El 8 de noviembre de cada año se conmemora el día del urbanismo en México y otras partes del mundo. Una celebración que busca hacer consciencia de la importancia de las ciudades. Los asentamientos humanos donde actualmente habitamos la mayor proporción de la población en el planeta. Generalmente, el festejo toma dos vertientes. Por un lado, se resaltan los principales desafíos que actualmente enfrentan las ciudades a lo largo y ancho del planeta: escasez de agua, movilidad y transporte, tratamiento de residuos, crecimiento acelerado, desigualdad social, polarización del empleo y exposición a riesgos de distinta naturaleza; por mencionar algunos. Por otro, se subraya la aportación que hacen los profesionistas involucrados en las distintas áreas relacionadas con el desarrollo urbano: diseño, planeación, ordenamiento e investigación de las ciudades.
En la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), una de las pocas universidades públicas donde se imparte la licenciatura en urbanismo en nuestro país, la fecha toma cierta importancia. Para celebrarlo se llevan a cabo conferencias, talleres, paneles y otras actividades académicas. En el festejo del año pasado tuvimos la oportunidad de contar con la valiosa participación del Profesor Boris Graizbord, de El Colegio de México, quien impartió un breve curso a algunos estudiantes interesados en el estudio del fenómeno urbano. En algún momento del curso se cuestionaba al Profesor Boris sobre la importancia del urbanismo en México. Después de exponer su punto de vista el Profesor Boris indicaba que la respuesta a esa interrogante dependía de tres preguntas adicionales: ¿qué ciudad tenemos?, ¿qué ciudad queremos tener? y ¿qué ciudad podemos tener? Personalmente, creo que la conmemoración del día del urbanismo es un buen pretexto para retomar esas tres preguntas y ofrecer una respuesta con el ánimo de invitar a su reflexión.
La primera pregunta, ¿qué ciudad tenemos?, hace referencia a la ciudad que vivimos todos los días. Nos hace pensar en las condiciones físicas, las funciones, las relaciones y los imaginarios que sufrimos o disfrutamos diariamente en el espacio urbano. En este plano, para algunos, las ciudades son caóticas, desordenadas, decadentes, agobiantes, inseguras, desiguales e insostenibles. Pero para otros, las ciudades también se entienden como una fuente de oportunidades, posibilidades, soluciones y opciones para salir adelante. La segunda pregunta, ¿qué ciudad queremos tener?, se vincula con los sueños e ideales por habitar en un mejor lugar. En el ámbito académico se han formulado un sinfín de propuestas que podrían responder a esa pregunta. Desde los principios básicos para contar con ciudades limpias y seguras, pasando por la idea de promover ciudades compactas, diversas, saludables, incluyentes, sustentable, hasta propuestas vanguardistas como las ciudades “inteligentes”, “vegetales” y “amigables”. La respuesta a esta última pregunta nos remite a las utopías que guían la formulación de políticas urbanas, promesas de campaña y muchos proyectos académicos. Pero también hace referencia al deseo de la población por tener mejores condiciones que les permitan disfrutar y (sobre)vivir de mejor manera en las ciudades. Sobre estas dos primeras interrogantes es donde se ha concentrado el ejercicio, la enseñanza y la práctica del urbanismo en nuestro país. Para darse cuenta de ello basta con echar un vistazo a la cantidad de estudios, proyectos y propuestas que se han formulado desde el urbanismo para atender el fenómeno urbano.
La tercera pregunta, ¿qué ciudad podemos tener?, es un golpe de realidad. Coloca nuestros pies sobre la tierra. Es una pregunta que nos invita a dimensionar las capacidades reales con las que contamos para alcanzar los sueños planteados en la pregunta anterior. Sobre este tema la realidad es cruda para un país en desarrollo como el nuestro, donde son sumamente escasos los recursos para resolver los inagotables problemas que aquejan a nuestras ciudades. En los gobiernos de distintos órdenes (federal, estatal y municipal), generalmente, no se cuenta con las capacidades económicas y técnicas para dimensionar, jerarquizar y atender los múltiples problemas de las ciudades. En la sociedad pocas veces se tiene la cultura, la educación y el compromiso para organizarse con el objetivo de hacer valer su derecho básico a un hábitat urbano que mejore o amortigüe sus condiciones de vida. En la academia son raras las ocasiones en que se realizan ejercicios para dimensionar las posibilidades reales de muchas de nuestras propuestas y planes educativos.
La celebración del día del urbanismo permite resaltar su función y contribución a nuestra sociedad. Su existencia, sin duda, es fundamental, ya que entre sus profesionistas se gestan ideas, soluciones y proyecto que resuelven (o resolverían) muchos de los problemas que se sufren en las ciudades. Sin embargo, también sería bueno detenernos por un momento a reflexionar sobre las tres preguntas expuestas previamente. La respuesta que cada uno de nosotros podamos ofrecer nos acercaría a tener un urbanismo con soluciones más acordes a nuestra realidad y con mayor posibilidad de tener un verdadero impacto positivo sobre la calidad de vida de una población cada vez más urbana.
Finalmente, aprovecho el espacio para felicitar a todos mis colegas urbanistas, urbanólogos y planificadores urbanos en su día. Todavía hay mucho por hacer.