Depresión y noches oscuras/ De lengua y sesos con todo  - LJA Aguascalientes
24/11/2024

La depresión mayor es un problema de salud pública. Este enunciado lo hemos oído una y otra vez. ¿Pero realmente nos hemos sentado a reflexionar sobre ello? Mucho me temo que ni los médicos, ni las autoridades sanitarias, mucho menos los políticos y la sociedad civil, hemos tomado a la depresión con la seriedad que se merece.

Menciona el dr. Jesús Ramírez-Bermúdez en su libro, Depresión. La noche más oscura, que a inicios de este siglo usamos el término ‘depresión mayor’ para referirnos “a una condición de salud, un estado en el cual hay una profunda tristeza y otras emociones intensas, como el miedo y la ira, así como alteraciones del sueño, el apetito, la motivación, la sensación de energía y la capacidad de disfrutar la vida cotidiana”.

Añade que estos estados “suelen ser dolorosos en el plano emocional y físico: los sentimientos de culpa, vergüenza y minusvalía se mezclan con malestares de todo el cuerpo […] no desaparecen por decreto, suelen prolongarse más allá de lo tolerable, y ocasionan un gran sufrimiento”.

En su libro, el dr. Ramírez-Bermúdez, quien dirige la unidad de Neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, desengrana un tema complejo con un lenguaje claro y fluido. Busca desmitificar una enfermedad que ha puesto en jaque no sólo a quienes la padecen sino también a quienes la tratan.

La depresión ha dividido a médicos, no sólo de diferentes especialidades sino incluso a psiquíatras, en donde los hay de tendencias más psicosociales, antropológicas y filosóficas, y existen quienes la evalúan desde un punto más biológico, anatómico y hasta molecular. Es un tema que no tiene una cara, ni dos, sino múltiples. Pareciera como la Hidra de Lerna, cada que se le corta una cabeza aparecen dos o quizás más.

Las evidencias científicas han demostrado que los problemas biológicos observados en pacientes con depresión no se pueden deslindar de las circunstancias sociales adversas. Antes bien, hay cada vez más evidencia de que existen cambios anatómicos, e incluso a nivel del material genético, que suceden tras episodios de estrés social. Así pues, eventos sociales interactúan con nuestros sistemas nervioso, inmunológico y endocrinológico (hormonal), por citar sólo algunos.

Es importante entenderlo, porque la depresión es un padecimiento lleno de prejuicios. Como señala Ramírez-Bermúdez: “Cuando una persona padece cáncer, diabetes, artritis reumatoide o tuberculosis, no acostumbramos a molestarla con la cantaleta de que es alguien débil”. Pero ¿qué tal con alguien con depresión? 

Además de los factores de riesgo sociales y las experiencias de vida adversa, hay elementos biológicos que están fuera del alcance de control de los individuos, por ejemplo, la sertralina, mensajero químico en nuestro cerebro que nos protege o pone en riesgo de padecer depresión.

En el ámbito mundial, la depresión es responsable del 11.8 % de discapacidad, entendiendo esta como “años de vida saludables perdidos” a causa de una enfermedad o condición de salud, reporta el autor en su libro.


Es aquí donde yo deseo hacer una pausa al análisis del libro en cuestión para adentrarnos a lo que sucede día a día en nuestro país y en particular en mi consulta, la cual veo como un reflejo de lo que debe estar pasando a diario en Aguascalientes, al menos en lo que a adultos mayores se refiere.

Si mal no recuerdo, hace un par de semanas platicaba con el mismo dr. Ramírez-Bermúdez y otros psiquiatras por Twitter (me permito recomendar lo sigan, su cuenta es @JRBneuropsiq), que en mi consulta diaria donde veo adultos mayores, la depresión tiene casi la misma prevalencia que la diabetes o la hipertensión. Pero creo que debo agregar que la incidencia es aún mayor.

Bien vale la pena hacer un alto para explicar estos dos términos: En salud pública y en medicina en general, cuando hablamos de prevalencia nos referimos a la proporción de personas afectadas por una enfermedad en relación a la población en general en un tiempo determinado. Podemos encontrarla expresadas como número de casos de una enfermedad por un número determinado de habitantes, generalmente la cifra utilizada son 100,000 habitantes en un año; otra manera habitual de reportarse es el porcentaje de una población o muestra determinada afectada por dicho padecimiento.

En cambio, al hablar de incidencia estamos refiriéndonos al número de casos nuevos por un número determinado de habitantes en un tiempo dado; nuevamente, por lo general son 100,000 habitantes en un año. También es posible encontrarla reportada en forma de porcentaje respecto a una población o muestra de esta.

Aclarado el punto, retomo el tema. La prevalencia de depresión en mi consulta diaria es muy similar a la de pacientes con diabetes o hipertensión. Pero, en mi caso, diagnostico depresión mayor más que cualquiera de las otras dos enfermedades. La explicación es sencilla: Para cuando llegan conmigo, muchos de ellos ya cuentan con el diagnóstico de las otras dos enfermedades, pero la depresión es frecuentemente pasada por alto.

El Inegi, en el 2012, reportaba una prevalencia de depresión del 22.1% en mujeres y 12.5% en hombres de todas las edades. En un estudio, realizado en el IMSS por Perla de los Santos y Sandra Carmona, se reporta que de 5275 personas evaluadas, con un rango de edad entre 60 y 103 años, existió una prevalencia de depresión del 74.3 %. Esto demuestra una mayor incidencia y prevalencia de depresión en edades avanzadas.

Los factores que influyen son múltiples, como bien señala Ramírez-Bermúdez en su libro. Cita el estudio en el que la doctora Margaret Sheridan, del Hospital Infantil de Boston, describe los problemas del ambiente social durante el desarrollo físico y psicológico de los niños, dividiéndolos en dos ejes: la privación social y la amenaza. Si bien la autora se refiere a dichos ejes como factores predisponentes de que los niños que los padecen puedan sufrir depresión en el futuro, me tomo licencia de decir que muy probablemente esos mismos ejes podemos traspolarlos a los ancianos.

En el primer eje tenemos a los pacientes que viven en condiciones de institucionalización como asilos, prisiones, hospitales psiquiátricos, etc., sin una adecuada interacción con el medio externo y, en caso de los adultos mayores, hablaría también de aquellos que por alguna enfermedad o discapacidad se encuentran aislados en sus propios domicilios. En el segundo eje encontramos lo que Ramírez-Bermúdez denomina “experiencias de abandono y negligencia social”.

Si todo lo anterior es cotidiano en mi consulta desde hace tiempo, en los últimos meses se ha agravado más con la pandemia, el aislamiento y la incertidumbre secundaria a la enfermedad han hecho mella en la población, particularmente en los ancianos que al ser el grupo más vulnerable han sufrido más del aislamiento.

Mis pacientes de control de enfermedades crónicas, llámense diabetes, hipertensión, artritis, o demencias, prefieren no acudir a consulta con la intención de no ponerse en riesgo. Algunos llevan un buen control, con otros lo hacemos a distancia y muchos, por más que se les busca, cancelan o no llegan a consulta, sólo espero que no se compliquen.

Pero quienes no me cancelan la consulta, incluso la solicitan con urgencia, son los pacientes con depresión. Ya sean aquellos a quienes la enfermedad se les ha complicado con esta nueva realidad o a quienes están debutado con ella.

Es por ello que creo en esas vueltas del destino y la casualidad, el libro Depresión. La noche más obscura, de Jesús Ramírez-Bermúdez, sale a la luz en un momento álgido. Es prioritario desmitificar las enfermedades neuropsiquiátricas y en particular la depresión que, aunque ustedes no lo crean, también es mortal. Precisamente ayer, 10 de septiembre, se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio; un rubro en donde nuestro estado tiene unas estadísticas nada satisfactorias sino, mejor dicho, dramáticas.

Me preocupa que no le he oído a ninguna autoridad, de ningún orden, un plan claro de cómo se atenderá a la población que está siendo afectada por depresión y ansiedad. Hablo del personal de salud que se enfrenta día a día a casos de Covid-19 y muerte; también lo hago de aquellos que han perdido sus trabajos; los niños que no conviven con sus compañeros en los salones de clases; los jóvenes responsables que no salen de fiesta cuando por su edad deberían poder hacerlo; los ancianos que se encuentran más solos y abandonados que nunca.

Sin lugar a dudas tocaré un poco más del libro de Ramírez-Bermúdez en más de alguna columna en el futuro.

Ramírez-Bermúdez Jesús. Depresión. La noche más oscura. Debate, 2020.

@boylucas | robertosancheztorre.net


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