Un principio político común es que todo grupo de personas requiere de ser gobernada; desde la familia hasta la nación, es necesario que se haga el ejercicio de gobernar que, de manera sencilla, consiste en ordenar, organizar, coordinar la vida de los miembros de la comunidad y proporcionarle normas comunes y una autoridad.
También es principio político común que todo grupo está dividido en gobernantes y gobernados; y, entrando más a fondo, observamos que el subgrupo de gobernantes tiene cualidades y características propias como es el de contar con habilidades como liderazgo, capacidad de organización y manejo de personas, capacidad de concertación para la acción comunitaria, e interés y cuidado por los demás, entre otras más.
En los gobernados también encontramos características particulares
como son el sentido de pertenencia a una comunidad-nación, la
disposición para la integración y la acción comunitaria, la
participación en la sustentabilidad de la vida común, la aceptación de
la necesidad de un gobierno, etc.
En ambos grupos también se presentan los defectos y las perversiones
que obstruyen y dificultan no sólo la acción de unos o de otros, sino
la vida entera de la comunidad-nación; parte de las perversiones
presentes es el no aceptar los roles que nos toca vivir en uno o en
otro caso, cuando el gobernado niega al gobernante, o éste olvida su
función y vive para sí mismo.
El México de hoy vive un momento difícil que está inserto en un
proceso social –que esperamos pronto sea superado- de cambio que tiene
como motivo el buscar formas mejores de vida y de convivencia que
beneficien a todos; pareciera que es imposible lograr esas mejores
formas de vida y de convivencia ya que serían la resultante de acuerdos
básicos de la comunidad-nación, asunto que difícilmente se da entre las
personas, por lo que su búsqueda puede ser absurda o, en todo caso,
inútil.
Sin embargo, “mal que bien” o si se prefiere “bien que mal” podemos
observar a una sociedad civil “concertada”: la sociedad en general
realiza su propia vida a pesar de la pobreza, de la exclusión, de la
rudeza de lograr un espacio para sobrevivir. Lo hace construyendo
acuerdos entre ella misma, acuerdos-contratos que diariamente se
realizan, y por miles, y que se logran por el entendimiento instantáneo
de las partes fincados en las reglas y normas comunes establecidas por
la costumbre o por las leyes.
Este gran concierto social del México de hoy está teniendo una
perturbación que en algunos espacios del territorio nacional sí ha
alterado la vida de la comunidad-nación del lugar: sufre los efectos de
la incontrolada delincuencia organizada. Fuera de esta perturbación
nuestros problemas sociales graves como la pobreza y la exclusión –que
son frecuentemente motivo para la “desconcertación” de la sociedad- no
son hoy los factores que alteren o impidan la búsqueda de la
sobrevivencia, ya que todavía nuestra sociedad tiene espacios varios de
solidaridad y subsidiariedad (pobreza y exclusión a los que se debe
buscar una respuesta pronta ya que hablamos de la calidad de vida de
muchos mexicanos).
No obstante, entonces, de que vivimos una sociedad civil
“concertada” –con todo y sus deficiencias y carencias-, es lamentable
observar que vivimos una sociedad política “desconcertada”; una
constante que es común encontrar en los espacios de la acción política,
y que en ocasiones también llega a ser corriente: es la del
enfrentamiento y descoordinación entre los poderes de gobierno,
particularmente legislativos y ejecutivos.
Ya nos es natural la forma de relación y comunicación que se da, por
ejemplo, entre los legisladores de los diferentes partidos políticos, y
entre legisladores y ejecutivos; baste con observar una sesión de las
cámaras federales o locales, o una comparecencia de un secretario en el
congreso, o a un partido reclamar algo en un estado donde no gobierna y
no cumplirlo donde sí gobierna, para corroborar la desconcertación.
Desde luego que no debemos confundir debate y discusión con la
desconcertación; los debates y las discusiones son los mecanismos
necesarios para dilucidar las políticas públicas y sus decisiones,
aunque aquéllos sean en ocasiones rudos o ríspidos.
La desconcertación tiene dos elementos nutritivos: el recurso fácil
de la crítica sin objetivos precisos de compromisos consecuentes y la
constante ausencia de acuerdos. La desconcertación a su vez tiene dos
manifestaciones: una es que sólo se critica y cuestiona al otro en el
espíritu del “síndrome contreras”; y la otra es que en el trabajo de
gobierno para la sociedad cada quien “anda por su lado”.
Una sociedad política concertada se da cuando la acción de los
poderes de gobierno se realiza con el común denominador de servir a la
sociedad, en la que cada poder actúa en el espacio constitucional
propio, congruente con la función constitucional que tiene asignada,
con el respeto a las funciones y acciones de los otros poderes, y
evitando la intromisión o la interferencia en donde no le corresponde;
la sociedad se convierte así en el espacio de confluencia de las
acciones concertadas de los poderes de gobierno.
México necesita hoy de manera urgente que la sociedad política logre
la concertación de sus acciones de gobierno; la concertación es
sencilla –idealmente-, sólo requiere que los partidos políticos
consideren que hay tiempos de ser ejecutivo y tiempos de ser oposición,
y que cuando son ejecutivos necesitan de la colaboración de la
oposición, por lo que es necesario mantener la misma disposición
política en uno y en otro casos.