intereses particulares. Me parece que Novo encaró, sin reparos morales, a su entorno inmediato, más allá de la ideología y de los principios que enarbolaban los poderes políticos y culturales de su época, con quienes, por si fuera poco, desayunaba en la misma mesa. Supo insertarse justo donde deseaba, con muy buen colmillo y siendo él mismo, sin disfraz o agenda política algunos. O tal vez disfrazado de sí mismo, del personaje que quiso encarnar. Esa actitud radical me parece valiosa y digna de recuperarse. Por otro lado, Sátira ofrece una radiografía absolutamente irreverente y cómica desde mediados de los años veinte hasta 1970, sin el moho solemne del relato historiográfico. Su relectura, hoy, podría refrescar ciertas narrativas.
JMH: Por otro lado, el trabajo de Novo forma parte de una larga tradición de poesía satírica (que podríamos retraer hasta la poesía romana, pasando por la poesía del Siglo de Oro español). ¿Qué opinión tienes justo de esa tradición satírica y del trabajo de Novo en específico en ese sentido?
JSF: Aquí coincido con Luis Felipe Fabre cuando apunta (en Escribir con caca) que “frente a los amores altamente intelectualizados que tradicionalmente el soneto articula y produce, el soneto obsceno opone el cuerpo” y afirma que “el placer del insulto en Novo es también un placer erótico” pues sus sonetos producen en el lector “respuestas corporales antes que intelectuales: asco o excitación, y todas sus fascinantes mezclas”. Parafraseando a Fabre, Novo lleva al límite la tradición del soneto satírico —una especie de resistencia poética frente a las pasiones elevadas de Petrarca o la donna angelicata de los poetas del dolce stil novo— aplicándolo tanto a sí mismo como a sus semejantes o antagonistas. Lo que Novo construye y escupe es el soneto satírico mezclado con la tradición oratoria romana del vituperatio, de la denigración del adversario (aunque ese adversario sea él mismo), todo aderezado de impudicia y homoerotismo. Le pega al macho mexicano, como pudiera ser Diego Rivera, donde más le duele, y sabe bien cómo hacerlo. Pocas cosas fueron entonces tan radicales, tan transgresoras. Y como no soy experto en Novo, ni en su poesía, me gustaría destacar otra idea de Fabre: que Novo, en Sátira, no buscaba la trascendencia ni —a la vieja usanza machista— “ser la Verga”; más bien buscaba, por encima de cualquier postura política, ideológica o estética, recibir verga —en especial de los marineros y militares que admiraba fetichistamente— e incluso en su lírica éste es el lugar del amor. Entonces, Novo estaría más cerca de ser un ano parlante, pues con él escribe su poesía y resiste la sublimación. Tal vez su renuncia a la Gran Poesía sea también una rebelión sexual, como lo fue su persona, pionera en ese territorio. Ya decía Octavio Paz: “Tuvo mucho talento y mucho veneno, pocas ideas y ninguna moral. Cargado de adjetivos mortíferos y ligero de escrúpulos, atacó a los débiles y aduló a los poderosos; no sirvió a creencia o idea alguna, no escribió con sangre sino con caca. Sus mejores epigramas son los que, en un momento de cinismo desgarrado y de lucidez, escribió contra sí mismo. Eso lo salva.”
JMH: ¿Cómo crees que se incluya esta obra en particular de Novo dentro de la propuesta editorial de Alias?
JSF: En la colección Antítesis, la editorial Alias busca recuperar a artistas y pensadores mexicanos excéntricos, a aquellos que han sido, digamos, un movimiento en sí mismos y cuyas producciones se han mantenido, en mayor o menor medida, independientes frente al entorno oficial. La idea de Alias es ofrecer al público una narración del arte mexicano fuera de los convencionalismos. Creo que la definición misma de la colección da su espacio justo a esta obra de Salvador Novo; que resulta muy pertinente por radical, por incómoda, por insolente, por su contenido histórico, por su maestría formal, por su humor provocador. Por otro lado, desde la edición de Alberto Dallal en 1970, no había habido una edición de Sátira que respetara a su autor y no pretendiera explotar el morbo del posible lector.