Si algo caracteriza a nuestra clase política es su rápida capacidad de respuesta, apenas el reportero finaliza la pregunta (a veces ni eso) ya el político profesional tiene su comentario listo, siempre filoso, punzante, de la prontitud de su reacción depende el lugar que ha de ocupar en las páginas del diario o el noticiero, sabe también que debe cargar sus palabras con el veneno justo para que una de sus frases sea elegida como cabeza de la nota, la sentencia justa que ha de presentar de una sola pincelada la inteligencia de su opinión.
Lamentablemente, respuesta no es acción y comentario no es discurso. Lamentablemente, los políticos se aprovechan de lo corta que es nuestra memoria en materia de asuntos públicos y apelan a que el escándalo, la inseguridad o el chisme releven al olvido la exigencia de rendir cuentas.
Sus declaraciones demuestran que para la clase política el discurso es bote pronto y la responsabilidad es papa caliente, tú la traes. Al momento de rendir cuentas el político cuenta con el maravilloso recurso de la división de poderes, que no es vista como responsabilidad compartida, sino como posibilidad de repartir culpas. Ante cualquier tema la reacción siempre es la misma, el titular del Ejecutivo (federal o estatal) convoca a unir esfuerzos y pide se apoye su decisión; el alcalde clama por recursos y el auxilio de los otros poderes para que le auxilien, los legisladores prometen un análisis exhaustivo, los líderes de los partidos políticos acusan a los otros, siempre los otros. Todo es pasar la bolita.
Otra característica de la opinión de bote pronto es su calidad de políticamente correcta, no importa realmente lo que se esté diciendo, que suene bien y cumpla con el trámite de responder el cuestionamiento del reportero o ciudadano, que le endulce los oídos.
Ahí están las reacciones a los 25 puntos que integran el Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo para Vivir Mejor que el gobierno de la República presentó el pasado miércoles al más puro estilo de los pactos de solidaridad del sexenio de Salinas de Gortari: a la mesa se convoca a todos los sectores para que aprueben a la hora de los discursos y firmen las medidas; basta con la promesa de la clase política de comprometerse, sumarse; en el caso de la oposición, este “mientras tanto” es la oportunidad para decir que pronto, algún día, la próxima semana, ha de presentar alternativas distintas. El mismo Acuerdo deja abierta la oportunidad para sólo declarar, el discurso del Presidente Calderón señaló: “Convocaré posteriormente a representantes de los sectores firmantes para darle seguimiento a este Acuerdo en favor de las familias mexicanas y del empleo, e invitaremos siempre a otros sectores a que asuman mayores y distintos compromisos a los aquí suscritos”. Mientras tanto, en lo que llega ese “posteriormente”, pues a opinar, que eso basta.
En el ámbito local, la respuesta del Presidente Municipal de Aguascalientes sólo puede ser calificada de triste. A través de un boletín se informa que instruyó a todo su gabinete para trabajar unas propuestas, medidas concretas especifica el comunicado, donde también se señala que lo ordenó “desde la Ciudad de México” para que se vea que no pierde el tiempo y uno imagine la rápida reacción, apenas salió de la reunión se puso a hacer llamadas.
Además de conminar a su gabinete a que se ponga creativo, en el bote pronto ante las grabadoras Gabriel Arellano señaló que se va a cambiar “burocracia por empleo en obra pública” (La Jornada Aguascalientes, diciembre 9) y que serán despedidos entre 100 y 200 trabajadores del municipio, en una lógica perversa pero contundente agregó que su expectativa es que por cada despedido de su administración se generarán entre tres y cuatro empleos en obra pública.
La imagen que se tiene de la burocracia en el imaginario colectivo es pésima, no se le entiende como el conjunto de servidores públicos, se explica como la causa de la administración ineficiente, así que correr burócratas suena políticamente correcto, pero no hay argumento, la declaración no aguanta un cómo, ni un por qué: ¿apenas se acaba de dar cuenta que le sobran 200 empleados, pues qué hicieron durante un año?, ¿cómo se transforman esas plazas en dinero para obra pública, no estaban ya aprobadas en el presupuesto?, qué más da, el gobierno de Aguascalientes aporta otra centena de desempleados que se ha de sumar a las 345 mil 372 personas que perdieron su empleo sólo en diciembre del 2008 (cifras del IMSS).
“Adelgazar el aparato burocrático” anuncia el alcalde, quien también prometió que se “bajarán los gastos de avión, de comidas y de hoteles” y se dan porcentajes, las comidas a la mitad y el hospedaje un 25% menos, otra vez las preguntas, ¿no eran justificados esos viáticos, no eran indispensables para las tareas de gobierno, cómo se explicaron en el presupuesto ya aprobado?
Ahí está la respuesta ante la crisis, la opinión de bote pronto, total, a final del año se le pasará la cuenta a los legisladores y, seguro, la van aprobar, más preocupados por los resultados electorales que por la rendición de cuentas. Total, no hay mal que una buena intención no borre.