Por su parte, y como se sabe, la IED de Japón en México se centra fundamentalmente en manufactura (81%) debiendo destacarse que apenas hay estudios; recientes o no, sobre la inversión japonesa en México.
Durante los 90 del siglo pasado, el factor de atracción de la inversión japonesa en México fue la firma del TLCAN y la liberalización del régimen de inversión extranjera en Japón. Dicha inversión se dirigió en su mayor parte en los estados fronterizos de México: Baja California, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas (Sanyo, Sony, Toyota, por citar a las más importantes empresas) además del caso de Aguascalientes, por supuesto, con Nissan y sus empresas satélites. Dicha inversión se centró en su mayor parte, como se sabe, en la industria automotriz y electrónica. Industria automotriz: 26% producción: 37% ventas y 22% exportaciones.
De modo que los retos y oportunidades que se perciben en esta relación comercial por libre comercio son, grosso modo, los siguientes: México está subutilizando sus cupos comerciales negociados y firmados con Japón. Debería subir sus exportaciones y vincular a sus Pymes con las empresas exportadoras.
Entonces, México debe avanzar hacia la construcción de un estado nacional proactivo y facilitador que por el momento no existe, mismo que haga seguimiento puntual a los acuerdos con Japón, que los potencie y que los impulse. Al respecto hay cuatro grandes áreas de oportunidad: capital humano, infraestructura, sistema financiero y mercado laboral. México debe crear una estrategia de política económica de largo plazo (que brilla por su ausencia) en sus relaciones comerciales, no sólo con Japón, sino con el resto de los países del mundo.
La crisis sistémica que vive el mundo, y en especial la crisis que vive la economía de los Estados Unidos, abre la oportunidad de una intensificación de la presencia japonesa en México en el lugar que tradicionalmente han ocupado los propios Estados Unidos.
México en general y Aguascalientes en particular podrían despertar de su letargo y salir a conocer mercados, explorando sus posibilidades de incorporarse a las redes de intercambio que caracterizan a un mundo cada vez más complejo. Al efecto, debe usar la buena imagen de la que afortunadamente todavía goza en Asia y en especial en Japón para crear y promover una imagen de marca-país que por el momento no existe. Debe crear seminarios informativos dirigidos a las Pymes exportadoras en coordinación con JICA y JETRO[2], lograr una mayor coordinación gubernamental, y conseguir la colaboración entre Instituciones de Educación Superior y empresas con potencial exportador.
Evidentemente, el saldo de la balanza comercial con Japón arroja una asimetría manifiesta que perjudica a México, aunque a más de tres años de la implementación del acuerdo, los flujos demuestran una clara voluntad de aumento del intercambio que debe acelerarse y profundizarse.
Con todo, se puede decir que en términos de comercio e inversión se ha logrado el objetivo del acuerdo. Por lo tanto, es claro entonces que los problemas en la balanza comercial de México van más allá de los acuerdos comerciales y son de naturaleza estructural. La razón de la celebración de este acuerdo se puede buscar con claridad en la pérdida de competitividad que en los pasados años han compartido México y Japón, manifestada con fenómenos como una clara revaluación del yen y una clara intención de las multinacionales japonesas para bajar la estructura de costos de producción relocalizando muchos de sus procesos productivos. Recesión a partir de 1991, crisis del modelo desarrollista y la apertura del modelo capitalista a la japonesa, que está claramente diferenciado del modelo estadounidense o del europeo.
Los japoneses reclaman de su contraparte mexicana la elemental existencia de políticas públicas de largo plazo y no unas que cambien con cada pequeño tlatoani sexenal o cada cacique estatal, y certidumbre jurídica (esencialmente consolidación de un estado de derecho muy débil o de plano inexistente en amplias regiones del país dominadas por la corrupción y/o el crimen organizado) como componentes de una mejora sustancial del ambiente de inversión, dado que México aparece en los últimos lugares de las diferentes evaluaciones sobre competitividad que se han hecho recientemente, como los de la OCDE. Por ejemplo, señala el rector de la UNAM que según esta organización nos situamos en el último lugar de inversión en ciencia y tecnología en una lista de los 31 países miembros de dicha organización, al asignar sólo 0.46% del PIB. Suecia, por ejemplo invierte el 3.67%. Por supuesto que esto incide en una cantidad más que reducida de científicos, comenta Narro. También resaltan los indicadores recientemente publicados por el WEF (World Economic Forum), que sostiene claramente que “falta avance en temas como competencia, rigidez laboral, fomento a la innovación local, fortalecimiento de las instituciones y calidad de la educación; mientras que en los indicadores institucionales contra el crimen organizado y en calidad del sistema educativo fue donde México obtuvo las peores posiciones en este ranking, al ocupar los lugares 129 y 127”[3]. La competitividad mexicana también va a la baja para el Instituto Mexicano para la Competitividad;[4] según el cual, el país cayó del lugar 30 al 32 en el índice de competitividad internacional que mide 48 países, y perdió competitividad en 8 de los 10 factores que mide dicho indicador. Por su parte, Aguascalientes está en el lugar cinco en el índice de Competitividad Estatal, y ha caído dos posiciones con respecto al mismo índice de 2006. Utilizando los mismos indicadores, la ciudad de Aguascalientes ocupaba en 2007 el lugar trece de 71 zonas urbanas analizadas por IMCO. Como se ve, existen serios retos y amplias oportunidades en el exterior para México y para Aguascalientes, pero hoy más que nunca es necesario cobrar conciencia de ellos.
[1] Profesor universitario. [email protected]
[2] Agencias japonesas de inversión extranjera y comercio exterior.
[3] México mantiene sitio 60 en competitividad, El Universal, 7 de octubre de 2009.
[4] www.imco.org.mx.