Hasta finales del 2019 podríamos decir que teníamos una buena vida. Estábamos acostumbrados a lo que hacíamos y sentíamos que todo andaba bien. Comenzó la Pandemia a principios del año y de inmediato surgieron los comentarios dramáticos de lo malo que era estar en casa. La recomendación que daban los medios de comunicación y las autoridades sanitarias podría ser la mejor decisión para evitar el contagio, pero trastornó la vida familiar. Los medios de comunicación dieron a conocer el elevado número de casos de ansiedad, depresión, alcoholismo y hasta suicidio. Se incrementaron la violencia en la pareja y el maltrato infantil. Pero si leemos entre renglones nos encontramos con una realidad : la ansiedad y la depresión ya existían solo que se expresaban allá afuera, en el trabajo, en las reuniones con los amigos o en la vía pública. Los accidentes de tránsito, los insultos de un conductor hacia otro o hacia los peatones, es una muestra de la ansiedad. El alcoholismo y el uso de drogas ahora se hace en casa, típico borracho de buró, pero antes de cualquier manera se hacía en los antros, en la esquina del barrio o en las reuniones con los cuates. El significado es que nuestra sociedad no sabe manejar sus emociones. El suicidio efectivamente está aumentando, pero no por el confinamiento, ya que de cualquier manera nuestra estado es uno de los líderes a nivel nacional en este grave comportamiento y a la fecha han ocurrido 150 muertes autoprovocadas, lo cual pronostica que nuevamente en este año se romperá el récord del anterior. El maltrato infantil tomó una nueva dirección, los gritos, pellizcos y coscorrones son proporcionados por las madres a los hijos que estudian en casa, por la desesperación de ellas, no de la mala conducta de los niños. Las madres se vieron obligadas a hacer una buena parte del rol de las maestras y se sintieron incompetentes y rebasadas por la tecnología. Allá en su casa los docentes se dieron cuenta de que la técnica de enseñanza es obsoleta. También a ellos la tecnología los hizo ver anticuados, rígidos e intolerantes. Ahora se registran en la memoria de la compu los insultos, malos tratos y la incompetencia de los profes. Cuando regresen a las aulas habrán debido aprender el uso del internet y las redes sociales para aprender a enseñar, porque de los contrarios seguirán siendo rebasados por los alumnos. Y habrá muchos que por su edad no podrán lograrlo y comenzarán a pensar en la jubilación. La medicina social y la sanidad pública quedaron en vergonzosa evidencia. La Pandemia los rebasó, porque es una virosis impresionante, como no se había visto en los últimos cien años. Es verdad, pero también es cierto que demostró que las instituciones que tenemos son disfuncionales. Aguascalientes tiene diez hospitales públicos, seis del Issea, tres del IMSS y uno del Issste y todos fueron rebasados. Los hospitales privados fueron la solución, aunque a costos elevadísimos lo cual también demuestra un grave desarreglo en la atención a la salud. Muchas tiendas pequeñas o de artículos triviales tuvieron que cerrar y crecieron geométricamente las ventas en línea. Con lo cual también las grandes empresas tendrán que reajustar sus sistemas de comercialización. La educación universitaria sufrió un vuelco. Varias universidades de creación rápida vieron huir en desbandada a sus alumnos que prefirieron cambiarse a las instituciones que manejaron bien la enseñanza en línea. Y obviamente hubo despido de maestros. Una dinámica especial se registró en la vida social, con el cierre de antros, restaurantes y salones de fiestas. Para muchos de ellos, ocho meses de suspensión fueron demasiados y tuvieron que cerrar. ¿Qué pasará de hoy en adelante? Creo que en este tema todavía hay mucho por ver y aprender. ¿Se volverá a las fiestas hogareñas? ¿Se acabarán las bodas y las quinceañeras de estilo medieval? Tal vez es muy pronto para saberlos. Seguiremos aprendiendo de la pandemia.
