La forma de hacer política en México se finca en el engaño. Eso no es ninguna novedad. Y la falta de un recambio de fondo en nuestras elites en los últimos 150 años ha provocado que dichas formas prevalezcan, pese a la gravedad de la situación.
Un país en constante caos y desorden, aun pese al mito del nacionalismo revolucionario, forjó una clase dirigente lo suficientemente cínica para poder hablar de cambios y reformas en medio de las crisis, sin ninguna clara intención de emprenderlas. El asunto es que el discurso, a fuerza de repetirse, no permite ver que hoy sí estamos al borde de la catástrofe, fundamentalmente por tres crisis traslapadas que tienen su origen hace desde cinco siglos: la fiscal, la de representación política y la de justicia. Y todas, pueden ser descritas bajo un mismo adjetivo: inequidad.
Convivimos con ejemplos de la simulación todos los días. El lunes,
por ejemplo, leemos una declaración en la que el CP Raúl Cuadra García,
señala que “le gustaría” formar parte de la Comisión de Hacienda, para
gestionar recursos para “proyectos estratégicos de Aguascalientes”
(Jennifer González, La Jornada Aguascalientes). El colmo.
Para empezar, el gasto se decide en el seno de la Comisión de
Presupuesto. Si a Cuadra le interesa formar parte de la Comisión de
Hacienda, entonces tendrá que revisar de qué forma debe recaudar mejor
el Estado, cosa en la que, por cierto, al ciudadano Cuadra parece
importarle poco la opinión del Premio Nóbel de Economía, Robert Engle,
quien arremetió contra el paquete fiscal propuesto por Felipe Calderón
(y avalado públicamente por Cuadra) y sugirió aumentar los impuestos a
instituciones financieras, y no al consumo.
Por otra parte, Cuadra no podrá “gestionar” recursos para
Aguascalientes, y al mismo tiempo pensar en pedir licencia para
contender por la candidatura de Acción Nacional a la gubernatura. Esa
ambición le permitiría pelear por presupuesto sólo uno de los tres años
que el pueblo hidrocálido le mandató. Además, por la conformación
política del Congreso, la lucha por los recursos tendrá tres actores,
fundamentalmente: el gobierno federal (representando en la SHCP), los
gobernadores y el PRI, que tendrá mayoría y la presidencia de la
Comisión de Presupuesto, en la persona de Luis Videgaray (cerebro
financiero de Enrique Peña Nieto).
Otro ejemplo de simulación lo encontramos en la bancada del PRI en
el Senado. Vemos sendas declaraciones en las que Manlio Fabio Beltrones
y Carlos Lozano de la Torre anuncian que el paquete fiscal del 2010
está plagado de errores.
Aquí hay otra precisión fundamental, que desnuda lo oportunista de
las declaraciones. Los paquetes económicos, de ingresos y egresos, no
se discuten en el Senado de la República. Las opiniones de los
senadores priístas en la materia son absolutamente irrelevantes. Pero
como es políticamente rentable rechazar nuevos impuestos, ahí los
tenemos, sumamente críticos ante el gobierno federal.
En cambio, en una decisión que sí compete de forma exclusiva al
senado, como la ratificación de Arturo “Backyard” Chávez Chávez en la
Procuraduría General de la República, los valerosos senadores priístas
ya nos han anunciado que irán con la propuesta del presidente, que
cuando conviene a la causa, tiene legitimidad, y cuando no, está
sentado en la silla por la divina y desinteresada voluntad del PRI.
Apenas el 9 de septiembre, Beltrones había declarado “no conocer” al
próximo titular de la PGR. Hoy, después de que sea público su oscuro
expediente, está convencidísimo que es lo que se necesita.
Por su parte, nuestra izquierda, vive un supuesto proceso
refundacional que sus dirigencias estatales, iniciando por la
aguascalentense, tratan de legitimar con la presencia de intelectuales,
siempre y cuando esté excluida la sociedad ampliada. No vaya a ser que
las críticas sean tantas que entonces tengan que cambiar algunas cosas.
Mientras tanto, en el corazón de la patria, los asambleístas
perredistas del Distrito Federal amagan con impedir, a toda costa, que
el candidato de Andrés Manuel López Obrador a la delegación de
Iztapalapa, Rafael Acosta, asuma su cargo, mientras el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación declara que la repentina
aparición televisiva de Demetrio Sodi en horario triple A sí es un acto
de propaganda electoral, pero no constituye un delito porque no hay un
contrato que demuestre que fue pagada.
Nuestro Poder Judicial “supone” que Televisa actúa de buena voluntad, y así fundamentan su sentencia.
Kakistocracia mexicana, y una de cal para documentar la esperanza:
“El problema primordial en las décadas recientes es que la
desigualdad se reproduce y se agudiza en nuestro país. Entonces, me
corresponde retomar una política social que sea la más amplia, la más
grande, la más profunda de América Latina, construida durante una
década de gobiernos de izquierda, la cual hay que llevar a una etapa
cualitativa muy superior, que es la expansión de derechos sociales. Es
complementaria de los sistemas de seguridad social que el gobierno
federal ha desarmado en los años recientes, y que es crear cohesión
social. A mayor cohesión, mejor le va a ir a la ciudad; a menor
cohesión, mayor violencia y confrontación. Es la regla de oro que la
derecha no quiere, no puede y no se le da la gana entender. Cosa que no
nos debe extrañar, porque así ha sido siempre”. (Marcelo Ebrard,
entrevista para La Jornada, lunes 21 de septiembre).
