emos llegado a la etapa final de la elección. En dos semanas, se elegirán los diputados federales con los que el caótico sexenio de Felipe Calderón habrá de concluir. Y en el caso de Aguascalientes, contamos con muy escasa reflexión pública sobre el devenir de las campañas y el estado en el que se encuentran. La renuencia de la clase dirigente del estado a debatirse a sí misma revela un estado de conformidad que mucho tiene qué ver con la mediocridad en la que se ha sumido una entidad que ha abandonado, por decisión propia, los primeros lugares en los principales indicadores de bienestar que hay a nivel nacional e internacional.
A dos semanas del encuentro con las urnas, observamos a una nomenklatura priísta que se encierra en un discurso triunfalista sin detenerse a pensar con profundidad el escenario. Festejan, abiertamente, encontrarse en empate técnico con el partido que conduce los gobiernos federal y estatal, cuando el "empate", especialmente en el distrito 3, no le alcanza al tricolor para vencer las estructuras clientelares que ha sabido perfeccionar Acción Nacional.
Mientras el marcador puede todavía ser de 3 a 0 (en contra), observamos a un tricolor que, embriagado de felicidad, se ausenta de los debates a los que se le convoca. Y eso sucede porque en el PRI suponen, que la mejor forma de capitalizar el voto de castigo al PAN en Aguascalientes es con la ausencia; "En Aguascalientes se esfumaron 1500 millones … ¡Urge recuperarlos!", reza un espectacular del único candidato del PRI que ha hecho su tarea en este campaña. Pero la gran tragedia priísta, es que esos 1500 millones se esfumaron por decisión de sus diputados locales, que han aprobado el mayor endeudamiento en la historia del estado y de la ciudad sin rubor alguno.
En los debates celebrados en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, y la Cámara de la Construcción, Jesús Medina Olivares recordó que, tal como lo documentó mi compañero Manuel Appendini, el gobierno estatal ha invertido más en el pago de radiolocalizadores y celulares que en ciencia y tecnología. Omitió mi estimado Jesús que fueron los diputados del PRI los que asignaron esos míseros recursos para el Concytea.
No hay duda de que en Aguascalientes el estado de ánimo que se respira son ganas de cambio; pero el PRI, a mes y medio de que iniciaran las campañas, no ha logrado ser fiel representante de ese sector de votantes desencantados por sus actuales condiciones de vida, en contraste con lo que sucede en el resto del país, en el que el tricolor, como bien documentó Otto Granados Roldán en Milenio, ha sabido capitalizar las creencias colectivas.
La muestra en el PRI la ha puesto un candidato al que todos consideraban débil: David Hernández Vallín, quien con "talacha" y "dejándose ayudar" ha podido nivelar una elección con una de las cartas fuertes del PAN: Alfredo Reyes. Aunque muchos no lo vean, Reyes era un candidato más difícil que Raúl Cuadra, pues a la simpatía por la marca del PAN, que en Aguascalientes sigue siendo la mejor evaluada entre partidos, habría que agregarle que Reyes no cargaba con el voto de castigo de Cuadra. Basta leer la cantidad de editoriales y correos electrónicos que se propagan contra el ex tesorero, y la ínfima cantidad de enemigos abiertos que se lanzan contra el ex alcalde.
También ha sido destacado el papel de Gabriel Arellano en la campaña, quien ha echado toda la carne al asador por candidatos que, en origen, no formaban parte de su equipo cercano. Si el PRI no tuviera en sus manos la alcaldía de la capital, esta elección estaría prácticamente perdida. Junto con Gabriel, otros priístas han destacado por su generosidad: Fernando Palomino, quien ha asistido a prácticamente todos los eventos que su partido lo ha convocado, y Enrique Rangel, quien pese a formar parte de una corriente que criticó las designaciones de candidatos en el PRI, se ha sumado sin titubeos a las campañas de su partido.
Ni hablar de la diputada Lorena Martínez, quien se ha echado a sus hombros la candidatura de Patricia Muñoz, y quien ha gestionado una importante suma de recursos para apoyar a su partido, a grado tal, que pareciera que el cierre de campaña en el PRI está marcando el inicio de su carrera por la gubernatura. Los eventos encabezados por Ivonne Ortega, por la dirigente nacional de las mujeres priístas, por Mónica del Real y la próxima visita de Beatriz Paredes son muestra de ello.
Pero lo que debe entender el tricolor es que no se encuentran en una posición de competencia por sus aciertos, sino que están en ella pese a sus errores. Errores que no sólo deben esperar al 6 de julio para ser analizados a profundidad, sino que deben rectificar ahora mismo. Enfrentando una elección tan cerrada como esta, el PRI no puede darse el lujo de no asistir a los escenarios en donde se encuentra una masa crítica de la población que podría definir la elección. Contrario a lo que muchos creen, esta no será una guerra de estructuras; pero es entendible que sea más fácil reclutar a decenas de jóvenes desempleados para que ondeen banderas en las esquinas a convencerlos de una idea transformadora para su desarrollo personal y el de su país.
Patricia Muñoz puede perder la elección si no es capaz de convencer a la masa crítica, que se inclina por votar por alguna opción de izquierda, o por anular su voto, de que sólo ella está en posibilidades de romper la continuidad en el estado. Ese debería ser su discurso, y no una campaña fundada en su buena imagen. La cosmetología no es suficiente para triunfar en elecciones de este tipo; si no, pregúntenselo a su rival, Raúl Cuadra, quien está depositando sus expectativas de victoria en un operador político nato, como Fernando Herrera, quien ocupa un lugar cada vez más visible dentro de la campaña.
Igual que ella, David Hernández Vallín debe atacar a ese sector del electorado; una buena referencia es el evento que esta semana realizó en Guadalajara el candidato del PRI, Aristóteles Sandoval, en el que aprovechando la presentación de un libro, presentó su programa cultural. O el propio «modus operandi» de Lorena Martínez, quien no desaprovecha la posibilidad de asistir a cuanto evento de relevancia convoca la comunidad universitaria.
Además de ello, el PRI debe convocar a sus cuadros con más credibilidad intelectual a difundir una campaña del voto útil. Otto Granados sería, quizás, una de sus mejores cartas, pero también están Jorge Varona, Jorge Izquierdo, el propio Medina Olivares, Óscar López Velarde, Miguel Ángel Nájera, Fernando Gómez, el ya citado Enrique Rangel y Javier Aguilera, entre otros. No se trata de debatir para ver cuántos votos se llevan de tal o cual evento; el debate público tiene efectos en la capacidad de reflexión de las personas, y desestimar esos efectos, puede llevar al PRI a una derrota de la magnitud de la que sufrió López Obrador en el 2006.
La invitación del dirigente estatal del PRI al gobernador del PAN a apoyar a sus candidatos, con el único objeto de "agravar los conflictos internos panistas", es una muestra clara de la puerilidad en el discurso con la que han enfrentado esta elección y de la subestimación con la que miden a los probables votantes.
El PAN, pese a que muchos no lo puedan ver, está en lo suyo. Estar en nivel de competencia, mientras el país y el estado son azotados, como nunca en su historia (de forma combinada) por el desempleo y la inseguridad, es ya un gran triunfo. Y lo hace, porque sus candidatos y su dirigencia están haciendo lo que les toca. Basta ver el buen nivel demostrado en el debate del Consejo Coordinador Empresarial, por candidatos que el PRI subestima, como Antonio Arámbula, para saber por qué el tricolor no está todavía ganando una elección que tenía en la bolsa, y que se la podrían sacar con graves implicaciones para la elección de gobernador, que es lo único que parece importar a los principales liderazgos del PRI.