En diciembre de este año, cerrará Yahoo Grupos, un servicio creado hace 20 años que de acuerdo a la empresa se estableció para conectar a personas con intereses compartidos, explorar nuevas ciudades, mantenerse en contacto con amigos de la escuela, aprender nuevas habilidades y, lo más importante, establecer conexiones que quizás habían perdido o que nunca habían tenido. En el comunicado, Yahoo señala que a pesar del orgullo de crear una de las comunidades digitales, el declive gradual en el uso de ese servicio hace que la empresa centre su atención en otras áreas del negocio. Si crear comunidad era la intención, ¿qué pudo llevar al abandono de ese sitio?, una respuesta a bote pronto: las personas comenzamos a comportarnos como usuarios.
No encuentro sentimiento compartido más común que desear formar parte, ser aceptado, para mí eso explica el grado de participación de los individuos en las redes sociales, formar comunidad, compartir con el otro, nos mostramos ante los otros para encontrar puntos de encuentro, dedicamos tiempo a establecer las señales que nos distinguen, para que se nos reconozca: la imagen de perfil, el lema que nos distingue, los momentos que destacamos, las relaciones que consideramos nos forman. Como en la vida real, moldeamos el exterior en busca de que los otros identifiquen que nos hace afines y nos acepten.
Asumimos una máscara de acuerdo a la vida social que deseamos.
La vida en redes no es todavía como la vida real, es posible que no falte mucho tiempo para que sean indistinguibles, todavía hoy podemos asumir una máscara distinta de acuerdo a la red en que deseamos distinguirnos, una que no se parece en nada a la que se usa en la convivencia diaria, la velocidad con que podremos seguir haciendo esa distinción obliga a una reflexión acerca de quiénes somos y cómo queremos formar parte de una comunidad.
La velocidad con que la vida virtual permea la vida real ha apurado la conformación de una identidad frente a los otros, las herramientas que nos ofrecen las redes impulsan a elegir lo simple antes que ahondar en la complejidad que contiene un nombre, usuarios antes que personas. Antes que formar comunidad, intentamos que el conjunto nos vea, reconozca. Deseamos más que 15 minutos de fama, se lucha por generar seguidores, en ese proceso, se pierden los matices, la complejidad de los sentimientos, sensaciones, habilidades, se deben reducir a una imagen, lo superficial de la máscara.
Si quieres tener éxito en redes, he escuchado el consejo miles de veces, lo mejor que puedes ser es ser tú mismo. El éxito reducido a seguidores demanda a evadir la comunidad, no sólo los intereses comunes, también el reconocimiento de las responsabilidades conjuntas, cambiar esa idea de colectivo con propósito, a la obtención del reconocimiento.
Para generar comunidad, ¿qué está pasando, qué estás pensando, qué quieres compartir?, las preguntas iniciales de las redes sociales, podrían pasar primero con lo que le puedo ofrecer al otro, antes de pensar en lo que quiero de ellos, un procedimiento de verdad similar al amor.
Coda. “La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente, aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable —y espuria— de su ser: está condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad”, Octavio Paz en “Máscaras mexicanas”, un ensayo que forma parte de El laberinto de la soledad.
@aldan