De acuerdo a recientes estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la economía mexicana cerrará 2012 con una tasa de crecimiento anualizada del Producto Interno Bruto de 3.8%. Ello supone un crecimiento ligeramente menor a lo registrado en 2011 (3.9%) y muy por debajo de lo observado en 2010 (5.9%). Dado que la capacidad reproductiva de las mexicanas es aún muy estimable –coadyuvadas, desde luego, de manera muy entusiasta por los mexicanos- este mediocre crecimiento del PIB no permitió que la tasa de crecimiento del ingreso per cápita fuese muy significativa en los últimos años: en 2010 creció al 4.3%, pero en 2011 perdió dinamismo y creció apenas al 2.7% y en 2012 tuvo un crecimiento aún menor: 2.6%. Para 2013 el escenario no parece excesivamente promisorio: para el próximo año la misma CEPAL y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han estimado que el crecimiento del PIB será de 3.5%, esto es un crecimiento aún más bajo que el alcanzado en 2012.
No resulta un misterio que con tan mediocres tasas de crecimiento no sólo el nivel de la tasas de desempleo en los últimos tres años haya oscilado entre 6.4% y 5.8%, sino, más preocupante aún, que para 2012 la Tasa de Informalidad Laboral, es decir el porcentaje de la población ocupada que desarrolla una ocupación informal, alcanzó el 60% (que equivale a poco más de 29 millones de personas) y la Tasa de Ocupación del Sector Informal, el porcentaje de la población ocupada que trabaja en una unidad económica informal, el 29% (poco más de 14.2 millones de personas).
De lo anterior resulta que la economía del país está creciendo a tasas inferiores a las que exige la tasa de crecimiento de la oferta de empleo y, en consecuencia, la generación de empleo tiende a darse de manera preferencial en el sector informal, un sector donde las personas carecen de derechos laborales y, en especial, de seguridad social, pero también donde no tienen responsabilidades fiscales que cumplir ni regulaciones laborales, sanitarias, ambientales o de cualquier tipo que atender. Se trata, además, de un sector donde millones de trabajadores se mantienen día a día ocupados en actividades de baja productividad, donde no existen incentivos para la innovación y capacitación y donde, en fin, las tasas de inversión son típicamente reducidas.
Hay aquí, entonces, una vinculación retorcida ya que la evolución del sector informal es del todo pro-cíclica: en cuanto disminuye el crecimiento del PIB aumenta la informalidad del mercado laboral y viceversa. El tema es preocupante ya que el sector informal en sí mismo, sobre todo para efectos de empleo, no parece ser una alternativa sensata a las imperfecciones e ineficiencias que pueda haber en el sector formal. Y si algo necesita México hoy día es capacidad institucional para crear empleos altamente productivos.
Ahora bien, contra lo que algunos creen, el crecimiento del sector informal en el país no se debe a un defecto de carácter del mexicano o a que tengamos un desmedido afecto a mantenernos al margen de legalidad. La informalidad es un fenómeno más complejo que eso y de hecho hay un entramado de incentivos institucionales que ayudan a explicarlo mejor. Por ejemplo en estudio reciente realizado en la Universidad de Chicago por Javier Arias y cuatro académicos más, se encontró que, que en el caso mexicano, en buena medida el sector informal debe su prevalencia a la vigencia y rigidez de un marco institucional que, simple y sencillamente, es disfuncional para la creación de empleo formal y en un sentido más amplio para el incremento de la productividad laboral.
Un marco institucional tiende a ser disfuncional cuando, en la perspectiva de las empresas, las familias o los individuos, el costo de ingresar y permanecer en la formalidad compromete en demasía el margen de rentabilidad que esperan lograr del desarrollo de sus actividades. De ser así las empresas, familias o individuos podrán estimar que los costos de la informalidad –por ejemplo, el no acceso al crédito, la ausencia de protección legal y de seguridad social, la eventual persecución jurídica- son aún menores a los costos que supone la formalidad. Optar por la informalidad o la formalidad es, en estos casos, un dilema que no se resuelve estrictamente en términos jurídicos, sino más bien atendiendo a una típica racionalidad económica, es decir a un elemental cálculo de costo-beneficio.
No es, entonces, sorprendente que sean las empresas o unidades económicas familiares o personales de más baja productividad las que sean más sensibles a los incentivos de la informalidad. O dicho de otro modo: no es que la informalidad vuelva improductivas a las empresas, sino que son las empresas o unidades empresariales poco productivas las que más optan por la informalidad. Su elección se debe no sólo a que carecen de la competitividad necesaria para enfrentar a empresas formales más productivas, sino también porque así se aseguran de recibir una suerte de subsidio indirecto al no pagar impuestos y evadir los costos de cualquier tipo de regulación, incluyendo los costos de transacción que en un país como México supone hacer las gestiones para pagar impuestos y cumplir la regulaciones.
La economía mexicana necesita, entonces, dotarse de un marco institucional, esto es un sistema de reglas, que estimule el crecimiento y la creación de empleo formal. La reciente reforma al mercado laboral parecía una medida en esa dirección, pero queda aún por verse si en efecto era el tipo de reforma que se requería para fortalecer el sector formal o, bien, si no fue una reforma que abrió la puerta para informalizar el mercado laboral formal.
En todo caso una cosa parece cierta: si la economía mexicana ha de reencontrar la ruta de crecimiento sostenido, debe hacerlo en base a un marco institucional donde sea más sencillo y atractivo, para todos, la expansión del sector y el empleo formal que la del sector y empleo informal. Por lo pronto, parafraseando al gran Cardoza y Aragón, podemos decir que las tres grandes prioridades de México de hoy son dos: el empleo.
Nota: las estimaciones citadas de CEPAL aparecen en Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2012 (noviembre 2012). Por su parte la estimación del crecimiento para 2013 del FMI proviene de Perspectivas de le economía mundial. Hacer frente a los altos nivel de deuda y al lento crecimiento (octubre 2012). La Tasa de Informalidad Laboral y la Tasa de Ocupación del Sector Informal proceden de INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, tercer trimestre de 2012. El estudio citado es Javier Arias, Oliver Azuara, Pedro Bernal, James J. Heckman y Cajeme Villareal, Policies to Promote Growth and Economic Efficiency in Mexico; National Bureau of Economic Research, Working Paper 16554, noviembre 2010.