La ciencia ficción es un género, o subgénero, al que le pueden aplicar perfectamente esas palabras que, en su sentido más amplio, incluyen casi cualquier obra literaria. Aunque, y eso no es sino una muestra de la diversidad de este tipo de escritura, todo puede entrar dentro de ella, de las fantasías apocalípticas de mundos en que el humano es una especie en supervivencia a la lógica científica de ciertas novelas y cuentos de Asimov, de la recreación completa de un mundo, incluyendo religión y costumbres, de Dune a obras como las de Ursula K. Leguin, una de las más destacadas escritoras en un género tan marcadamente masculino.
Terry Pratchett logra en sus delirantes novelas y especialmente en Imágenes en acción que el lector olvide la absurda irrealidad de su “Mundodisco” para reflejarse, a través del humor, en su creación. La sátira es la base de sus novelas y lo que ocurre en el mundo imaginario creado por Pratchett no es sino un reflejo exagerado de aquel en el que vive el lector. Las sociedades de magos, los vendedores de salchichas callejeras, el estudiante que vegeta eternamente en la universidad y, en ésta, el mundo del cine son objeto de burla del escritor que utiliza la ciencia ficción como medio de explicación de la “realidad” (entre comillas como quería Nabokov).
Imágenes en acción narra las aventuras de Víctor Tugelbend, estudiante de magia que para seguir en la universidad y aprovechar la herencia de su tío estudia para sacar siempre la misma calificación, 84, que, por un hechizo por la pantalla plateada, el nuevo invento de los alquimistas, que no es sino lo que conocemos como cine, se lanza a, no podía ser otro lugar, Holly Wood, así separado, donde quiere triunfar aunque no sabe hacer nada de nada. Allí su destino se cruza con el de una “actriz” que ha llegado hasta el pueblo que está en una costa inhóspita, donde no hay más que sol, arena y un montón de magos.
El problema, además de que los encargados de hacer los carteles anunciando las cintas no tienen el más mínimo dominio de la ortografía, es que, como corresponde a un invento de un mundo dominado por magos y alquimistas, las imágenes en acción no son mentira, no son una ficción, sino que afectan al mundo real. Primero a los actores que, de repente, como a nadie se le ha ocurrido inventar el sonoro pierden en pleno rodaje la voz y tienen que comenzar a comunicarse mediante pizarritas semejantes a los intertítulos del cine mudo y después, al estilo de Woody Allen, la vida en la pantalla y la vida en “Mundisco” hasta que un perro, mágico y bastante parlanchín, tiene que hacerse cargo de la situación.
Una mención especial merecen sus notas a pie de página que intentan que el lector comprenda un poco más “Mundodisco” y que contienen explicaciones como “Todos los enanos, sean del sexo que sean, tienen barba y llevan ropajes muy pesados. Sus rituales de cortejo consisten principalmente en averiguar, con delicadeza y disimulo, de qué sexo es el otro enano” o esa maravilla de la lingüística aplicada que es “El idioma de los trolls incluye 5.400 palabras diferentes para decir ‘roca’, y una para toda la vegetación, desde el musgo hasta las secoyas gigantes. Desde el punto de vista de los trolls, si no te lo puedes comer, no vale la pena ponerle nombre”.
Un poeta checo
Vitězslav Nezval es, por antonomasia, según su traductora, el poeta checo surrealista. Experto en haikus y poemas breves y saltarines, cuando se lanza a los poemas de largo aliento logra retratos humanos llenos de amargura y desesperanza como “Edison” que comienza diciendo “Nuestras vidas son tan tristes como el llanto / Una vez al anochecer salía del casino un joven jugador / Fuera nevaba sobre las custodias de los bares / el aire era húmedo pues se aproximaba la primavera / pero la noche temblaba como la pradera / bajo los golpes de la artillería estelar / que escuchaban sentados en mesas cochambrosas / bebedores inclinados sobre vasos de alcohol / mujeres medio desnudas con vestidos de plumas de pavo real / melancólicas como el atardecer // Pero había allí algo grávido que aplastaba / la tristeza la añoranza y la angustia de la vida y la muerte” (traducción de Clara Janés).
Banda sonora
Y sé / que no habrás dejado casi nada en pie. / Y si queda algo que se pueda salvar / lo vas a destrozar. / Y a mí ya me da igual, / yo ya estoy en otra parte. (…) Y yo/ protegiéndome de esta radiación / con mi nuevo traje / del más duro metal / que pude encontrar. / Así que me da igual / dónde vayas esta noche a reclutar / a tu nuevo general. / No le deseo mal, / que le pongan una estatua. (“Anuncio para coches”, Los Planetas).