La primera vez que escuché en mi vida a Janis Joplin fue en 1976, creó, los años están un poco turbios en la memoria, pero debió ser en el ’75, o ’76 quizás, no más. Yo tenía en ese momento 12 o 13 años de edad y me gustó mucho, fue una de esas ocasiones en que sientes un derechazo en la mandíbula y te quedas noqueado sin capacidad de respuesta. La escuché en una reunión familiar, alguien llevó un disco de Janis a la fiesta y fue entonces que la escuché, su fuerza, su vitalidad, la intensidad de su voz que definitivamente no salía de la garganta sino de los mismísimas entrañas del corazón era una de las cosas más convincentes que había escuchado hasta entonces, claro, en aquellos imberbes años de adolescencia yo no sabía con certeza de qué se trataba el asunto. No sabía quién era Janis Joplin, no era consciente de su importancia en la música del siglo XX no sólo en el rock, y el impacto y la influencia que ella dejaría en la posteridad, de nada de eso tenía la más remota idea, solo sabía que aquella voz me había dejado gratamente impresionado.
Muy poco tiempo después descubrí en Radio Casa de la Cultura que transmitía en los 1320 khz en amplitud modulada y que mi papá solía escuchar todos los días por la programación de música clásica, que también tenían una programación muy interesante de rock, no se trataba de poner solo los hits del momento, sino de ofrecer una programación con contenidos muy bien cuidados y con gente que de verdad sabía de lo que estaba hablando, no era como los locutores de otras estaciones de radio en donde sólo presentaban canciones, decían la hora, la temperatura y agradecían llamadas telefónicas, pero nada más. Aquí se trataba de conocer a los músicos, de desmenuzar la música y contagiarte de aquella pasión y convicción con la que hablaban de los grandes protagonistas del rock. Yo creo que es desde entonces, en aquellos que fueron mis años maravillosos, cuando entendí que hablar de música no es como decirle a un despistado por dónde irse para llegar más rápido a su destino o recomendar un lugar para hacer tus compras, nada de eso, entendí muy pronto que hablar de música es ejercer dignamente un ministerio, es un verdadero apostolado, es, además, una declaración de principios que inevitablemente define la personalidad.
Pero regresemos a Janis Joplin, fue así que poco a poco me fui sumergiendo más en los agridulces encantos de su música, su blues lastimaba al mismo tiempo que acariciaba, era tal la convicción de su voz al cantar que era imposible escucharla y no sentir, ¿sentir qué? Todo, amor, pasión, dolor, todo, en su voz estaba todo eso, Janis entendía perfectamente bien la sobrecarga de pasión propia del blues y tenía esa facilidad extrema de sumergirte hasta el cuello en la intensidad de su voz, sientes que te entierra vivo en el blues y con el blues, te hace sentir esa acompasada cadencia que invita al lento movimiento del cuerpo mientras con el pie golpeteas rítmicamente el piso al mismo tiempo que su voz cuestiona, asiente, rechaza, seduce, convence. Se mete hasta las entrañas y te sacude desde la raíz.
Dime, ¿cómo permanecer indiferente, frío y distante ante semejante derroche de pasión? Imposible escuchar a Janis Joplin sin ir al extremo, si derramar una lágrima, sin sonreír un poco, sin sentir empatía con los afroamericanos que trabajaban de sol a sol en los campos de algodón de Alabama y Georgia, pero sobre todo imposible no ser empático con ella, la niña con cara de puerco, pig face, como le apodaban en la adolescencia, con ese indómito espíritu rebelde hasta las últimas y más radicales consecuencias, con esa mujer solitaria nacida en Port Arthur, Texas en enero de 1943.
Janis Joplin fue uno de los personajes más emblemáticos en la cultura alternativa de finales de los años 60, pero también de los más contradictorios e incomprendidos, su vida fue un verdadero caos y encontró en la música la válvula de escape necesaria para desparramar todo aquel torrente de impulsos irreprimibles.
En realidad no grabó muchos discos, hay una gran producción musical de recopilaciones y grabaciones en concierto, pero oficialmente solo grabó cuatro discos en estudio, el primero que se llama Big Brother & the Holding Company de 1967, digamos que es un álbum homónimo por ser ese mismo el nombre de su grupo. En 1968 se publica Cheap Thrills. Después vendría el que para quien esto escribe, es el mejor I got dem Ol’kozmic Blues Again Mama! de 1969, y de manera póstuma se publicó otra verdadera joyita en 1971, el Pearl con la Full filt Boogie Band, este disco derrama blues de principios a fin.
Janis Joplin murió en su habitación del Landmark Motor Hotel en Los Ángeles, California el domingo 4 de octubre de 1970. Como sucede con otras luminarias del rock, su muerte está envuelta en el misterio. Cuando murió dejó inconclusa la canción ‘Buried alive in the blues’. En su testamento dejó 2500 dólares para organizar una fiesta en caso de su muerte, de esta manera 200 personas fueron convocadas a esta reunión celebrada el 26 de octubre de 1970 en San Anselmo, California a la que asistieron su hermana Laura y amigos cercanos, entre ellos su novio Seth Morgan. En la invitación para la fiesta se leía: “las bebidas son por the Pearl”, la Perla, apodo de Janis.