Gustavo Arturo de Alba
Nunca he sido de los aficionados que calibran el resultado de una corrida por el número de apéndices, para determinar al triunfador de la misma o, en plan más modesto, considerar quién ha sido, para mi gusto, el que hizo las cosas que mayor satisfacción me han dejado en esa tarde.
Y no iba a ser diferente el pasado domingo 8 con la corrida celebrada en la Plaza México, con toros de “San José”, donde actuaron Enrique Ponce, Arturo Macías y Joselito Adame, quién confirmaba su alternativa, otorgada en Arles, Francia, teniendo de padrino, en esa ocasión, a Julián López “El Juli” y, fue precisamente, si se trata de establecer un escalafón, Joselito Adame quién, me ha parecido, realizó con mayor pureza y plasticidad taurina, las diversas suertes, tanto con la capa, como con la muleta, quedando allí para el recuerdo imborrable la ejecución de su quite por “zapopinas”, al igual que las series de derechazos a su primero de la tarde, rematados a cabalidad, sin que el toro le alcanzara los vuelos de su muleta, que estuvieron siempre a la distancia justa para llevar templada su embestida en sus preciosos pases en redondo, con la diestra. Al igual que sacarle jugo a su segundo enemigo, al cual tuvo que desengañar, para que embistiera confiado a la muleta.
La maestría del valenciano Enrique Ponce es inmensa y de ello dio sobradas muestras en la lidia y faena de muleta de “Notario”. Lidia en cuanto a la primera parte, llevando la muleta a media altura, para no castigarlo y que rodara por la arena, fue mostrándole, con suavidad el recorrido que debería de llevar el de “San José”, para después dar paso a la faena en lucidos derechazos, que fueron superados en las series de naturales. La faena fue in crescendo hasta dar lugar al divertimento del pase de su creación: la “poncina” , que inicia con una rodilla en tierra y la otra flexionada, para dar un pase casi redondo, con ciertos ribetes de “dosantina”, el cual nos lo mostró en dos ocasiones, quedando para la polémica lo estético o no de dicha “poncina”, que en un principio no fue mucho de mi agrado, pero que al volver a ver la grabación de la faena, se han ido diluyendo mis objeciones al respecto. Logró culminar su faena con una fulminante estocada en todo lo alto, que hizo rodar rápido al bravo “Notario”, aunque escaso de malas ideas, el cual embestía con docilidad a la embrujadora muleta del valenciano, quién siendo un consentido de la afición de la Plaza México, pronto recibió las orejas y el rabo, quizás en recuerdo de otras mejores faenas, realizadas en esa misma plaza, las cuales no pudo culminar con el acero.
Arturo Macías no se amilanó ante lo que habían hecho sus alternantes y en el quinto de la tarde también brilló a las alturas; sin dejar de lado del todo su estilo bullidor, de saber acoplarse al tipo de faena que el público le demanda, supo dar muestras de hondura en su trasteo, ejecutando con largueza y sabrosura series de derechazos que el público coreó con singular entusiasmo, hasta culminar con certera estocada, en que, ya llevados por la borrachera triunfal de tanto derroche de torerismo en esa tarde y para no quedar en desventaja con Ponce, se llegó al delirio de concederle los máximos trofeos, aunque un amplio sector del público, desde esa misma tarde, protestara el corte del rabo. Rabos que hasta hoy día el mismo juez de plaza Gilberto Ruiz Torres, en diversas entrevistas, acepta haber exagerado en el otorgamiento de ambos rabos. Arguye que Ponce fue desarmado hasta en tres ocasiones, lo cual no permite catalogar de impecable lo realizado con la muleta ante “Notario”. Si bien la ganadería de “San José” ya se había presentado en la “México” en las corridas para los llamados toreros modestos, nos suponemos que después de su clamoroso éxito del domingo pasado, entrara a formar parte de las “consentidas” de los toreros que imponen condiciones en ese coso. Una gran corrida que deja grato sabor de boca a los aficionados, quienes podrán solazarse en las tertulias, al tener mucha “tela de donde cortar” y contar.