El país tiene una agenda urgente que atender, por supuesto es urgente combatir la corrupción, sin embargo, acabar e inocularlos contra esas prácticas no necesariamente implica que se tienen que dejar de atender el resto de los problemas nacionales. Acabar con la corrupción debe ser igual de importante que realizar acciones en contra de la impunidad y lo que produce, un ambiente violento del que son víctimas millones de habitantes.
Centrar la atención en simular el combate a la corrupción es similar a justificar que no se toman las acciones de gobierno necesarias para erradicar la violencia porque, en tiempos de pandemia, no se deben distraer recursos de otro asunto que no sea la salud pública. La agenda nacional es mucho más compleja que los paliativos que ofrecen las conferencias diarias del gobierno; se debe omitir cualquier pretexto que distraiga acerca de una estrategia en la que se avance con similar empeño en todos los rubros, de otra manera, no podremos analizar y participar de las acciones de gobierno, mucho menos exigir que no se descuiden recursos para lograr el país que requerimos.
Estoy convencido que sin la participación ciudadana no será posible ningún cambio, de ahí que sea preocupante las nimiedades con que un sector de la clase política nos quiere distraer del asunto público y las formas en que genera esas distracciones, apelando al instinto y las emociones, antes que a la razón e inteligencia.
El presidente Andrés Manuel López Obrador fue elegido por seis años, esas son las reglas del juego en que participamos y aceptamos, podemos estar de acuerdo o no con las acciones que desde la Presidencia realiza el líder de la Cuarta Transformación, contamos con vías institucionales para oponernos o apoyar las medidas que establezca, el ejercicio de la crítica es una de ellas, quizá la principal, por eso, brindar la mínima atención a quienes simplifican el papel de la oposición a estar contra del presidente, es una pérdida de tiempo. Olvidar los caminos institucionales para modificar aquello que nos afecta, un disparate.
Al creciente número de víctimas de la injusticia, la violencia y la desigualdad no le importa el interés de unos cuantos, en derrocar a López Obrador, además, el carisma del presidente ha logrado que cualquier crítica a su persona merezca una respuesta agresiva y descalificadora por parte de sus seguidores, cancelando cualquier oportunidad de diálogo. Más que nunca, no debería ser prioridad de la ciudadanía crecer como oposición al gobierno electo (lo que no implica la insana alabanza y lambisconería de los tetratransformistas).
Derrocar a López Obrador es una idea lejana y triste del tipo de democracia que necesitamos, sin embargo, como opinión pública cedemos a los cantos de sirena de un puñado de necios que con una absoluta ignorancia se han plantado en el Zócalo para simular una revolución de terciopelo. El Frente Nacional AntiAMLO es un disparate al que no deberíamos estarle concediendo atención alguna, en especial porque están sembrando el terror entre quienes se acercan, a través de mentiras, para aprovechar la paralización que genera el miedo.
Ese miedo se propaga a través de implantar entre los del Frena absurdos como que la Guardia Nacional está compuesta en su mayoría por venezolanos o que López Obrador está llevando al país al comunismo. La agenda nacional debería encabezarla la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos, no el interés político, estamos distraídos por unos cuantos locos que anuncian aterrorizados el apocalipsis, ¿cuánto tiempo más les dedicaremos?
Coda. “Lo terrible, lo que causa pavor y terror, es activamente dañino y áspero”, señala Octavio Paz en un ensayo sobre Xavier Villaurrutia, “El terror es poder acumulado que de pronto se descarga y destruye todo lo que toca; el terror se manifiesta en el ataque y la reacción natural contra él es la huida o, sí tenemos fuerzas y ánimo, la resistencia”, ahí está la clave, ante la implantación del miedo se requiere oponer resistencia, rechazar a los del discurso del terror.
@aldan