Muerte por Impuesticidio - LJA Aguascalientes
25/11/2024

las cifras dadas a conocer oficialmente, confirmaron con la reducción de 8.2 por ciento del PIB en el primer trimestre, lo que ya augurábamos, la profunda recesión en la que ha caído la economía mexicana es la antesala de un futuro inmediato deplorable. Apenas hace unos días, habiendo tenido ya la oportunidad de palpar la gravedad de la situación, el secretario de hacienda (con minúsculas), el del “catarrito”, afirmaba que el PIB caería un 4.1 por ciento en este año. Ahora afirma que la reducción del PIB será del 5.5 por ciento en 2009. O sea, un pequeño error de cálculo de casi 35 por ciento. Y si así le falla ahora, ya podemos imaginar el nivel que la cifra alcanzará a final del año.

El noble pueblo mexicano, que no perdona que le vendan kilos de 650 gramos (error de 35 por ciento), en este caso sí aguantará estoicamente las consecuencias de la imposición de un modelo fallido que fue impuesto a los mexicanos desde hace casi tres décadas. José Angel Gurría, el “ángel de la dependencia”, ex secretario de hacienda y actual titular de la OCDE, reconoce que la economía de México es “un desastre” y que el país tendrá que salir solo del agujero. ¿Qué no hay responsabilidad pública cuando reconoce a La Jornada que “calculamos mal”? ¿Y no tiene también su parte de culpa quien viendo el desastre ahora, se aferra a las políticas económicas fallidas?

Hacienda fue desde donde se impuso la política económica que hoy resulta evidente que hundió en “el desastre” a nuestra economía. Pero eso sí, no importando haber provocado el desmantelamiento productivo, continúa cobrando los impuestos,  actualizaciones y recargos para mantener al aparato gubernamental a costa del bienestar del pueblo al que debería servir.

El pago de impuestos es una obligación de los ciudadanos para mantener su aparato gubernamental. Pero el gobierno, dice la teoría económica, no debe constituir una carga mayor de la que la población pueda razonablemente sostener. El desequilibrio que se presentará muy pronto en las finanzas públicas deberá llamar la atención ante un mal evidente que, de no iniciar acciones de ciudadanía económica responsable, podría devenir en un mal social mayor.

El actual titular de hacienda ya ve venir la catástrofe fiscal –falta ver en las cifras del segundo trimestre qué tanto daño causó la paralización por la contingencia sanitaria-. Con un diagnóstico errado, las acciones para enfrentar la crisis serán también erróneas y podrán provocar aún más daño. Mencionó tres opciones, todas ellas para enfrentar el déficit de las finanzas públicas: aumentar impuestos, endeudarse o reducir gastos. Ninguna sirve para recuperar el bienestar de la población.

Pero además, no reconoce que el modelo económico preponderante en el mundo ya es obsoleto. México, a diferencia de otros países latinoamericanos, se aferra aún, su gobierno lo ata aún al sistema que privilegia la concentración monetaria por encima de la producción de bienes y servicios. El capitalismo financiero, sustentado en la economía de la depredación, se está cayendo a pedazos con graves consecuencias para el mundo. Priva la complacencia y obsesión por la ganancia inmediata, que es la causante de la crisis. Nuestros dirigentes están mostrando una escandalosa incompetencia porque se siguen aferrando al marco neoliberal, marco que ya no resuelve la condición actual y ha demostrado ser tan devastador como inhumano.

La recaudación tributaria se desplomará. No será por una acción civil de protesta vía la negativa de pago de impuestos por la inoperancia de la secretaría de hacienda. Es inaudito que quien ha sido responsable de la profundización de la crisis, sea el mismo que cobra para continuar haciendo lo mismo. La política económica está condenada a una muerte anunciada por impuesticidio provocado por la contracción económica. Si no se cambia ya, el costo social será enorme.

El músculo que podría levantar la economía doméstica ha quedado atrofiado por el desmantelamiento de la planta productiva –por la política neoliberal-. El sistema bancario, tanto el doméstico (que ya no es nacional) como el internacional, seguirán carcomiendo hasta agotar la capacidad de generación de riqueza mundial. Esta es la tendencia del actual modelo.

Las perspectivas no son nada halagüeñas, a menos que se cambie el modelo económico. Que la población en general adquiera conciencia de su enorme poder a través de la elección racional de qué es lo que consume y cómo lo hace. Cuestión de enorme importancia es ahora el destino del gasto en consumo. El consumismo manipulado de nuestro poder de compra para engordar sanguijuelas económicas nos ha puesto en la difícil situación actual. La única política pública que ayudará a salir de la crisis, es la que promueva una nueva cultura del consumo, que reoriente nuestras preferencias hacia la compra de bienes y servicios producidos localmente. Que privilegie el valor del trabajo y del ser humano sobre el efímero valor monetario. 


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