Tzadikim - LJA Aguascalientes
26/11/2024

  

n el libro del Génesis (18,1-33) Jehová condiciona la destrucción de Sodoma a la existencia de un puñado de hombres justos, de encontrarlos se evitaría la devastación, así se lo responde a Abraham: 

“Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos.” 

La tradición judía desarrolla esta idea, en especial en el Talmud, y se habla de los Tzadikim, término que se refiere a los hombres justos que por su generosidad y sentido de justicia consiguen la gracia de Dios, logran que el mundo permanezca. 

 

Por la forma en que se cuenta nuestra historia, resulta difícil pensar en la existencia de los Tzadikim, lo nuestro no es la fe en un grupo de hombres justos, vamos más por seguir a una sola persona, alguien que encarna la idea de resistencia o cambio, pareciera que estamos condenados a la aparición de un caudillo para realizar los cambios que se necesitan, alguien, quien sea, que con ánimo renovador y justiciero tome la delantera para encauzar el deseo colectivo de renovación.

La idea de los Tzadikim me ha estado dando vueltas a partir de los pocos, muy pocos, que se negaron a aprobar en la Cámara de Diputados el alza de impuestos, el IVA, el ISR, a los depósitos bancarios, a las telecomunicaciones. Durante unas horas, 24 diputados tomaron la tribuna e intentaron detener al resto, por un momento alimenté la ilusión de que algo podría cambiar. No me emocionaba el número, me queda claro que el sistema de representación no funciona así, que se requiere una mayoría de votos para lograr los cambios, sin embargo, la irrupción de esos 24 mantenía la esperanza de encontrar una salida pensada, reflexionada, el camino hacia un diálogo.

A veces eso es todo lo que uno espera, un diálogo. De ahí la recriminación a nuestros inútiles diputados, que como respuesta a la toma de la tribuna, alguno de ellos (Antonio Arámbula, Raúl Cuadra, Margarita Gallegos, David Hernández Vallín y Lourdes Reynoso Femat) propusieran un intercambio de ideas para encontrar otra salida, una con mayor imaginación. No fue así, la respuesta fue el levantamiento de dedo, bueno, a excepción de Arámbula, a quienes las imágenes mostraron feliz y regocijado como niño en travesura cuando logró arrancar una de las pancartas de los que tomaron la tribuna. Esa fue la respuesta, a los posibles Tzadikim que resistían, el silencio torpe y la agresión.

Una vez aprobados los aumentos, me doy cuenta de que pensar a los 24 que tomaron la tribuna como Tzadikim es romántica, idealista, no lo son, no son los hombres justos que puedan propiciar el cambio porque jamás tuvieron las ganas de hacerlo, lo suyo fue una simple manifestación, gesto que ha de quedar en las notas informativas y pronto ha de ser olvidado. Durante el tiempo que estuvieron en la tribuna sólo se dedicaron al grito, al insulto, a arrebatar símbolos e interrumpir la sesión, rendidos de antemano a la certeza de que no iban a lograr nada.


Eso parece ser lo de hoy: el gesto, la pose para la imagen que transmita, no importa si efímeramente, la sensación de que algo se opone, pues eso fue, por ejemplo, la comparecencia del secretario del Trabajo y los arrebatos de los diputados que le aventaron dinero, le gritaron, le cantaron que los mirara a los ojos, pura finta, al final, en vez de la necesaria exposición de los por qué acerca de la liquidación de Luz y Fuerza del Centro se canceló, aquí no ha pasado nada.

En el caso de los 24 que tomaron la tribuna es lo mismo, sólo actúan con la idea del costo político, no para cambiar las cosas. Algo le sucede a nuestra oposición que se maneja sólo a partir de la negación, sin propuesta, no hay en su discurso ideas, sólo la firme intención de negarse, lo que se vuelve ruido, grito, puño en alto, pancarta. Por un momento pareciera que atienden a sus representados, que son capaces de tomar las ideas que por cientos aparecen en los periódicos, en las conversaciones, las salidas que se ofrecen, distintas al aumento de impuestos que sólo resuelve en el corto plazo, que no tiene consideración hacia el futuro, pero no es así, les basta el gesto.

Poca esperanza hay de encontrar Tzadikim en los diputados. Las ciudades de la llanura serán destruidas, a quien mira hacia allá, sólo encontrará como el sube de la tierra el humo de un horno. n

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