No cabe duda que lo poco que sabe Gabriel Arellano Espinosa no se lo debe a su ignorancia, sino a su experiencia. Cual apóstol de la enseñanza, el pasado jueves 17 de septiembre, el alcalde sostuvo un singular monólogo de cantina, ante estudiantes de la preparatoria “Jesús Reyes Heroles” a los que contó sus púberes andanzas y los particulares conceptos que tiene del poder público, la sexualidad, el amor y otros menesteres ajenos al interés de los jóvenes asistentes que tuvieron que soportar callados su “magistral fórmula” para alcanzar el éxito: “trabajo, orden, talento y ganas”.
Aunque lo que menos mostró fue el talento, al presidente municipal no le costó trabajo exponer la podredumbre de su formación política y académica que acabó cohesionando perfectamente a su pedestre perfil de funcionario público. “Ya no es negocio ser presidente municipal”… expresó, orgulloso de mostrar su fina estampa de macho mexicano a los futuros electores preparatorianos. Como sacado de la película La oveja negra estelarizada por Andrés Soler en su papel de Don Cruz Treviño de la Garza, presumió a su esposa Patricia González como su “novia número 16” admitiendo que la primera vez que se enamoró fue porque se le pasaron la copas de Bacardí.
Sus consejos, que seguramente da sus hijos, alcanzaron la dimensión conceptual del sexo de alto rendimiento y como atleta del orgasmo virtual recomendó a las mujeres “fajar pero sin soltar”, ignorando olímpicamente que la relación sexual no es posible expresarla enteramente a través del lenguaje. Su singular adoctrinamiento masturbatorio causó hilaridad en aquellos jóvenes que no confunden como él, cúpula con cópula porque saben que el sexo, justamente, es el lugar donde “fracasa el conocimiento y tropieza el sentido”. Poco faltó para que Gabriel Arellano dividiera el auditorio en dos grupos: los defensores de María (la inmaculada concepción) y los partidarios de Eva (la pecadora). Nada dijo del uso del preservativo, del sida, del aborto, de la diversidad sexual que transformó en una mesa de despacho en su gestión municipalista. No hizo alusión alguna a la transparencia del gasto público, ni a la corrupción, ni a sus policías vinculados con el narcotráfico y la delincuencia organizada. Trató de justificar lo negro de su administración diciendo que… “los medios de comunicación nos tratan de vender la idea que todo está mal” y le recordó a sus críticos que tiene “la capacidad de decir no oigo, no oigo, soy de palo y voy derecho”. Sin embargo lo más patético y sobresaliente de su charla misógina fue la agresión psicológica y verbal contra las mujeres gordas, las que no pueden ser violadas según Gabriel Arellano Espinoza en razón de su obesidad.
Los enfermizos afanes protagónicos del alcalde para catapultar su candidatura al gobierno del estado lo han llevado a exhibir su verdadero rostro y su particular forma de pensar e interpretar su vida pública y privada para darla a conocer a la juventud estudiosa de Aguascalientes, como si su vida y obra fueran un ejemplo a seguir.
¿Quién le hará entender a Gabriel Arellano que la escuela es un espacio socializador que no únicamente transmite estereotipos de género? La escuela es una institución que, además de ser transmisora de conocimientos, transmite normas, principios, reglas y valores, mismos que el presidente municipal desconoce. El lenguaje, y esto lo tiene que saber Gabriel Arellano, es lo que otorga a la vida su vocación Ética. ¡Qué bueno que no dio a los estudiantes un curso de ética! porque jamás hubiera entendido, a la manera de Sigmund Freud, que “la civilización no empezó cuando se inventó la lanza sino en el momento en que se profirió el primer insulto”. La Ética en consecuencia no es un fruto que se dé en las huertas del alcalde.