¿Qué significa el centro histórico para nosotros? Posiblemente la respuesta a esta pregunta será muy distinta para cada persona, puede que para alguien sea un sitio para el ocio, donde se puede ir a pasear las tardes de los sábados y comer una deliciosa chasca a los pies del templo de San Marcos, para otro más podría solo ser el destino a donde se tiene que transportar diario para trabajar en la oficina, o para algún otro el lugar al que se tiene que ir cada que se quiera comprar algo de cierta especialidad. Sin embargo, con cada año que pasa, menos personas consideran el centro como su hogar, o la zona donde este se ubica.
No hace tantas décadas, la totalidad de Aguascalientes se encontraba dentro de los límites de primer anillo, pero los nuevos modelos de desarrollo urbano de la segunda mitad del siglo XX fueron dispersando a la población a las orillas de la ciudad y con esto la zona centro también fue perdiendo habitantes. Las demandas de esta modernidad no solo se observaron en las nuevas urbanizaciones, el ahora viejo centro se vio intervenido, pues las calles donde antes solo pasaban personas, carretas, tranvías y uno que otro caballo, se tuvieron que adaptar para ofrecer fluidez a los novedosos automóviles, que en su momento fueron símbolo del progreso. Y aunque estos cambios fueron vistos con buenos ojos, también generaron fuertes rupturas en el tejido urbano y la degradación de la calidad de vida de las personas, solo visibles con los años.
Si contrastamos los modelos de vivienda de principios del siglo XX contra los del final del siglo, quizá lo más evidente sea el distanciamiento entre la casa y la calle, ya no encontramos ventanas junto a la banqueta, sino que un nuevo espacio transitorio como el jardín o la cochera, alejan a las habitaciones de la calle. Aunque hubo bastantes factores que llevaron a este cambio, ahora parece natural que cualquier proyecto arquitectónico que se desarrolle en la ciudad, incluso en el centro, busque marcar esta distancia, ya que nadie en su sano juicio quiere comer o dormir a pocos metros del flujo vehicular, donde la contaminación del aire y el constante ruido son causa de perpetuo malestar. Sin embargo, las casas patrimoniales que mantienen una estrecha relación con el espacio público no han salido muy bien libradas ante estas transformaciones. Es natural que una ciudad que evolucionó sin el auto se vea traumatizada ante la inserción de este.
El automóvil tampoco llegó sólo, los acompañaron sus demandas, como el estacionamiento, las gasolineras y los talleres mecánicos. Especialmente grave es el estacionamiento en la vía pública, ¿Por qué es bien aceptado reducir la banqueta, imposibilitando que dos personas puedan andar conversando hombro con hombro o que sea imposible circular para alguien con alguna discapacidad motriz, y que a pesar de esto se otorgue el espacio público para almacenar gratuitamente la propiedad privada (los autos)?
Para mi es claro, es menester limitar los autos en el centro de la ciudad. Este uno de los principales degradadores de la ciudad, especialmente por la forma en la que fue construida y las consideraciones que existían en su momento. Sin embargo, este cambio no vendrá solo, se debe de mantener el acceso al corazón de la ciudad y para esto hay una solución relativamente sencilla, el BRT (Autobús de tránsito rápido, similar al Metrobús) tal como lo propuso el ITDP en 2015. Con tan solo construir 25 km y con un costo aproximado de $1,250 millones de pesos, prácticamente el 56.3% de la población podría acceder al centro en BRT y en menos de 30 minutos. Quizá algunas calles como 5 de mayo serán exclusivas para el transporte público, pero contrario a lo que se pueda pensar, esto aumentaría su capacidad de mover personas.
Si además agregamos algunas ciclovías, mejores banquetas, árboles y algunas intervenciones tácticas, se podría transformar radicalmente el centro de la ciudad. Y, a pesar de limitar el acceso del auto, el incremento de las personas que pueden acceder fácil y rápidamente a este, generaría una mayor competitividad económica y posible potencial para la movilidad social. Asimismo, si los autos tienen menos espacio, habrá menos ruido, menor contaminación y más área para que todos podamos andar bajo la sombra de los árboles, quizá alguien extrañe moverse en auto, pero sin duda también podrán disfrutar de un rehabilitado espacio público. Por su parte, las casas patrimoniales que mencionaba previamente podrían ser habitadas de nuevo sin la pérdida de calidad de vida. Incluso los estacionamientos públicos en menor demanda podrían pasar a convertirse en desarrollos mixtos, con viviendas y comercios.
Me parecen graves las consecuencias de la despoblación del centro, a menos que no realicemos un cambio, parece que sería el destino que este se convierta en un centro comercial, de trabajos y monumentos, como lamentablemente ha sucedido en varias ciudades del país. Sin las dinámicas sociales y la riqueza de la complejidad de quienes lo llaman hogar, testimonio viviente de nuestra historia y tradiciones. La simplificación de este sería inevitable y con esto la esencia misma de la ciudad y su historia. Soñemos con un mejor centro, con una mejor ciudad, exijamos a las autoridades, pero también seamos parte del cambio.
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